Llegué al punto de encuentro y Jordi era menos atractivo que en su foto de perfil, pero esto era de esperar. Yo lo elegí por su nombre. Se llama como mi novio, con el que me voy a casar esta semana. Mi familia está encantada porque me mudo a Barcelona. ¿Cómo se le ocurre a una madrileña irse a vivir a Barcelona? Mis padres se han empeñado en invitar a parientes que no conozco y que para colmo no se quieren perder la boda. Está claro que no he cogido el avión para no tener que verles las caras, ni oírlos. Así que prefiero viajar con un desconocido, aunque las opiniones de los usuarios sean muy dispares; unos hablan de una maravilla y otros, de un desastre.
Hechas las presentaciones extiendo mi vestido de novia, ocupando todo el asiento trasero. Voy a sentarme en el asiento de copiloto cuando Jordi me dice que ha habido un cambio y que viene otra pasajera, que tiene que viajar de forma urgente. ¡No me lo puedo creer! No tengo ni tiempo de discutir con él porque aparece la susodicha: una cuarentona de semblante triste. En su mano trae un objeto voluminoso tapado con una toalla, además de su enorme maleta, que Jordi coloca en el maletero. Después de largos minutos rompo el silencio.
— Hola, soy Sara.
— Sara, Sara —repite una voz chillona.
— Hostia. ¿Qué es eso?
La señora destapa una jaula, en la que habita un loro.
— Este es Lucky. No quiero hablar mucho porque luego se pone a repetir y no quiero molestarles.
— A mí no me molesta, es muy divertido.
— A mí tampoco me molesta— dice Jordi—. Por cierto, enhorabuena por la boda.
— Gracias. ¡Ay, estoy deseando que llegue el día!
— Bueno ahora estás ilusionada hasta que la realidad te aplaste y te divorcies — suelta la resentida.
— Wow, ¡qué optimismo!
— Es así, el 70% de los matrimonios se separa; mi marido me dejó la semana pasada.
— Entiendo.
— Antonio, Antonio
— Cállate, Lucky.
— Ricardo, Ricardo.
— Ese es mi otro ex.
— Ah, yo conocí un Ricardo con el que me enrollé un par de veces, era un compañero de trabajo, por suerte me fui de la empresa y lo perdí de vista.
— ¿Qué empresa?
— Tipoex….
— ¿Tipoex? — aúlla la señora.
Jordi pega un frenazo que despeina incluso al desafortunado loro.
— ¡Estoy harto de estas malditas coincidencias!— grita.
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