El auto no llegaba y cada vez se hacía más intensa la espera. A esa altura pensaba que aun con la impaciencia que estaba teniendo, podía llegar a ser un viaje bastante tranquilo y cómodo.
No resulto ser así, llego Sofía, hija del almacenero del pueblo, tras ella un señor de unos 70 años, sin dudas un turista con una actitud rara, se lo notaba nervioso pero a la vez queria ser simpatico, vestia un inusual sobretodo marrón que no condecia con la temperatura que habia, con un olor rancio, raro, intenso, que no pude identificar hasta minutos despues.
Me apuro a ubicarme en el auto para ir adelante, pero cuando ya estaba por subirme, aparece otra persona mas. Lamente viajar ese dia. Era nada mas ni nada menos que mi vecina, la insoportable parlanchina del pueblo, Alicia que no se guarda ni un solo pensamiento y todo lo habla. Primer comentario, «me siento adelante porque estoy gordita para ir atras»
Nuevamente me apuro a sentarme del lado de la ventanilla, ya que Sofia y el señor ya estaban sentados, quedando ella en el medio, y alejandome asi del hediendo olor , pero NO. Ella tambien evidentemente olio lo mismo, decidio bajarse, pedirle amablemente al señor que se ubicara en el medio, y poder respirar mejor abriendo su ventanilla, de la misma forma que haria yo. Pero esto no pudo ser, estaban trabadas y debimos viajar asi con ese tremendo olor.
Por supuesto Alicia, no pudo quedarse callada comenzo a decir, que habia un olor horrible, que quien habia sido que se hiciese cargo, pero ninguno emitia sonido, hasta que comenzamos todos a reirnos.
El conductor pidiendo disculpas por tener las ventanillas trabadas.
La joven y yo justificando que ninguna habia sido, hasta que el señor termina confesando que, llegando al lugar comenzo a sentirse mal, penso poder retenerlo, pero no, se habia defecado encima y por esa razon se habia tapado con su abrigo, pensando tal vez que nadie se daria cuenta.
Nuestras miradas se clavaron en él, pasando de la risa a la seriedad absoluta. Nos miro a todos, dejo de reir, asustado y avergonzado, pidiendo clemencia con sus ojos, nos enternecio y pudimos largar juntos unas carcajadas que logramos relajarnos todos.
Decidimos parar para que pudiera higienizarse y asi continuar el viaje.
Todos llegamos tarde a nuestros destinos, pero eso no importó nos habiamos reido durante 40 km.
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