El infarto de la Gloria

El infarto de la Gloria

El Rufián

08/10/2024

Recibimos una llamada telefónica anunciando una tragedia. Abordamos el auto a toda velocidad. Raúl y yo corrimos como si el tiempo fuera a agotarse. Gloria, con un dolor punzante en la boca del estómago, había ingresado de emergencia, su hermana, y su hija estaban igual de angustiados. Mientras trataba de subirme al carro, trastabillé sobre un charco de aceite y casi caigo, pero eso no nos detuvo. Raúl pisó el acelerador, y en cuestión de minutos estábamos en la clínica.

Al llegar, el médico de turno no perdió tiempo con la paciente. Conectó los equipos, puso una vía con solución salina y ordenó un electrocardiograma. Gloria estaba en la camilla, retorciéndose de dolor, haciendo mil caras y con las manos sobre el pecho, como si aquello fuera a partirle el esternón. Temíamos lo peor: un infarto, a juzgar por su obesidad y el derroche de alcohol.

Pasaron los minutos y el electro no mostraba signos de angina ni infarto. El médico, con la frente arrugada de preocupación, decidió examinar su estómago. Al presionar justo bajo las costillas, Gloria soltó un estruendoso pedo que resonó como un cañonazo en la emergencia. La línea continua del electrocardiograma se distorsionó. La enfermera y el médico dieron un brinco, atónitos, mientras el fétido olor se extendía como una nube tóxica. Parecía que la guerra bacteriológica había empezado, con una mezcla letal de etano y propano.

El doctor, con los ojos llorosos y tosiendo, a punto de vomitar, cubrió su nariz, salió de la habitación y dijo en voz alta, casi desde la sala de espera: “¡Ese es tu dolor!”.

Desde la sala de espera, todos los familiares de Gloria nos miramos confundidos. El impacto no solo fue sonoro, sino que pronto llegó hasta nosotros aquel hedor indescriptible. Andrea, su hija, con los ojos bien abiertos, murmuró: “Ese pedo es de mi mamá, lo reconozco”. Yo dije para mí: “No me jodas”. Raúl casi se caga, pero de la risa, mientras la hermana de Gloria moría de vergüenza.

En segundos, Gloria se sentía como nueva. El dolor desapareció por completo. Fuimos a la recepción para pagar, pero la contable, entre risas contenidas, dijo: “Aquí nunca le hemos cobrado a nadie que viene a la emergencia solo para tirarse un pedo”.

Salimos de la clínica con Gloria curada y una historia que contar durante años en las reuniones familiares.

IG: @carlosluisbarriosescritor

IG: @uniendoletrascontraelcancer

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