Es curioso que me haya acostumbrado a ciertas cosas. Imaginen la sensación de cuando tu y tus amigos compran boletos para ir a un concierto, pero justo el día del evento te das cuenta de que todos se pusieron de acuerdo para ir a una localidad diferente a la acordada, y nadie se tomó la molestia de decírtelo. Les dices que no hay problema, solo les expresas tu leve preocupación por la cantidad de personas que hay en el lugar, y organizas con ellos dónde encontrarse al finalizar el concierto.
Te convences en la fila de que ya has hecho cosas sola antes, y que un concierto más sin conocidos no será un problema. No piensas mucho en lo que hicieron tus amigos, porque te has convencido toda tu vida de que las amistades funcionan así: pueden haber cambios de planes, pero no es algo contra ti, al menos es lo que has querido creer.
Hoy siendo una noche cualquiera, pienso en esa situación solo para entender mi sentimiento, porque estoy llorando, lloro sin razón aparente. No sé cómo poner en palabras mis sentimientos, mantengo la mirada fija en el techo y pierdo la noción del tiempo. Tres palabras me golpean: «Me siento sola». Y en ese momento no puedo parar de llorar, como si darle un nombre a lo que siento fuera un abrazo capaz de sacarlo todo, aunque ese nombre no traiga palabras de consuelo, sino más bien de realidad. Una realidad fría, capaz de llevarme a lo más profundo, a lo ignorado, para que por fin la reconozca.
Entonces me doy cuenta de que muchas veces me he sentido excluida, por no ser de cierta manera, por no ser agradable o no encajar en lo que otros esperan de alguien para ser aceptada. Me siento no tomada en cuenta, porque nadie espera que esté en sus planes, porque siempre he sido la opción comodín, esa que se guarda para el final, cuando ya no hay más opciones. La que hace lo posible para estar pero a cambio solo recibe excusas.
Se podría decir que me siento la opción comodín, con la única diferencia de que, cuando ganas un comodín, te sientes feliz de tenerlo en tus manos, mientras que yo no provocaría tal emoción .
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