No suelo hacer paradas intermedias.
No creo en el destino, pero sí me gusta llegar a mi destino sano y salvo, así como a los que transporto.
Esa noche no pensaba hacer BlaBlaCar, pero no me apetecía viajar solo. Los kilómetros se hacen más largos si no tienes con quien compartir esa línea blanca que nos guía para no salirnos del camino.
Publiqué un anuncio a última hora. Enseguida me reservaron la plaza. Se llamaba Binta.
Al llegar al punto de quedada encontré a una mujer embarazada, seguramente en las últimas semanas. Sus ojos tristes brillaban como dos lunas que viajan a bordo de una noche oscura.
Se montó atrás. No hablaba mucho, solo monosílabos, hasta que dijo “ya está aquí”.
No me dio tiempo a más. Paré donde pude en el camino y la asistí.
La acerqué al hospital más cercano.
Entramos dos y salimos tres.
Le llamó Hermes Orisha y me pareció muy bonito y oportuno.
Desde entonces somos amigos.
La ayudé con los papeles, los de ella y los de su hijo.
Estudió, se formó, aprendió castellano y catalán y ahora es matrona en el Hospital General de L’Hospitalet.
Y siempre pienso que Hermes vino a este mundo a traernos un mensaje de esperanza.
OPINIONES Y COMENTARIOS