—Sara, ¿qué haces?
Veo por la ventana; la mañana está hermosa.
¡Ven! Vamos a dar un paseo, ya lo has dicho: la mañana está radiante. Saldremos a pasear.
¿A dónde quieres ir y con qué dinero?
No importa; en el camino recogeremos a personas y, con lo que nos den, pagaremos los peajes a la siguiente ciudad. Además, tal vez se nos unan caminantes, locos, borrachos y hasta mariquitas que se peguen al retrovisor. La vida misma nos contará nuevas historias, y ¿por qué no escuchar las que nos cuenten quienes nos acompañen? Mi mejor recuerdo es tu compañía.
—No mientas, que siempre terminamos peleando. Tú tienes la costumbre de llevarme la contraria, sin saber si es por fastidiarme o si te gusta buscar cómo contentarme.
—Las dos, Sarita, ¿qué sentido tendría la vida si viviéramos en paz todo el tiempo? Me encanta el bombardeo de vez en cuando mientras me atrincheras con tus miradas matadoras, todo para terminar en diálogos de rendición.
—Pero yo pongo la música. Llevemos la cámara y esa vieja botella de vino que escondes.
—¿Cómo sabes de mi botella?
—Aún no me conoces, como tampoco conoces tu carro viejo.
—No te metas con él, que mis mejores viajes compartidos fueron a su lado. ¿Ya olvidaste que nuestros hijos y nietos reían de felicidad al ir de paseo en él?
—Reían.
—No tiene sentido estar sin hacer nada en este encierro. Ve, anda, toma tus cosas. Ya vi el amanecer; quiero buscar el ocaso en el horizonte junto a tus brazos. Lo importante es empezar una vez más, y otra vez, sentado frente al volante, buscando tu mano cada vez que no te sienta cerca, y de reojo, como me miras. Siempre he pensado que soy tu mejor paisaje.
—Lo eres. Me encanta verte, repasar tus facciones como el paisaje que aún no termino de conocer. Y cuando sonríes, aparece lo más hermoso del lugar. Siempre me sorprendes haciendo magia; sacas de tu bolsillo flores que no esperaba que sacaras, y en tu guantera, en vez de herramientas, llevas mis cosas sin pedírtelo para que me vea más bella en cada parada. Solo me tomas fotos a mí, aunque haya tanto paisaje.
—¿Entonces vamos?
—¿Y cómo saldremos de este asilo?
—Esa es otra historia.
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