No era la primera vez que me lanzaba a la carretera como conductora que comparte su coche, sobre todo en un viaje tan largo. Aquella calurosa mañana de agosto mi primera parada era en Barcelona para recogerla a ella, una joven de más o menos mi edad que me acompañaría todo el trayecto hasta Alicante. Como es habitual, cada día es una sorpresa, ya que no conozco de nada a las personas que viajan conmigo, y suelo sorprenderme a menudo con ellas.
Y esta sí que fue una sorpresa. Al llegar al punto de recogida la encontré a ella, Mar. Alta, de pelo castaño, con una apariencia “normal”, pero que, sin embargo, brillaba con luz propia, sin ser consciente de ello, entre aquella marabunta de gente. La acompañaba una pequeña maleta rosa con muchísima personalidad, decorada con motivos de lo más disparatados: desde pegatinas de heavy metal y princesas Disney hasta detalles de Harry Potter o alguna que otra saga friki. Estaba claro que esta iba a ser una conexión automática.
Los primeros minutos del viaje transcurrieron con las típicas conversaciones banales, “¿Qué tal?”, “¿Eres de aquí?”. Sin embargo, supimos encajar enseguida. ¿Conoces el amor a primera vista? Y no hablo de amor romántico, hablo de esa conexión que, inexplicablemente, te une a una persona en el momento que la conoces, esa conexión que sabes que te va a llevar a una relación duradera en la que compartiréis momentos increíbles, charlas largas en las que puedes ser tú misma y silencios que son de todo menos incómodos.
Al final resultó que Mar y yo teníamos muchísimos gustos en común y que, de hecho, nuestro destino era el mismo: un gran festival de rock al que las dos acudiríamos en los próximos días. Pasamos horas hablando, compartiendo música, series, experiencias, como si nos conocieramos hace años y no tan solo unas horas. Fuimos dejando atrás la Costa Dorada, que desde la AP7 se puede disfrutar en momentos puntuales, y gran parte de la comunidad Valenciana con su típica afluencia al llegar a la capital. En mucho menos tiempo del esperado llegamos a nuestro destino.
Escribo estas palabras mucho tiempo después para contaros que, tras aquel día, nuestra relación se volvió irrompible. Recorrimos en coche gran parte de la Península, y muchas veces acogimos a más viajeros en el que, sin saberlo, se convirtió en la serendipia de nuestra vida.
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