Tras mi reciente divorcio decidí no seguir posponiendo mis sueños y ponerme a vivir sin miedo. Sin esperar a recuperarme del revés financiero de la separación, vendí mi viejo utilitario para comprar mi sueño, una furgoneta camper con la que sanar mi cuerpo y mi alma con constantes escapadas a la playa. Nada tiene sobre mí un poder tan terapéutico como saborear un café en la mañana, con los pies en la arena, disfrutando del ruido y del olor del mar de fondo.
Con frecuencia pienso en mi furgoneta, como si fuera una mujer parecida a mí. Es sencilla, mágica y aventurera y nos gusta recoger a viajeros con los que compartir nuestras vivencias enriquecedoras.
Este verano en agosto, fui con mi furgo a Ibiza, lugar al que voy todos los años porque me encanta. Viajaba sola ya que mi pareja, Nacho, debía asistir a un “tedioso” curso de finanzas en Madrid. Curiosamente, no me importaba viajar sola porque, desde hacía meses, sus palabras no se correspondían con sus acciones. Mi alma me decía que algo pasaba.
Cuando mi escapada llegó a su fin me alegró concluir que había sido tan reparadora como anhelaba. Mi regreso lo presentía entretenido ya que publiqué el viaje en BlaBlaCar, y lo reservó una mujer de mi edad, Pilar. La foto de su perfil de WhatsApp se correspondía con la realidad y confirmé al verla que teníamos mucho en común. Su mirada rebosaba seguridad y su forma sexy de vestir y de caminar la delataban… pertenecía a mi subespecie: una mujer divorciada con ganas de vivir cada minuto de su vida, como si fuera el último.
No nos hicieron falta más de diez minutos de conversación para saber que estábamos destinadas a ser buenas amigas. Detrás de cada matrimonio roto hay una mujer en busca de una amiga con la que compartir esos momentos especiales que imaginó vivir en pareja.
Pronto surgió la inevitable pregunta: “¿Qué hace una mujer como tú sola de vacaciones?” Pilar fue la primera en contestar diciendo que la playa era su lugar favorito de descanso y que Nacho, su pareja, había viajado a Madrid por un “tedioso” curso de finanzas. Con el alma traspasada por la traición, pero agradecida con universo pregunté: “¿Cómo se apellida Nacho?”
Nunca hubiera imaginado tener tanto en común con mi nueva amiga.
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