No tuve que esperar mucho hasta su llegada, yo fui el primero así que pude elegir el asiento del copiloto. El vehículo era un monovolumen color azul pilotado por una chica de pelo rosa y arete en nariz, Sara.
En la parte de atrás llevaba tres asientos y otros dos en la zona de maletero.
Hizo tres paradas más en diez minutos para recoger al resto de pasajeros, cinco en total.
El viaje tendría una duración de unas tres horas hasta llegar a Madrid centro, decidí ponerme los cascos para intentar centrarme en la música por que no se me da demasiado bien socializar con extraños.
Sara paró el coche de nuevo y me pidió que me cambiara de sitio, según ella necesitaba hablar para concentrarse en la carretera y no le pareció que yo fuera muy hablador.
Accedí a regañadientes cuando descubrí que de la parte trasera emanaba un olorcillo un tanto extraño, a pies.
Seguí con mi música y de pronto se escuchó un golpe fuerte seguido de una carcajada que más bien parecía el rebuzno de un asno. No pude contener mi risa al escucharlo. La chica que estaba a mi lado comenzó a emitir una especie de chillidos que imitaban a los de un chino, aquello se estaba convirtiendo en un zoológico. El viaje prometía.
Sara miraba divertida a través del espejo retrovisor mientras masticaba su chicle con la boca abierta.
Un de los chicos, en silencio, apretaba mandíbula y se estaba poniendo rojo, no sabría decir si de ira o de que no aguantaba el olor.
Bajé el cristal de mi puerta para descargar un poco el ambiente enrarecido.
Los rebuznos y chillidos sonaban al unísono y yo no podía dejar de reir, eran contagiosos.
EL chico de la mandíbula apretada comenzó a farfullar algo en voz baja, parecía rezar, cerró los ojos y al instante los abrió muy grandes llevando su cabeza hacia delante.
-¡PARA!, ¡PARA EL COCHE!- Gritó.
Sara se asustó dando un volantazo que casi nos estrellamos en mitad de la autovía y en la salida más próxima se detuvo. El chico salió del coche casi saltando por encima de todos, nos quedamos mudos al ver como corría hacia la arboleda con los brazos en alto moviéndolos de un lado a otro.
Las risas comenzaron de nuevo.
Sara consultó su móvil y nos dijo
-Continuamos chicos, ésta era la parada de Roberto-
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