-He tenido una idea loca -le digo por móvil a mi hermano Miguel-: ¡Voy a Francia a visitarte!

Él ríe, sin creérselo, después de tres años de demora por ir a conocer su nuevo hogar, más allá de la frontera norte.

La alegría y emoción nos desborda y, mientras yo hago la maleta, Miguel hace por buscarme un Bla-Bla-Car que me ahorre tiempo y dinero.

Me informa Miguel y, puntual a la hora, parece en mi puerta un coche de gama alta con un joven argelino dentro, que me saluda y se presenta muy educadamente. Me dice ya en el asiento que va hasta Lion y que viajamos solos los dos en su auto que me parece, más allá de una fisura en el parabrisas, cómodo, espacioso y limpio.

Me habla de la música que compone mientras pone temas, canta y con estupor y sorpresa veo que suelta las manos del volante en plena autopista para prepararse un cigarrillo. Reconozco entonces que hay que tener mucha habilidad, además de temeridad, para conducir con una rodilla mientras con las manos lía el papel, canturrea y conduce a la vez. A una velocidad de crucero de 110 siento como el humo lo desinhibe cuando dice con amplia sonrisa:

-¡Hoy vas a conocer mi mundo!

Pasa de poner música a poner videos impactantes sobre Gaza y los derrumbes causados por los bombardeos israelís, con cuerpos demacrados, aplastados y cadáveres de niños. Yo lloro ante las imágenes de impacto que con hábil dedo va haciendo aparecer en la pantalla del móvil; luego llegan los versículos de El Corán, en español traducido, que va comentando y recordándome que las buenas personas como yo tienen ganado el Paraíso.

El viaje se demora dos horas debido a una visita que hace a un amigo y de ahí me pasa al volante para que aprenda a conducir con rodilla y sin manos. Yo le recuerdo que no llevo carnet, pero él insiste que está algo cansado. La conducción va bien hasta que en un control un gendarme nos da el alto cuando equivoco el botón de subir la ventanilla por el de bajar las cuatro. Me pide la documentación y yo le muestro el DNI. Me mira, yo le miro, y sin decir más palabra permite que nos vayamos.

Cuando llegamos, y mi hermano se entera de lo sucedido, me abraza y llora de emoción al verme vivo.

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