Por la boca mueren los pezones

Por la boca mueren los pezones

Había sido seleccionado como actor para un famoso parque de atracciones para la temporada de Halloween. El encargado nos había metido en un famoso grupo de Whatsaap y allí nos enviaba toda la información que día a día nos daba e iba modificando. Allí también los compañeros mostraban sus dudas, preguntas y cuestiones hasta que acercándonos al día de inicio se planteó la posibilidad de crear un grupo para compartir gastos de transporte en BlaBlaCar. 

Lo tentador de los grupos de Whatsaap es que puedes ver las fotos de perfil que coloca cada fulano o mengana y sentirte seducido por el chisme de la curiosidad por saber quién es esa persona con la que vas a compartir viaje de ida y vuelta tras el agotador trabajo. Y sí, yo también curioseé y pude ver la foto de una atractiva compañera que me solicitaba por el grupo de whatsaap ir conmigo al trabajo. Mis ojos se abrían cada vez que veía de nuevo aquella foto de aquella chica morena de ojos azules o verdes.

«¡Madre mía!- me decía para mis adentros, «Estas increíble».

Era una oportunidad para conocer una chica que parecía un bellezón por el perfil de whatsaap.

Todo fue prácticamente como se planeó hasta que aquella chica llamada Silvia abrió la boca mientras abría la puerta de mi coche.

-¡Hola!, ¿eres Jaime?, soy Silvia.

Ese acento murciano cerrado, profundo, rural se había convertido en la pólvora, en la dinamita que había estallado el puente y las vías del tren que permitía el paso de la locomotora de mis sueños por conocer una chica hermosa e interesante. Y claro, el tren pesado y vaporoso había caído con el puente, las vías del tren y todos mis anhelos ingenuos.

Esa chica que me acompañaría en el trayecto al parque de atracciones era hermosa pero era hablar y desvanecerse todo su encanto como por arte de magia.

No podía creerlo e intentaba negarme a aceptarlo pero era imposible evadirse de ese rechazo que me producía su voz, su acento y esa forma de acortar sílabas sin necesidad. Que me perdonen todos los murcianos de España y del mundo. Tendrán muchas virtudes, pero el acento no.

Y así, fueron pasando sin pena y sin gloria aquellos trayectos compartidos con aquella chica que no sentía atracción ni yo por ella. ¿Y qué diablos pensaba en mi cabeza ilusa?

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