El sol relucía sobre la Costa Brava, al mismo tiempo que Carmen y Lucía, fatigadas tras un largo trayecto en autobús, llegaban a la estación de Girona.
Su descontento creció al darse cuenta de que habían perdido la última conexión hacia la paradisíaca playa de Cadaqués, situación que no permitirían les arruinara el día.
En su desesperación, avistaron un coche estacionado; un sedán antiguo que, a pesar de su apariencia, parecía ofrecer algo de seguridad. Se acercaron sin dudarlo y le pidieron un aventón a un joven llamado Pedro que con entusiasmo aceptó la propuesta al instante.
Ya en el vehículo, el ambiente se llenó de risas y charlas, mientras el viaje prometía ser una experiencia divertida, hasta que un estruendo imprevisto interrumpió la alegría. El coche frenó abruptamente, y el corazón de Lucía se estremeció.
—! ¡Pedro! ¿Qué es ese sonido? — dijo, mientras se miraban con mucha incertidumbre.
Intentaron encender el motor una y otra vez, pero solo lograron aumentar su desánimo. Fue entonces cuando un joven llamado Carlos, que se dirigía al mismo destino, apareció como un salvador, ofreciéndoles empujar el vehículo, pero sus esfuerzos solo los llevó a unos metros más adelante
Frustrados, divisaron un caserío en la lejanía por lo que decidieron caminar hasta allí. Al acercarse, un anciano les recibió con mucha hospitalidad diciéndoles:
—Puedo reparar su coche, pero será hasta mañana. Si desean, pueden quedarse a descansar en mi casa. —
Disipando sus inquietudes, añadió: —No se preocupen, aquí estarán bien. —
Agradecidos, aceptaron y se acomodaron para pasar la noche.
Las horas pasaron rápidas compartiendo entre bromas, risas y relatos sobre el incidente con el coche y el inusitado talento de los chichos para empujar el auto. Pedro en cambio bromeaba orgulloso sobre su sedán heredado, lo que hizo que Carmen exclamara: — ¡Amigo! —»Más vale pájaro en mano, que cien volando.» — La conexión entre los cuatro se fortaleció, creando lazos genuinos en esa noche que parecía un sueño.
Al amanecer, el coche ya estaba listo para rodar. Aunque su travesía hacia la playa había tomado un giro inesperado, la jornada se transformó en una aventura donde risas, amistad y quizás un toque de romance se encontraron, convirtiendo un contratiempo en un nuevo capítulo lleno de momentos inolvidables. El camino hacia Cadaqués se vislumbraba, no como un simple recorrido, sino como el inicio de una historia inesperada y llena de sorpresas.
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