En una noche fresca y estrellada, Marta se deslizaba por la carretera en su auto plateado. El suave murmullo de las llantas sobre el asfalto se mezclaba con la melodía de «Nuestra Canción», la cual emanaba de los altavoces del vehículo. Cada nota resonaba en el habitáculo, envolviendo a Marta en una suave bruma de recuerdos y emociones.
Mientras conducía, los destellos de las farolas iluminaban su rostro, mostrando una expresión serena y nostálgica. Aquella canción era un puente hacia momentos pasados, llenos de pasión y amor desbordante. Recordaba cada gesto, cada mirada compartida en aquella canción que parecía tener vida propia.
De repente, una luz intensa cortó la oscuridad. La figura de un hombre se hizo presente, su mirada profunda reflejada en la luz; era Nerón, un músico callejero cuyas melodías tenían el poder de despertar emociones dormidas en el alma de quienes lo escuchaban. Su presencia era como un faro en la cima de una montaña, guiando a aquellos perdidos en la oscuridad hacia la luz.
Marta sintió una conexión instantánea con Nerón, como si sus destinos estuvieran entrelazados por un hilo invisible. Él había cambiado su vida de maneras insospechadas, trayendo consigo una nueva perspectiva y un renovado sentido de esperanza. Era la luz que brillaba en su camino, iluminando cada paso en medio de la incertidumbre.
A medida que la noche avanzaba, la melodía divina de Nerón se mezclaba con «Nuestra Canción», creando una sinfonía de emociones y anhelos compartidos. La voz de Nerón era su guía en la oscuridad, un rayo de felicidad que traía consigo una brisa de alegría y paz.
Finalmente, Marta comprendió el verdadero poder de una canción en el auto. Era más que una simple melodía; era una conexión sincera entre dos almas perdidas en un mar de incertidumbre, un lazo que trascendía el tiempo y el espacio para unir destinos de manera inesperada.
Y así, bajo el cielo estrellado y el resplandor de las luces de la ciudad, Marta y Nerón encontraron en esa noche mágica un nuevo comienzo, una historia de amor y redención que solo la música y el destino podían entrelazar de manera tan perfecta.
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