Un octubre de 2013 buscaba la manera más económica y rápida de llegar a Cádiz, pues aquel febrero había conocido a un granadino que estudiaba en Cádiz y tras sus visitas a mi ciudad, era mi turno de ir a conocer su realidad. Así que me busqué el vuelo más económico a Sevilla y de ahí encontré mi Bla bla car a Cádiz. El viaje, aunque corto, fue intenso y en el trayecto me llamaron que había conseguido trabajo en mi sector y en mi ciudad, de modo que mi cara adquirió una viva luz y conté a los pasajeros y la conductora mi anécdota, acompañada de la aventura que me llevaba a aquella ciudad de la que, por cierto, también me enamoré.
Además, salvo mi mejor amiga nadie sabía de aquella locura de aventura que con tanta ilusión emprendía. Tanto es así que, incluso había echado currículums online y estaba dispuesta a mudarme si hacía falta allí. A lo loco, sin haber pisado la tacita de plata, como llaman los gaditanos a su ciudad.
Al llegar a Cádiz y no conocer la ciudad, Elena, la conductora de bla bla car, me acompañó al lugar de encuentro con el chico por el que suspiraba los vientos en aquellos días otoñales y allí nos fundimos en un beso largo y apasionado…
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