Habíamos pasado ya media hora en la carretera cuando el aviso saltó en la app: “Nuevo pasajero se une al viaje”. Era un trayecto de Madrid a un pequeño pueblo en la sierra, y ya íbamos tres en el coche. En el asiento del copiloto, Sara, una joven que no soltaba su libro ni para respirar. Detrás, Antonio, un tipo callado que solo había hablado para confirmar su destino: “Cualquier sitio donde haya buena comida”.

El aviso del nuevo pasajero me descolocó. El coche iba lleno.

—¿Paramos? —pregunté, algo incrédulo.

—Dale —dijo Antonio desde atrás—. Que se venga. Cuanto más, mejor.

Nos desviamos hacia una gasolinera y ahí estaba: una señora mayor con un abrigo rojo y una maleta diminuta, tan fuera de lugar como encantadora. Al verla, pensé que debía haber sido un error, que alguien había registrado mal la edad en la app. Aun así, Sara la invitó a subir sin dudar.

—¡Qué amables! —dijo la señora mientras se acomodaba entre Antonio y su mochila—. Soy Carmen, ¡gracias por recogerme!

Arrancamos de nuevo y, antes de que pudiera preguntar, Carmen empezó a hablar. Nos contó que iba a ver a su hermana, a la que no veía desde hacía quince años. Que cuando eran jóvenes, viajaban en coche por toda España, y siempre recogían a gente por el camino.

—Compartir viajes —decía con una sonrisa—, siempre trae sorpresas.

Sara cerró su libro, algo que no había hecho desde que la recogí, y empezó a preguntar sobre esos viajes. Carmen respondió con anécdotas que arrancaron risas a todos: el día que recogieron a un músico que tocaba la guitarra en la parte de atrás durante todo el trayecto; o la vez que un autostopista les cambió una barra de pan por llevarlo a su destino.

La carretera parecía más corta mientras hablaba. Al llegar al pueblo, Carmen nos despidió con un “¡Que tengáis tantos buenos viajes como yo!”. Se bajó, sonriendo, y la vimos perderse entre las casas.

Al continuar nuestro trayecto, el coche se sentía más ligero, como si Carmen hubiera dejado algo más que su asiento vacío: un eco de aquellos viajes compartidos que, de alguna forma, nunca terminan.

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