5 horas para siempre

No conocía Andalucía, por lo que, buscando trenes y buses para ir desde Madrid hacia el sur, me encontré con la opción de compartir un auto con otras personas, así que, a mis 48 vueltas al sol, decidí que era el momento de tachar de las cosas pendientes de mi vida viajar por bla bla car.

La conductora que aceptó hacerme un hueco en su automóvil fue Marta, con quien debía encontrarme a las 7 am en la plaza Elíptica, cruzando el Manzanares. El día comenzó complicado ya que a las 6 de la mañana noté que mi tarjeta de crédito había decidido permanecer por algún rincón de Madrid y no estaba en mi billetera, por lo que llegué muy justo al lugar de encuentro, además estaba sin internet en el celular y el lugar es complicado para estacionar, y en medio de todo ese caos de buses llevándose un lunes a gente a trabajar de mala manera, yo me encontraba buscando un Ford fiesta por algún rincón, por lo que, por un momento maldije la elección del transporte escogido.

De todas formas logramos encontrarnos y como fui el último en llegar, fui para atrás, a pesar de ser el mas alto de los ocupantes. También estaba Marina, que es de Ecuador, y Bettina que es uruguaya.

Marta es malagueña pero vive en Senegal, allí fue por motivos laborales y se casó, por lo que hizo del viaje un recorrido, no solo visual sino de generador de historias que supo narrar de tal manera, que nuestras almas se trasladaron a esa zona sub sahariana y nos planteó cuanto desconocemos a veces de otra realidades y que poca difusión que tienen. Por lo que, por un buen rato, lo que era un viaje de placer y diversión, me cuestionó acerca de cuánto hacemos por que el mundo sea un lugar mejor.

Solo la geografía pudo cambiar el ánimo y entrando a tierras andaluzas, en Jaén mas precisamente, el coche se detuvo en medio de la carretera y bajamos a sentir el aroma a los olivos típicos de la región, luego disfrutamos de la sierra nevada granadina y seguimos rumbo a Málaga.

Durante todo el trayecto Marta fue contando las peculiaridades de cada zona que atravesábamos, e hizo que me enamorara de una región que aún no conocía ni había pisado y me sintiera un andaluz mas como por arte de magia.