Capítulo I

Edda

“Imagina que nada en tu vida existiera realmente»

Los ojos de mi madre me observan mientras parece decir algo, veo como sus finos labios se mueven pero no consigo escuchar nada, sonríe esperando al parecer que le conteste. Pero no me da tiempo a hablar para decirle que no la escucho, porque mi visión se hace totalmente borrosa.

Parpadeo, lo hago varias veces, pero es en vano. Me ahogo. El aire parece detenerse antes de llegar a mis pulmones y un horrible pitido comienza a invadir mis oídos.

Como si de la muerte se tratase, todo queda negro, en calma. Pero esta calma sólo dura segundos porque el aire, sin previo aviso, golpea mis pulmones haciéndome daño. El pitido vuelve, aún más intenso, más insoportable y ensordecedor.

Me llevo las manos a las orejas y las tapo con fuerza, intentando así hacer parar la emisión de ese sonido. Grito, y a pesar de no escucharme sé que estoy gritando. Pataleo con las piernas golpeándolas con fuerza contra la superficie en la que me encuentro. Mis uñas se clavan en mis mejillas, pero no siento dolor. Simplemente hago cada vez más presión, como si este gesto ayudara a reducir el dolor que se apodera de cada pequeña célula que forma mi cuerpo.

El pitido parece venir de lo más profundo de mi sien causando un dolor terrible.

No sé cuánto tiempo pasa, pero el ruido ya hace rato que ha cesado. Intento controlar mi respiración, pero no hay forma de conseguirlo, tiemblo y no siento ninguno de mis miembros. Cuando consigo reunir algo de fuerza, levanto la cabeza este simple gesto,produce un dolor que me recorre del cuello a la punta de los pies.

Intento centrar mi visión cuando lo consigo me doy cuenta que no estoy en el prado de flores junto a mi madre, tampoco estoy en casa, ni mucho menos en mi aldea. Poco a poco me voy incorporando, de la plataforma en la que estaba tumbada. Parece tratarse de una mesa de metal.

Me percato de que estoy totalmente desnuda y que mi cabeza está repleta de cables de muchos colores. Miro a mi alrededor y veo decenas de cuerpos desvestidos echados sobre placas, caras desconocidas con cables alrededor de sus cabezas que parecen formar una corona.

Me deshago de todos los cables que me tenían conectada a una extraña máquina y me pongo de pie, camino despacio por los pasillos perfectamente rectos y paralelos que forman las supuestas camas,observo el rostro de cada una de las personas. Poco a poco me doy cuenta de que hay desde ancianos hasta recién nacidos.

Todo da vueltas,formando una sensación equivalente a estar montada en un tiovivo que no se dispone a parar. Las ganas de llorar me invaden. No puedo quitar la vista horrorizada de la gran sala repleta de camas metálicas y cuerpos desnudos. Mi cabeza da vueltas aún más deprisa. Me invaden unas ganas vomitar terribles, mientras las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas. ¿Qué es esto?

Mis rodillas me fallan. Un dolor agudo en el estómago hace que me doble en dos, con una mueca. Envuelvo mis brazos alrededor de mi abdomen y vomito,dejo que mis tripas se desgarren escupiendo bilis ya que mi estomago esta totalmente vacío. Unos gritos repentinos llenan la sala, oigo quejas y gemidos. Me obligo a volver a levantarme y buscar de dónde vienen esas señales de vida. Las encuentro. Veo a un chico revolverse en la placa en la que está, mientras se tapa con fuerza las orejas para después comenzar a golpear su cabeza con fuerza contra la plataforma metálica en la que está tendido. Un líquido rojo se asoma desde su frente pero no me acerco, sólo observo.

Cuando por fin el chico termina la batalla contra sí mismo, jadea e intenta levantarse, pero cae tendido en el suelo.Ahora si, camino hacia su dirección y me quedo parada a la altura

de sus pies. Mira el techo con expresión angustiada, la sangre le gotea a un lado de la cara,sigo el recorrido del plasma sobre su piel hasta que esta cae al suelo formando pequeñas gotas. Mi respiración se hace más difícil, el oxígeno juega de nuevo con mis pulmones, hago constantes esfuerzos para respirar. Todo comienza a dar vueltas de nuevo y me apoyo en la placa de metal donde estaba acostado el chico. Decido dejar de mirarle.

Noto como se pone de pie. Su respiración me hace cosquillas en la nuca.

—¿Qué es esto? —susurra con la voz ronca por culpa de los gritos.

No me giro. Cierro los ojos con fuerza. Mi intención es gritarle que se aleje de mi, pero no consigo articular ninguna palabra.

—¡Contesta! —grita al cabo de unos minutos.

Noto sus manos húmedas agarrarme de los hombros para girarme hacia él. Siento mi cuerpo viscoso y vuelven las ganas de vomitar. Su mano toca mi cara pidiéndome que abra los ojos. Lo hago y, para mi horror, como presentía, sus manos están llenas de sangre.

—¡No sé qué es este lugar! —grito intentando no pensar en la sangre que cubre sus manos y ahora también a mí.

Veo que da vueltas sobre sí mismo para después llevarse las manos al rostro. Parece gruñir. Se acerca a un de los cuerpos para empezar a hablarle, pero no obtiene respuesta.

Después de varios intentos, los nervios se apoderan del chico que comienza abofetear a las personas dejando en ellas una mancha roja de su sangre.

—Para, por favor —le pido entre lágrimas.

El chico detiene su mano en el aire, para luego llevarla a su rostro y comenzar un

angustioso llanto. Mi único pensamiento es salir de esta sala de luces cegadoras, pero en este instante recuerdo que estamos desnudos. Doy una vuelta de trescientos sesenta grados sobre mi misma, examinando la sala con atención, me percato de la existencia de una puerta donde justo al lado quedan colgadas una especie de batas.

Le agarro al chico de la muñeca no se resiste y estiro de él hacia lo que parece ser la salida, cojo una bata y me la pongo, decido no pensar en las gotas de sangre ya negra que la cubren. El chico permanece quieto con la mirada perdida en ningún lado en concreto. Cojo otra bata y le ayudo a vestirse como si fuera un niño pequeño.

—Vamos, vamos que tenemos que salir de aquí. —le ruego; tenemos que darnos prisa.

Cuando por fin esta vestido, abro con gran esfuerzo la puerta que se asemeja a la de una nevera de carne.

Salimos a un pasillo tan estrecho que solo tiene espacio para uno, así que quedamos uno tras otro, en fila, aferrándome a su muñeca y buscando alguna puerta en ese largo pasillo,

intento no perder los nervios. La sensación de estar encerrada en un tubo me invade,aprieto la muñeca del chico, la luz de un botón de ascensor brilla en la oscuridad. Sonrío, mientras acelero el paso hacia él. Lo aprieto. Nos metemos en el ascensor. Es el chico quien esta vez aprieta al botón del cero.

—¿Sabes cómo hemos acabado aquí? —me pregunta con voz serena.Le miro y niego con la cabeza, parece haberse calmado—Estaba en mi casa cuando de repente… —el terror se apodera de sus ojos. Traga saliva, hace un gesto vacilante antes de continuar hablando—Mi nombre es Kilian —termina diciendo.

—Soy Edda —contesto, permanecemos callados uno sentado enfrente del otro mirándonos directamente a los ojos.

Estamos así hasta que la puerta se abre, salimos a un gran vestíbulo oscuro. Se oyen pequeñas explosiones en el exterior que parecen ser truenos o petardos. Recorremos el vestíbulo hacia una gran puerta de madera, es Kilian el que ahora me coge de la mano y me guía hacia ella.

—Salgamos de este infierno —le oigo decir mientras abre la puerta.

Mi corazón se para y la sonrisa desaparece de mis labios. Delante de nosotros queda una ciudad iluminada por el fuego. Miles de personas armadas se matan entre sí, gritos, tiroteos,caos. De repente quedamos a la vista de los encapuchados y comienza la lluvia de balas,uno de ellos, el más cercano a nosotros, cae de rodillas a la vez que un agujero se le forma en el centro de la frente.

—¡Corre! —grita Kilian cogiendo mi brazo con fuerza.

Parece que antes no estábamos en el infierno después de todo.


SINOPSIS:

Una nueva Pangea crea el único imperio del planeta Tierra, Verum, gobernado por «El presidente», quien todo vigila y todo sabe.

Edda una chica que por una extraña razón despierta del «sueño inducido» una nueva clase de condena perpetua se da cuenta que es la principal enemiga del país por el simple echo de ser quien es.

Sky por su parte una agente de las fuerzas armadas está dispuesta a darlo todo, incluso la vida para defender Verum y quien la gobierna.

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