Despertó en aquel oscuro rincón un lunes por la tarde. Estaba tumbada entre sábanas limpias pero con un olor que le traía malos recuerdos, Si es que podía fiarse de lo que sentía y era capaz de distinguir entre realidad e ilusión. Cada vez que sentía ese destello de un olor, un sonido o una voz, se esforzaba por concentrarse en él y al final lograba tejer un camino hacia su realidad, fuera la que fuese.

Volvió a cerrar los ojos y se adentró en su mente. Olor a Amador, a tristeza, su red esta vez iba más rápido de lo que quisiera en una dirección que siempre intentaba evitar. Alta velocidad sin saber dónde se escondían los frenos y de pronto sintió lágrimas contenidas, una bata blanca puesta sobre los hombros de alguien que venía a darle una horrible noticia mientras ella misma estaba en aquella habitación de hospital. Olor a hospital.

Abrió sus ojos de araña orgullosa tras haber tejido esa tela en la que seguía suspendida sin saber cómo había podido llegar hasta allí. En ese momento en el que debatía consigo misma si era capaz de seguir enmarañando y ahondar en el recuerdo, se abrió la puerta y sin encender ninguna luz, una figura entró en la habitación y fue hacia la otra cama que estaba junto a la ventana.

-¿Hola? ¿Podría dar alguna luz? Querría encontrar mis gafas. – Julia no estaba segura de querer lanzarse a la realidad.

-Claro que sí, por fin te despiertas. Creí que seguías dormida.

La desconocida encendió el fluorescente que correspondía a su cama y se giró hacia ella con cara de curiosidad. Era una mujer de su edad, con una bata preciosa que desentonaba con aquel lugar y con unos ojos llenos de vida enmarcados en el inevitable paso del tiempo.

-Te han traído esta mañana, te has debido dar un buen golpe porque tus hijos venían muy asustados. Tienes varios puntos en la cabeza, ¿no te duele?. Han estado mucho rato y después de hablar con los médicos se han ido antes que se hiciera de noche. A mí no me han dicho mucho pero estoy tan aburrida aquí que eres lo más emocionante que me ha pasado en mucho tiempo y he puesto un poco la oreja. Mis hijos se cuidan de que esté en la habitación sola, llevo mucho tiempo aquí recuperándome pero no termino de arrancar, tuve un par de compañeras que traían algún virus y empeoré así que mi castigo es no disfrutar más que de la compañía de las enfermeras.

Aquella mujer no paraba de hablar y a Julia le estaba costando seguirle el ritmo. ¿Se había caído? Encontró sentido al dolor de cabeza y a no acordarse del camino hasta allí. ¿Pero sus hijos? No le encajaba que estuvieran los dos en Madrid, Jacobo había estado hacía poco y su hija andaba perdida del mundo otra vez con su nueva adquisición: un italiano misterioso llamado Giovanni. Tuvo una mala sensación de aquello, la última vez que estuvieron juntos le sugirieron cambios en su vida que no le convencían para nada.

-¿Estás bien? ¿Quieres que llame a una enfermera? De noche está una muy maja, se llama Pili.

-¿Esto… es un hospital, verdad?- su mente iba tan deprisa por aquel complot que intuía que se estaba orquestando a sus espaldas que no acertó a decir otra cosa.

-Sí. Creo que es mejor que vuelvas a tumbarte y descanses un poco más. Dentro de poco se hará de día y verás las cosas con más claridad, los golpes en la cabeza son muy traicioneros. Mañana si quieres seguimos hablando.

Sonrió a aquella mujer que le iba resultando familiar, pero últimamente cualquier persona con la que hablaba más de cinco minutos se convertía en una imagen amable y cercana para ella. Pero esa cercanía era más fuerte, contigua a su cama sentía a alguien que realmente conocía. Se sonrió a ella misma, con la ilusión de poder recordar en sueños lo que en la vida real se le antojaba tan complicado.

La luz de la mañana asomó y no había sido capaz de poner en orden esa familiaridad ni de conciliar el sueño en toda la noche. Entonces entró una joven rubia, alta y con una sonrisa que le dibujaba la alegría de ver a su madre en el rostro; se acercó a la cama de su compañera y le dio un abrazo y un beso que la despertaron. Al sentir esa envidia de no tener, de no sentir, de querer vivir eso con su hija tan distante, tan independiente, tan lejana…se acordó.

El Retiro.

SINOPSIS:

Julia es una mujer de avanzada edad con un principio de Alzheimer con el que intenta convivir pero contra el que lucha cada día en una batalla perdida. La novela pretende dar visión a un colectivo que no es escuchado porque lo que tienen que contar es aleatorio y efímero, pretendiendo dar cordura a los pensamientos inconexos que ella tiene en su vida, la relación con sus hijos y su irremediable destino lejos de su casa, de su hogar.

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