1. Adelaida, 2016
No podía dejar de escuchar ¨Carrie¨ de Europe de forma patológica como si todavía fuera una adolescente en medio de una montaña rusa hormonal.
When lights go down, I see no reason
For you to cry. We’ve been through this before
In every time, in every season,
God knows I’ve tried
So please don’t ask for more.
Can’t you see it in my eyes
This might be our last goodbye.
Sola en mi oficina de la Universidad, haciendo como que no me importaba que era uno de los cumpleaños más deprimentes de la historia. No le había dicho a nadie que cumplía 38, prefería esconderme en mi cueva escribiendo mi tesis.
Ohhhh, Carrie, Carrie…
Era mi segundo cumpleaños desde la ¨Gran ruptura¨, si, voy a llamarla así porque fue una catástrofe equiparable a un holocausto nuclear. Después de 17 años otra vez sola, pobre y estudiante de doctorado en un país a 16.000 kms de España. Pero ¿qué estoy haciendo yo aquí? Por lo visto compadeciéndome de mi misma otra vez. Venga Carla vete a casa ya que mañana será otro día.
De repente, escuché alguien corriendo en el pasillo. La respiración se me cortó. Eran las diez de la noche, no debería haber nadie, y menos corriendo.
Había visto demasiadas películas americanas en las que te quedas encerrado en el instituto de noche y acabas siendo descuartizado con una sierra eléctrica para después servir de abono en el huerto escolar. Mi universidad era la típica institución anglosajona con pasillos laberínticos llenos de escaleras que conectan dos o tres edificios a la vez, era muy fácil perderse o que te hicieran desaparecer sobre todo porque solo dejaban las luces de emergencia encendidas. Puse la aplicación de linterna de mi móvil, abrí la puerta y orienté la luz a izquierda y derecha, nada, todo eran imaginaciones mías. Al fin y al cabo me paso el día quejándome por ruido, me molesta el ruido de la gente al masticar, cuando alguien tiene un tic y mueve la pierna compulsivamente, puedo incluso escuchar cómo la gente traga saliva o alguien que está en su coche con música a dos kilómetros de distancia, es una especie de maldición. Vale, con los años encima me estoy volviendo paranoica, creo que ya es hora de que me vaya.
Empecé a recoger mis cosas, guardar, si guardar todo en mi disco duro…mmm me queda un poco de barra de cereales, me la llevo porque no he comido nada desde hace ocho horas.
Cuando estoy a punto de abrir la puerta para irme, otra vez, alguien pasa corriendo por delante de mi despacho, pero no llego a verle. ¡Mierda, mierda, mierda! Todo me tiene que pasar a mí. Cálmate Carla, llama a los de seguridad. Nooo, me he dejado la aplicación de linterna encendida y me ha dejado sin batería. Ah, el teléfono de la oficina. Vale, hay que marcar 1222, da la llamada, venga cogedlo, venga hombre. “En este momento no estamos disponibles, llame más tarde”, ¿cómo? ¡Un contestador automático! Reconozco que en este momento sí que perdí los nervios y me puse a dar saltos de histeria y patadas al aire, con la mala suerte de darme contra la estantería de madera maciza en el pie. Dolió bastante. Me alegro de que no haya registro visual de este patético momento de mi historia.
Tranquilízate, tú puedes con esto, seguro que es fruto de tu imaginación, y ya sabes, si te atacan rodillazo en las partes, manotazo en la nariz y sales corriendo, las clases de defensa personal tiene que servir para algo. La puerta al aparcamiento está cerca.
Abrí la puerta de mi oficina y ni me molesté en cerrarla, salí corriendo hacia la salida cuando una puerta se abrió delante de mí. Me puse en posición de ataque, puños arriba, pierna preparada. Una figura de pelo corto y bajita apareció delante de mí y se acercaba lentamente, me quedé paralizada, no sabía si salir corriendo o entrar al trapo. Si salía corriendo me perseguiría y me podría atacar por detrás, era mejor controlar sus movimientos para decidir qué hacer. La figura seguía acercándose.
¡No te acerques, te digo que no te acerques! Como un autómata con mis movimientos programados me lancé sobre el potencial psycho killer me me había elegido a mí como su víctima número 225: Patada en la entrepierna, manotazo en la nariz, cae al suelo, ¡mochilazos en la espalda!
Las luces se encendieron de repente.
¡Sorpresa!
¡Carla, para ya, me has hecho polvo! ¿Dónde están mis gafas? ¡Que son nuevas y de diseño.
¿Martha? Pero…que estabas haciendo tú a oscuras aquí, me has dado un susto de muerte.
¿Un susto de muerte? Tú me has dado una paliza, no sabía que estabas tan fuerte.
Allí estaban todos, Yan, Connie, Rys y Grau muertos de risa al ver la escena de Bruce Lee en versión cutre con Martha. Todo había sido idea de Connie, a ella le encantaba organizar fiestas para sus amigos, sobre todo fiestas sorpresa y tenía un misterioso gran poder de convicción. Una vez hizo a Kay llevar a Nina con los ojos vendados por toda Adelaida en coche solo para que no supiera donde la llevaba para celebrar su cumpleaños, incluso se metió en varios aparcamientos subterráneos para despistar pero por lo visto adivinó que estábamos esperándola en la playa de Semaphore por las rotondas, aunque a Kay le hizo mucha ilusión de todas formas y se le saltaron las lágrimas al ver a toda la pandilla de pic-nic con un cartel de feliz cumpleaños. Ahora recuerdo que entonces le dije a Connie que a mí nunca me sorprendería, que soy muy buena oliéndome estas cosas. No sabía que en ese momento la estaba retando y que más que sorprenderme por poco no me mata de un ataque al corazón.
Debería haberme dado cuenta antes, Martha es la única del departamento, o en general la única persona adulta, a la que he visto correr por los pasillos de la universidad solo por diversión. Seguro que esta parte del plan se le ocurrió a ella. Me encantan nuestros paseos como antiguos griegos peripatéticos alrededor del patio de la universidad, intentando arreglar el mundo o solo a nosotras mismas.
Yan se acercó y me dio un abrazo como solo Yan sabe darlos, con una intensa ternura y delicadeza, siempre sabe lo que necesitan los demás. “Feliz cumpleaños, me alegro de que sigas viva”, me susurró al oído mientras disimulaba una risa socarrona.
¡Ya os dije que yo no quería una fiesta de cumpleaños! ─Grité fallando en mi intento de sonar enfadada justo antes de echarme a reír como no me reía en años.
2. Praga, 1977
Eliska conoció a Jan en el conservatorio. Ella tocaba el contrabajo y él era un virtuoso del violín. Los dos se enamoraron a través de su música antes de ni siquiera dirigirse la palabra. Eliska tocaba con fuerza y pasión, como si un huracán azotase su instrumento con un toque de dulzura. Jan era oscuro y sutil, las cuerdas de su violín parecían acariciar sus dedos y no al contrario. Cuando tocaban juntos, aunque hubiera otros músicos, ellos solo se escuchaban el uno al otro, eran como dos fuerzas opuestas que se complementaban a la perfección. Pasó un año sin que se atrevieran a comunicarse con palabras.
Un día en la biblioteca se sentaron a leer uno enfrente del otro, como sonámbulos que tienen un mismo sueño en silencio. Ambos se miraron con timidez y ambos necesitaron por fin usar palabras. Se podía escuchar a distancia como sus corazones dibujaban partituras de color en sus caras.
Eliska fue la primera en hablar.
¿Tienes los apuntes de Armonía? ─dijo ella aclarándose la voz como si llevase años sin usarla.
Él la miró y hubo una larga pausa antes de que contestara. No le estaba preguntando por los apuntes, si no por algo más. Era el comienzo de algo que Jan deseaba con todas sus fuerzas pero que no creía posible. Él sonrío aliviado, no había tenido que dar el primer paso.
─Sí claro, pero no los tengo aquí. ¿Quedamos más tarde en el Café Slavia?
─Sí ─dijo Eliska sin pensárselo un segundo, casi se arrepintió en seguida, no quería sonar demasiado ansiosa. Le dio tanta vergüenza que decidió irse sin decir nada más.
─ ¡Espera! ─dijo Jan cogiéndola del brazo.
A ella se le erizó la piel y se quedó paralizada, sin saber qué hacer, era la primera vez que él la tocaba. Jan tardó un segundos en apartar su mano, acariciándola delicadamente al hacerlo.
─ ¿A qué hora quedamos? ─dijo él sin apartar su mirada de sus ojos.
─A las seis ─susurró ella con dificultad, incapaz de saber cómo reaccionar ante tanta emoción.
Praga era una ciudad inundada de coloridos cafés donde la gente se reunía a discutir sobre un poco de todo y de nada a la vez. La tarde en el café Slavia junto al río Vltava, pasó entre ardientes discusiones sobre
el mundo
mejillas encendidas
sus familias
intolerancia
filosofía
lluvia en la ventana
música en sus ojos
miedo
el suave olor a tierra mojada
mejillas encendidas
sus manos enredadas
por fin
Eliska y Jan se vieron esa y muchas otras tardes. La semilla de su amor creció como una planta mutante que rompía la homogeneidad del jardín bien ordenado que habían plantado sus padres para ellos.
Eliska era atea y Jan judío.
3. Em
¡Ya os dije que yo no quería una fiesta de cumpleaños! ─Pero sí que la quería, no podía admitir que me asustaba que hubiera pasado un año más sin saber hacia dónde iba, eternamente a la deriva.
Connie se acercó con una sonrisa contenida, como si supiera qué iba a pasar exactamente.
─ ¿Qué te pongo Carla? Hay un poco de todo.
─ Con, venga ya sabes que no puedo.
─Mmmm… ¿de verdad? ¿En tu 40 cumpleaños vas a tomar zumitos como siempre?
─!40 no, 38!
Cada vez que les explicaba a mis amigos que me emborrachaba solo con dos copas, que había llegado a tener alucinaciones y me creía que podía hablar idiomas que nadie conocía, a ellos les parecía de lo más gracioso y por eso insistían más. Hasta hoy siempre me había negado sistemáticamente. Ese extraño trance en el que me sumergía estaba lejos de la borrachera estúpida que ellos imaginaban. No me avergonzaba, me asustaba aquel lugar extraño y oscuro.
Pero no sé por qué aquella noche, por una vez dije que sí, al fin y al cabo, estaba con mis amigos en la universidad, ¿qué podía pasar?
Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
(Mercedes Sosa)
La luz del sol clavándose en mi cara me despertó a una hora indeterminada de la tarde. Tenía la certeza de que había hecho algo horrible. ¿Cuánto había dormido? ¿Qué pasó anoche? Puede que hubiera tenido una pesadilla, al fin y al cabo, rara vez no las tenía. Me faltaba el aire, estaba hecha polvo, como si tuviera la gripe de repente. Noté que me dolía mucho el brazo derecho, me lo puse delante de la cara, aún me costaba abrir los ojos, tenía un corte superficial y sangre en mi camiseta. Miré alrededor, parecía que un tornado había pasado por mi habitación. Ropa, zapatos, papeles dibujaban espirales arbitrarias en el suelo.
Quizá todavía estaba soñando, pero la sensación de suciedad en mi piel era demasiado real. Mis manos, mis brazos, hasta mis piernas estaban cubiertas de barro seco, igual que la cama y las paredes. Antes de poder sacar ninguna conclusión, me entraron arcadas, salí corriendo, abrí la puerta de mi habitación, atravesé el salón tropezando con todo tipo de cosas que no alcancé a ver y llegué por fin al baño, el vómito salió quemándome por dentro. Como en un trance, recostada sobre el váter, flashes de la noche anterior aparecían ante mis ojos como en una película en blanco y negro mal coloreada.
Yan y yo bailábamos free style, sin que nada nos importase. Siempre éramos los primeros en bailar en cualquier fiesta. Recuerdo subirme a una mesa…¡I am the King of the world!
Otra arcada.
Mi mano destapando el modelo de golem que llevaba meses haciendo con barro en el laboratorio.
Otra arcada, y ya no quedaba nada que vomitar.
Todos se echaron a reír porque esperaban que el golem fuera un hombre, o quizá fue porque tenía pechos…bueno…pechos perfectos. Mi golem tiene una cara angelical, pero pies gigantescos como los de un hobbit, ojos rasgados y labios carnosos, y unos brazos musculosos. No entiendo de qué se reían, es la criatura más bella que nadie pudiera imaginar.
Rys y Grau me pidieron que les enseñara el libro que contiene el encantamiento escrito por el rabino Judah Loew para dar vida a un golem, los dos son bastante frikis de estos temas, los 3 jugamos a dragones y mazmorras juntos. Fui a cogerlo a mi despacho, tambaleándome por los pasillos. Cuando volví Martha había tenido un arranque artístico. Mi golem ahora también tenía un pene. Había un silencio sepulcral, nadie sabía cómo me lo tomaría.
Martha soltó de repente…si no te gusta lo hago más grande ¿eh? Todos estallaron de risa.
─ Noooo, está bien así. ─ Dije mientras ponía los ojos en blanco.
La última arcada me dejó sin aliento en el suelo del baño. Pero ¿qué había hecho con mi trabajo de 3 meses de documentación? Me había gastado todo mi presupuesto del doctorado en ese modelo de barro de un golem, aunque sí que es verdad que me había tomado mucha libertad artística, y era la primera vez que alguien lo veía. ¡Para una vez que bebo!
Salí corriendo a vestirme, tenía que ir a la universidad en seguida, mi móvil seguía muerto y no tenía tiempo de recargarlo. En 15 minutos me planté en la puerta, como era sábado tuve que pasar la tarjeta, todo seguía desierto. Abrí la puerta del laboratorio, el golem no estaba. Mi golem no estaba. Me entró un ataque de pánico. ¿Lo habíamos destrozado, tirado, descuartizado? Tengo que cargar el móvil y llamar a todos, van a pasar a la lista negra como no encuentre a mi golem.
Al ver la sábana en el suelo, de repente recordé que a Rys y a Grau se les ocurrió que hiciéramos el encantamiento juntos, así que pusimos música trance y bailamos en círculo alrededor del golem. Me hice un corte en el brazo y escribí con mi propia sangre EMETH en su cuello, aunque se suele hacer en la frente, pero me dio demasiada pena estropear esa cara tan perfecta. Recité las 231 puertas de la Cábala de memoria, no sé muy bien cómo porque sólo las había leído una vez en mi vida. Después todo se quedaron expectantes, como si el golem fuera a abrir los ojos de verdad. Pero no pasó nada.
─Ella se merece por lo menos un nombre ¿no? ─Dijo Grau, sonando extrañamente emocionada y triste, como si todos hubiéramos tenido un aborto espontáneo comunitario.
─Ella no, Élle…recordad que no es ni un hombre ni una mujer. ─Dijo Yan con tono molesto porque el golem no podía decirnos qué pronombre prefería.
Si hubiera nacido le hubiera llamado Em, pensé sin decir nada.
Resumen:
Por muy increíble que parezca esta es una historia basada en mi vida de ciencia ficción. Carla, una estudiante de doctorado española en Australia se ve envuelta en una serie de extraños sucesos tras emborracharse en la noche de su cumpleaños e intentar crear un golem. Una tragedia del pasado entre dos jóvenes en Praga parece estar conectada con la vida de Carla de una manera misteriosa que tendrá que descubrir para entender quién es ella en realidad.
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