I

El Misterio

Doña Margarita era una buena mujer que ya estaba en sus cuarenta, en el pueblo todos la querían mucho y la conocían como una persona tranquila, siempre en calma, amable y con una sonrisa para todos.

Estaba casada desde hacía quince años con Don Leopoldo, el alcalde del pueblo, hombre honesto y bonachón, aunque más dispuesto a ganarse la simpatía de la gente del pueblo con bromas, fiestas y falsos discursos que a trabajar. Don Leopoldo había estado enamorado de Doña Margarita desde el primer día, pero ella parecía perder cada día el poco amor que ya le tenía.

Desde su nacimiento Margarita había vivido en el mismo pueblo, muy pequeño pero encantador, sus calles estrechas de piedra y las casas de techos rojos lo hacían especialmente acogedor, pero para ella, los grandes árboles que daban sombra mientras caminaba y que en otoño tapizaban las grises calles de hojas de suave color naranja así como su sol siempre resplandeciente eran lo que hacía especial a aquel recóndito lugar, dándole un aire mágico que se unía a la fresca brisa con olor a flores que perfumaba cada rincón del poblado.

Pero hacía unas semanas que algo extraño había tocado a la pequeña ciudad, algo que inquietaba a Doña Margarita, que había llegado a perturbar su siempre presente serenidad, que había robado su sueño haciéndola presa de intermitentes pesadillas pero lo que más la inquietaba no era sólo aquella sensación sino el darse cuenta poco a poco de que era la única habitante del poblado a quien le inquietaba el suceso.

Sus amigas parecían estar encantadas, todos los días se reunían en el pequeño café del pueblo, se sentaban en la misma mesa junto a la ventana, y en donde se podía ver la plaza, sin embargo mientras sus amigas embebidas en aquel suceso con una sonrisa permanente en sus labios hablaban de aquello, la mujer sentía un frío que recorría su piel.

Por su parte, a Don Leopoldo no era de utilidad contarle acerca del problema que le aquejaba y que bailaba siempre en su mente, al contrario, cada vez que hablaba con él sentía que enloquecía ya que no estaba sólo encantado por el asunto, sino que había echado mano de ello para su campaña de reelección como alcalde, dándole al parecer buenos frutos.

A Doña Margarita cada vez la invitaban menos a las fiestas y reuniones del pueblo, cuando iba al café sentía que sus amigas se alejaban cada vez más y que se sentían incómodas con su presencia, cansadas de sus comentarios desconfiados y sus miradas suspicaces.

La única esperanza de Doña Margarita era el viejo y obeso cura de la parroquia, hombre blanco y rozagante que iba tras cuanto manjar veía, pero el cura pese a su aspecto de aparente inocencia dudaba de lo que ocurría en el pueblo y aunque momentáneamente era encantado, de repente, un extraño frío comenzaba a recorrer cada parte de su cuerpo, desconcertándolo y llevándolo a temer que algo fuera a ensombrecer al celestial poblado.

Hablar con Margarita sólo lograba angustiar más al Padre José, que perdía ya las cuentas de las campanadas que daba y de la hora para iniciar las misas hasta que los feligreses se sentaban por largo tiempo en los bancos esperando por el sacerdote, aunque cada vez la iglesia se encontraba más solitaria.

Pero había dos personas que fielmente asistían a la parroquia día tras día, una de ellas, Doña Margarita que iba tan frecuentemente que a Don Leopoldo le comenzaban a molestar sus visitas, observando cómo su amada esposa parecía preferir la compañía del viejo cura a la de su marido, lo que lo hacía recordar lo poco que Margarita lo amaba en realidad.

Sin embargo, pese a las sospechas de Don Leopoldo, las reuniones entre Margarita y el Padre José tenían como propósito convencerse mutuamente de que sus preocupaciones eran injustificadas y que no existía motivo alguno de desconfianza y que era únicamente el tedio de vivir en un pueblo tan pequeño lo que hacía que pasara por sus mentes esos extraños pensamientos.

Algunos días, los confidentes buscaban incesantemente fundamentos para sus variadas preocupaciones viendo con recelo todo lo que ocurría en la ciudad, pasando por sus mentes las razones más oscuras que habían llevado a que aquello apareciera por sus hogares, y así, día tras día Margarita intentaba convencer al cura de que debía hacer un mayor esfuerzo en acercarse a los vecinos y hablarles sobre el peligro que ella creía venir pero los intentos del sacerdote parecían infructuosos, y comenzaba a preocuparle que lo único que podía lograr con ello era alejar a los fieles de la parroquia o al menos a los pocos que quedaban ya.

Y así, las reuniones entre Margarita y el cura servían para convencerse que no estaban enloqueciendo o al menos de que se tenían uno al otro y no estaban solos. Claro que el sacerdote tenía a una segunda persona que lo visitaba, alguien interesante pero que le helaba el cuerpo a la vez.

Luego de estas conversaciones con el sacerdorte, la atribulada mujer caminaba muy lentamente hasta su casa, preguntándose si sus amigas tenían razón y ella buscaba inexplicablemente una forma para no sentirse feliz

– ¿Sería que en realidad le encantaba demasiado y por eso sentía que era peligroso? – pensaba momentáneamente, pero luego este pensamiento era rápidamente interrumpido y es que no creía que esta idea podía ser cierta, había algo extraño y maligno en todo aquello, pero quizá esto era lo que en el fondo le fascinaba tanto.

Y es que desde hacía semanas el sol ya no brillaba igual, parecía que aquel se lo había agarrado para sí, y unas nubes espesas cubrían el vasto cielo azul, la brisa viajaba rápidamente, atravesando con ráfagas a la ciudad, mientras que una ola de frío inundaba al pueblo.

Para ese entonces, ya Margarita se sentía muy sola, sentía que el pueblo le había dado la espalda y en efecto así era, ya muchos la ignoraban cuando caminaba por las estrechas calles de piedra, mientras sentía que una mirada oscura y penetrante la seguía paso a paso.

Sinopsis

Un misterioso hombre aparece una mañana en las puertas del café del pueblo, rápidamente el extraño logra seducir a todos los habitantes menos a dos de ellos, a Doña Margarita, la esposa del alcalde y el viejo sacerdote del pueblo. Ambos empiezan a dudar de las intenciones del enigmático visitante, seguros de que están engañando al resto de los pobladores y de que se encuentra relacionados con los cambios que van ocurriendo en el lugar, juntos deciden embarcarse en la tarea de investigar de dónde proviene el carismático y oscuro hombre.

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