En 1953 un año marcado para la población uruguaya ya que se celebraba su reciente victoria de Uruguay en el Mundial, Richard Read vino al mundo en el Sanatorio Canzani. Durante sus primeros años su acogedor hogar supo ser el garaje en casa de sus abuelos, donde convivía con sus padres y hermanos. La escasez de recursos marcó su infancia, pero también le forjó un carácter resiliente y determinado. A la temprana edad de 12 años, comenzó a trabajar repartiendo leche en las mañanas, un trabajo que realizaba con esmero antes de regresar a su hogar y prepararse para asistir al liceo. A pesar de las exigencias de su día, Read encontraba tiempo para jugar al fútbol donde se presentó en algunos clubes locales.
A los 15 años, lleno de esperanza, decidió participar en un concurso para un puesto en la empresa Pilsen. Sin embargo, sus sueños de trabajar allí se vieron truncados por la falta de estudios. Esto no lo desalentó en su búsqueda de superación y Dos años más tarde, logró obtener un empleo como administrativo en una empresa, aunque en condiciones de informalidad así fue durante tres años, desempeñó su labor con dedicación, dejando de lado la omisión a sus derechos por parte de la empresa.
En 1977, con la experiencia adquirida y una determinación renovada, obtuvo una nueva oportunidad a concursar para entrar a la Pilsen. Esta vez, fue aceptado como administrativo, un logro que marcaría el inicio de su carrera laboral en la empresa, donde permanecería hasta su jubilación. Fue en Pilsen donde conoció al “Flaco Hernández”, un carismático y destacado dirigente sindical. Bajo su influencia, Read encontró su verdadera vocación: la defensa de los derechos de los trabajadores.
Durante su carrera siempre fijo su rumbo en apoyar y retribuir a la sociedad promoviendo la solidaridad con grandes conocimientos y como buen orador convocaba asambleas masivas donde se discutian diferentes negociaciones, imponiéndose ante la oposición de aquellos impenetrables monarcas.
El recuerdo de su infancia llena de carencias y el impacto del trabajo infantil que había vivido fueron el combustible que alimentó su lucha sindical. Read se convirtió en un apasionado defensor de la justicia laboral, exigiendo salarios dignos, beneficios y jornadas laborales más cortas para los trabajadores. Entendía que cada mejora alcanzada no solo dignificaba la vida de los mismos, sino que también les daba la oportunidad de soñar con un futuro mejor para ellos y sus familias.
Su compromiso no se limitó a las reivindicaciones laborales. Read, con una visión clara de lo que significaba empoderar a la comunidad, fundó una escuela de oficios en Paso Carrasco. Este espacio no solo brindaba formación profesional, sino que también funcionaba como merendero, ofreciendo un plato de comida caliente a quienes lo necesitaban. Gracias a los convenios que gestionó con Pilsen y Danone, esta escuela se convirtió en un faro de esperanza para muchos jóvenes.
La vida de Richard Read es el testimonio de cómo las adversidades pueden moldear a un individuo, transformando el dolor en una fuerza imparable para el cambio. Lo que comenzó como una infancia marcada por la necesidad se convirtió en una carrera dedicada a la lucha por la justicia y la equidad. Reead no solo mejoró las condiciones de trabajo de muchos compañeros suyos en FNC sino que también dejó un legado de solidaridad y superación que perdurará por generaciones.
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