Quien lo conociera no lo hubiera adivinado, los cambios en él fueron como el tequila de una noche de solteros, ahora corría para empezar la mañana, hecho todo un hombre en la edad correcta, con las ideas concretas algunas heridas que mostraba con garbo la evidencia de alguna batalla. No había rastros de dolor en sus piernas, ni en su sonrisa y no estaba solo. Quizás por eso no nos animamos a preguntar sobre su pasado. Sin duda sabíamos que no era un hombre de pocas palabras.
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