Por ahí una mañana, me encontré con un amigo que me dijo que quería verse conmigo, para consultarme sobre un asunto de derecho agrario, pero como la entrevista tenía visos de ser larga, me invitó a comer un adobo arequipeño allá donde lo preparan muy bien.

Tras recibir su preocupación sobre unas tierras de pastos naturales propiedad de un cliente suyo, sobre las que existía un denuncio minero de una empresa que deseaba comprarlas. Entonces le dije que me hiciera llegar todos los documentos de ese predio, porque había que descartar que esas tierras estuvieran fuera de algún territorio comunal, así como establecer otros detalles, como su inscripción registral, etc.

Después de esa inquietud; creo que, porque me había ganado su confianza, me quiso contar una historia, para que luego le diera mi opinión.

El caso era que hace dos años en uno de esos pleitos domésticos que nunca faltan, ni entre los reyes, la esposa de su defendido con mucha rabia le dijo que quería divorciarse y cuándo este se puso a reír y hacerle burlas, para que la tomara en serio, pero sobre todo para callarle la boca le confesó que ya no lo amaba, porque tenía un nuevo amor. Entonces fue cuando el hombre desapareció del lugar de la discusión y se apareció con un revólver. Y si la mujer no se movía como una gata sorprendida que puede correr hasta por las paredes, seguro que alguna de las tres balas que salieron de aquel pistolón habría dado en el blanco. Y como los estruendos salieron de un arma de fuego y la víctima salió gritando y corriendo desesperadamente como una taruca sorprendida por un cazador, los vecinos llamaron a la policía y en menos de media hora se lo llevaron revólver y todo.

Cómo el caso era grave lo llevaron directamente al despacho del jefe y cuando este vio la S&W 686-6 International 357Mag 6”, orgullo del gigante Smith & Wesson de robusta y duradera construcción, creado para aguantar la acción Magnum sin ningún problema, se enamoró de esa joya, entonces dio la orden de que él mismo se haría cargo de la investigación. Pero en el camino a la comisaría llamó a mi amigo y por eso estuvo ahí, para hacerse cargo de su defensa.

“Menos mal que su esposa le contó a la policía que la reacción homicida de su marido fue porque ella de cólera, pero en broma, le había dicho que deseaba separarse de él, porque tenía un amante”. “¿Y eso?” Le pregunté y me respondió que por esa infidelidad declarada, pero sobre todo gracias al revólver la investigación culminó aquella misma tarde con una severa reprimenda del jefe y delante de mi colega se convino en que debido a que el asunto no llegó a mayores, porque nadie había resultado herido, y también porque a pedido de la mujer que todavía tenía la voz temblorosa, él se alejaría a por lo menos tres kilómetros de ella y que al día siguiente él como su abogado comenzaría los trámites del divorcio por mutuo disenso.

Después le dijo a la mujer que desocupara su oficina y lo esperara en el hall. Cuando estuvieron solos le preguntó de dónde había sacado ese revólver y si tenía licencia y como no quiso responderle, con mucha autoridad, le dijo. “!Esto se queda aquí, para ser remitido a los depósitos de la oficina de control de armas”. Luego le advirtió que, si se le ocurría molestar a su víctima, primero le iniciaría una investigación por tentativa de homicidio y luego le armaría un atestado por tenencia ilegal de arma de fuego que tiene una pena de seis a quince años de prisión. “!No sabes en lo que te has metido!”. Le recalcó.

Mientras tanto en el hall donde estaba esperando la mujer, esta le contaba a una policía que ese brutal y asesino arranque de su marido se debía a que ella en broma le dijo que quería irse de su lado, y como este se burlaba y se reía, montada en cólera le dijo que quería separarse porque había otro hombre en su vida. Entonces fue cuando la mujer policía mirándole a la cara y con tono enojado exclamó. “!Eso no se dice nunca!” “Pero solo fue en broma”, alegó la otra. “!Ni en broma!” Porque eso tiene que ver con los homicidios por emoción violenta y ahorita mismo estarías muerta y él en pocos meses estaría feliz en la calle y buscando otra mujer menos estúpida que tú”. “Pero yo ya no quiero saber nada con él”. Le confió. “Da gracias al jefe que es de la idea de que estando las cosas así, mejor es que se separen, porque está seguro de que como a tu marido ya le has sembrado en la mente que es un cornudo, entonces en cualquier momento te puede matar, pero esta vez con un puñal y por la espalda”.

Cuando acabó la reunión salieron al hall y el jefe dirigiéndose a la mujer le dijo que todo lo que haya que hacer, para que cumplan con su promesa de separarse, se haría a través del abogado, quién deberá informar minuciosamente a la oficial Pacheco las acciones que con ese motivo está realizando. “!En caso contrario procederé conforme a ley!”. Amenazó.

Dos días después solicitaron al alcalde de la municipalidad de la provincia la separación convencional de su vínculo matrimonial. Cuando el abogado junto a la mujer dio cuenta de esta acción ante la oficial, esta le dijo que eso estaba muy bien y que antes de despedirlos deseaba saber por qué esa arma de fuego que casi la mata estaba en su domicilio, la respuesta fue que ella no sabía en absoluto de su existencia. “¡Haga memoria¡”, le pidió. Después de un rato la mujer le dijo que el año pasado su esposo tuvo que viajar a su pueblo para asistir al entierro de su hermano y como este andaba metido en eso del tráfico de drogas, quizá de allí sea su procedencia.

Después de dos meses de resuelta la petición anterior, solicitaron ante el mismo alcalde la disolución del vínculo matrimonial. Y con la resolución que recayó sobre esta solicitud se murió aquel maridaje para la satisfacción del jefe policial que lo ordenó.

Pero como la historia me pareció interesante, le pregunté sí quería servirse una cerveza y como me aceptó, pedí la mejor que tenían y nos sirvieron aquellas que me gustaban y después de eso continúo con aquel drama.

Y era que un día en un parque su cliente se encontró con una guapa y muy atractiva mujer que estaba sentada en una banca contigua a la suya, y que como un embrujado imán le atraía, y cuando ya no pudo aguantar aquel exigente llamamiento, se acercó a la dama y para su sorpresa era la mismísima Irma, la mujer que un día lo sedujo hasta hacerlo su marido, pero esta vez estaba como para seducir a cualquier mortal. Entonces le dijo. “No. No te preocupes, no te voy a hacer nada. Yo solo vi una mujer muy atractiva y por eso me acerqué sin saber que eras tú. Pero ahora veo que eres otra”. “Siempre he sido lo que yo he querido. Pero por favor no te acerques más a mí, porque estoy felizmente casada con un hombre que de verdad me ama y como ves me cuida, pero sobre todo me respeta”. “¿Y se podría saber quién es?” Le preguntó. “Eso no se dice, pero por favor por tu bien, te recomiendo que no te acerques más a mí, porque si le digo que me acosas, hasta te puede matar, porque es quinientas veces más celoso que tú”. Hasta la voz le había cambiado, pues, aunque parecía molesta, era más melodiosa y sexi.

Pero como le conocía de qué pie cojeaba, le dijo con cara de mucha tristeza. “Solo quería hacerte saber que he hecho cuentas del patrimonio que teníamos cuando éramos casados y creo que hay siete mil soles que pudieron haberte correspondido. También en mi pueblo trato con una empresa minera que quiere comprarme las tierras que mis abuelos nos donaron en nuestra boda a un precio que puede darme lo suficiente para comprarme un buen terreno, construir un edificio con varios departamentos y así vivir de mis rentas. Perdóname, no era mi intención molestarte. Solo quería decirte esto”. Le dijo con tono apagado.

En eso la mujer le mostró el rostro y vio que tenía unos enormes ojazos que nunca los había visto antes o no los quiso ver. “Si a pesar de estar casada, todavía quieres devolverme lo que me pertenece. Dame el número de tu teléfono.” “Es el mismo de siempre”. Le dijo y sin despedirse se alejó

Después de algunas semanas con tono indiferente lo llamó para decirle de qué se trataba eso del dinero que le correspondía, y le respondió que se trataba de eso que le había dicho y que solo era cuestión de que alguna vez se encontraran. «Pero si eso es un engaño y sólo quisieras verme para matarme, quizá esta vez sea con un cuchillo y por la espalda”. Le dijo ella. “Bueno, aquella vez fue un arrebato de celos debido a que yo era tu esposo y aunque no me creas yo te quería, y creí que por eso me debías respeto, pero eso ya pasó. Pero ahora que no somos nada, porqué querría hacerte daño. Bueno, sólo me queda decirte que si tienes ese temor, no tienes la culpa. Yo he sido un salvaje, una bestia y por eso me merezco lo que estoy sufriendo, pero ya vendrá alguien enviada por Diosito a consolarme y no quiero tener nada tuyo cuando llegue ese momento, pues quiero empezar de cero. Discúlpame por favor, sólo quería decirte que hasta que me llegue la muerte, de todos modos, siempre tendrás un lugarcito aquí en el fondo de mi corazón donde te evoco cuando estoy triste”. Y cortó la llamada.

A los dos días volvió a llamarlo para ver de qué modo podían encontrarse para concretar algo. Cuando entendió ese su interés de hacerlo a las espaldas de su marido, le dijo. “Tú sabrás decirme dónde y cuándo”. Y otra vez cortó la llamada. Un par de horas más tarde volvió a llamar, para decirle que si él sabría dónde y cómo. “Sobre ese detalle sólo sabría decirte que estoy viviendo en el tercer piso de un edificio del jirón Las Gardenias número 123, porque de otro lugar no sabría decirte nada”. Y esa vez la que cortó fue ella.

Después de una semana volvió a llamar para decirle que por un quehacer doméstico estaba en el jirón de su casa y que solo quería saber si estaba allí, y cuando le respondió que sí, le dijo cuando esté en la puerta te llamo para que me entregues lo que dices que quieres darme. Y se apostó en la entrada del edificio donde vivía con un sobre dónde había puesto dos mil soles y cuando ella se apareció, él con una cara de baboso enamorado se lo entregó diciéndole que eso nomás tenía por el momento, porque el resto estaba en el banco. “Perdóname si esta pequeñez te ofende y si quieres tomar un cafecito o cualquier cosa podemos pasar a mi humilde guarida”. “Quizá el día en que vuelva por el resto”, le dijo y se fue.

«Ya vas mordiendo el anzuelo”. Pensó maliciosamente. Pero luego se pesó de tener aquella mala honda con alguien que alguna vez de verdad lo amó y que ahora estaba como para enamorarse, para comérsela y para volverse loco otra vez.

Después de algunos días, muy temprano por la mañana volvió a llamarlo, para decirle que quería verlo, pero no en la puerta de ese edificio sino dentro y que ella quería entrar sola como si visitara a cualquier otro residente, menos a él. Cuando aquello sucedió la esperó en medio del pasillo del tercer piso, la hizo pasar y ella vio que aquel lugar tenía una pequeña salita, una cocinita con su comedor y la puerta de una habitación que debía ser su dormitorio y seguro que allí estaría el baño que no se veía por ningún lugar. Y en la cocina una pequeña olla. “De aquí a una cuadra venden un riquísimo caldo de gallina y pensando en que te gustaría lo compré». Cuando se dispuso a servirlo, ella se adelantó e hizo esa tarea y después de desayunarse tomaron asiento en la sala y se pusieron a conversar de todo y de nada.

De un momento a otro, ella se puso muy, pero muy triste, hecho que le obligó a acercarse para consolarla de cualquier pena que le pudiera estar pasando y sin proponérselo acabó abrazándola y besándola y en ese plan terminaron en el dormitorio donde el sintió las delicias de la carne ajena en medio del mórbido placer que obsequia el adulterio. Cuando se despidieron ella se marchó con el contenido de otro sobre, porque cuando de verdad a un hombre le gusta algo, ya no tiene importancia todo lo demás.

Después de consumar aquel pecaminoso acto, por una centésima de segundo pensó que eso que estaba haciendo podría acabar muy mal, pues por esos días por boca de un subalterno se había enterado de que su nuevo marido era aquel jefe policial que intervino en ese feo asunto de los balazos en su casa, y ese era quién lo venía “atrasando” con la Irma cuando era su mujer y que se aprovechó de su metida de pata, para separarlos y quedarse con ella y su costosa arma.

“Pero que rico es refocilarse con la mujer de otro y más rico es cuando sabes que te quiere más que a su marido y que puedes hacerlo sin ningún temor y que, si de esa entrega resulta embarazada, existe un huevón que sin que te enteres, se hará cargo del resultado de aquel desenfrenado placer”. Pensaba. Pero cuando recapacitó que estaba jugando con fuego muy para sus adentros con júbilo se dijo. “¡Qué me importa! Por mucho menos han muerto otros”.

Luego las visitas fueron cuatro veces más y después de cada una, pensaba que su actual marido sentiría el mismo placer cuando a la Irma le hacía el amor sabiendo que era la mujer de otro. Luego se hacía pesar por pensar algo así de monstruoso, y se consolaba imaginando que eso estaba lejos de ser un inmoral extravío carnal, y que en realidad era la más pura y sagrada entrega envuelta en un sincero amor que jamás los dos habían sentido.

Al día siguiente de su último encuentro por los noticieros locales, se enteró que un sicario del narcotráfico había asesinado a la esposa del jefe policial, solo porque este valeroso servidor de las fuerzas del orden estaba persiguiendo implacablemente a los miembros de una banda. Más tarde por otro noticiero se enteró que la Irma era la desgraciada esposa de aquel sufrido oficial que llorando ante las cámaras de la televisión local se lamentaba de no haberla alertado del peligro en que se encontraba ella y todos los familiares de los policías que están detrás del crimen organizado.

Buscando como loco más información se tropezó con una más seria y completa que daba cuenta que aquella pobre señora había sido víctima de cinco disparos de un arma de alto calibre tipo Magnus y que una le destrozó casi todo el cráneo.

“!Mi revólver Smith & Wesson 868. ¡¡Ese hijo de puta la mató!! Gritó a pesar de encontrarse solo. Pero luego se calmó pensando en que el también podía haberlo hecho porque le había puesto los cuernos con aquel tombito y sin embargo había salido bien parado de ese atentado, pero que esta vez, cuando los cachos fueron para su nuevo marido, la pobre no tuvo la misma suerte, porque éste sí estaba entrenado para usar un arma de alto calibre.

Después se enteró que el “criminal” como lo llamaba él, era una “joyita” que le gustaba chupar buenos wiskis, comerse a todas las “venecas” que se le presentaban y por eso procuraba que su mujer se pareciera a una de ellas, y para eso la inscribió en un gimnasio, y le exigía que se tiñera el pelo así, se maquillara asá y se vistiera del modo cómo estilan ellas. Su peor defecto era ser devoto de la virgen del puño y por eso nunca le dio un solo céntimo para sus gastos, y por eso jamás pagó todo lo que se fiaba para que ella se viera linda, y por eso ella tuvo que acercarse ahí donde le ofrecieron algún dinero, porque le daba mucha vergüenza de que la estuvieran cobrando del gimnasio, de los salones de belleza, de las tiendas de ropa y de otros muchos lugares.

También supo que su institución le había pagado mucho dinero por la muerte de su mártir esposa y que lo condecoraron por ese y otros motivos que solo ellos comprenden. Y que unos meses después lo ascendieron y debido a su nuevo rango se fue a trabajar a la capital de otro departamento y que la pobre Irma se quedó botada en el cementerio general del pueblo, donde solo él la visita y le lleva algunas flores rezándole algo.

Cuando después de escuchar esa perversa historia, me pidió mi opinión. La verdad es que quise decir muchas cosas, pero luego reparé que eso era ocioso, entonces solo atiné a señalar que esa fue la desgracia de una mujer llena de miedo y por eso sin libertad que cayó en manos de dos locos hijos de puta. Y me despedí.

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