Ekpyrosis: Tras los dioses

Ekpyrosis: Tras los dioses

Ambrosius Costeau

24/07/2024

#bocadillo『1. Memorias quebradas』

Oscuridad, oscuridad y silencio, eso era lo único que había, nada más que ver, nada más que sentir, solo silencio, un abismal silencio, ¿Dónde era que estaba en primer lugar? No sabía, pero tampoco es como si pudiera concentrarse en eso, el silencio, la oscuridad y el vacío lo tenían totalmente absorto.

De pronto el silencio se esfumó y fue remplazado por el sonido del viento, un viento suave y danzante, la oscuridad también fue desapareciendo y en su lugar aparecieron vívidos colores, verdes, cafés, rojos, amarillos y azules, que a su vez fueron creando figuras para terminar creando un todo, un bosque, frondoso, lleno de florecillas de todos colores, un cielo despejado con el sol justo en medio, el cual azotaría sin piedad de no ser por los árboles que generaban unas refrescantes sombras que servían de refugio ante los implacables rayos solares.

Era Oliver Sempere, un chico, apenas pasado de los dieciocho años, de complexión media, alto, pelo castaño y en sus manos tenía un hacha, se encontraba talando en aquel bello bosque, casi sin pensar, solo daba golpe tras golpe, poco a poco desgastando el árbol, era cosa de tiempo para que cediera contra la fuerza y cayera pesado contra el suelo, donde sería más fácil cortarlo para así, llevarlo en mano al bonito pueblo de Achernest, su pueblo natal, lugar donde creció, así como, se formó, casi todo lo que es o sabe lo aprendió en este lugar, este rural pueblo rodeado de bosques, montañas y mar, lugar donde todos se conocen entre sí, donde todos se ayudan, lugar en el cual es normal salir a la calle y saludar diez o más veces a diferentes personas, sin duda un lugar muy hermoso, donde la paz reina, donde rara vez hay conflictos, donde todo el mundo es muy unido.

Pero de manera inesperada, el bosque, que de por sí ya estaba oscuro, se oscurece aún más, todo se vuelve una oscuridad casi total, algo estaba pasando por encima del bosque, ocasionando una gigantesca sombra, era un dragón, tan grande como las historias los relataban, o incluso más grande aún, tenía un hermoso color verde esmeralda. Avanzaba aleteando pesadamente, directo hacia Achernest, el joven al ver esta enorme bestia pasando sobre su cabeza no lo pensó dos veces y corrió hacia el pueblo, trató, en vano, de llegar antes que el dragón, cosa imposible, ya que una criatura de tal tamaño era imposible de vencer en velocidad, mucho menos cuando estaba volando, cuando llegó, el caos se había apoderado del pueblo, todos los habitantes corrían en pánico, chocando entre ellos con total desesperación, la gigantesca bestia escamosa destruía todo a su paso, arrasando con las chozas, lanzando llamaradas, solo logrando así, agitar más a la gente, todo se sentía tan irreal, era como estar viviendo un sueño en carne propia. Cuando menos se lo esperó, el dragón se dirigía directo hacia él, iba a ras de suelo, justo por la calle principal, Oliver, si bien, asustado, no tuvo miedo a enfrentarse a la bestia, se preparó para cuando se le aproximara más, entonces, le lanzó el hacha con todas sus fuerzas y para fortuna de él, le dio justo en el ojo izquierdo causando que el monstruo cayera de bruces contra el suelo generando un pequeño temblor a su paso, no hubo tiempo de celebración pues la criatura se levantó en menos de un minuto, ahora más enojada, solo más empeñada en destruir todo, lanzó un gigantesco rugido y devastó todo en cuanto vio. El rugido fue lo último que Oliver alcanzó a escuchar antes que todo se fundiera en negro, todo era oscuridad otra vez y el bramido del dragón se quedó haciendo eco en el silencio.

Pero luego, igual que la vez pasada, los colores empezaron a aparecer, a su vez las figuras y finalmente las imágenes, cuando por fin pudo distinguir que pasaba, llegaron los sonidos estrepitosamente como una explosión de ruido y voces, estaba en una sala, con varias personas, todas sus caras parecían familiares, con todos ellos sentía cercanía, pero aun así no podía distinguir quienes eran o recordar sus nombres, al parecer estaban celebrando, todos gritando, riendo o conversando hasta por los codos, tomaban cerveza como si hubieran estado sedientos en el desierto por días, haciendo desaparecer la espumosa bebida en sus bocas como si fuera un portal al vacío, donde siempre había espacio para más.

Oliver, sentado en una esquina, solo y sin tomar una gota de cerveza, pues, por alguna razón que nadie le podía explicar era alérgico, una sola gota era suficiente para ponerlo rojo como tomate e hinchado como burbuja, pero lo peor no era eso, también presentaba problemas al respirar que lo dejaban sin aire, pero nadie, nadie de nadie se lo podía explicar, quién no lo conocía decía que era una excusa para no beber, quienes sí lo conocían sabían que no era buena idea darle de tomar a la fuerza, más de una vez le había ocurrido, lo podía recordar claramente, pero, ¿Cómo era posible que pudiera recordar algo tan insignificante como eso, pero no podía recordar ni el nombre de estas personas que lo rodeaban, siendo que tan cercano se sentía a ellas? Eran varias personas en total, tres mujeres y cuatro hombres, contándolo a él daba que eran ocho personas en la habitación, era una sala relativamente grande, se notaba que se usaba a menudo, suelos sucios, poco polvo a la vista e incluso en cosas como los muebles o hasta en los mismos pisos se notaba el desgaste, no tanto de antigüedad, sino de un claro uso regular, había cuadros de aquel grupo de personas por las paredes, una cabeza de venado colgando frente a la chimenea, la cual, estaba encendida y con su buena pila de leña, pues fuera, estaba nevando a más no poder, había un tocadiscos algo maltrecho que tocaba una bonita melodía de pianos y violines que sonaba bastante hogareña, Oliver tenía la esperanza de que, si miraba a las personas en la habitación, terminaría por reconocerlas tarde o temprano, entre las personas había un par de hombres tan extremadamente parecidos que era evidente que ambos eran gemelos, eran rubios, medio altos pero con unos ojos de color café oscuros, tan oscuros que casi parecían totalmente negros, en el medio de todos, el más alto y de apariencia más mayor era un hombre de pelo negro y una formidable barba del mismo color que imponía de solo verla, a su lado, un hombre de pelo más anaranjado y baja estatura que creaba un total contraste con el hombre anterior, además metido entre los hombre se encontraba la más alta de las mujeres, de largo cabello, quien junto a los demás no paraba de saltar, bailar y cantar como si se hubieran vuelto locos, más cercanas a Oliver se encontraban las otras dos chicas una de cabello corto y azulado, estaba sentada, paseando sus ojos a través de sus anteojos leyendo un libro, o al menos intentándolo, pues la más baja de las mujeres la estaba tironeando de las ropas, tratando de convencerla de que fuera a divertirse con los demás, tras un buen tiempo de intentarlo, con cada uno de sus intentos terminados en fracaso, terminó aburriéndose, con lo cual, acabó acercándose a Oliver, para preguntar.

–Tú tampoco vas a querer divertirte? – Preguntó como si estar sentado y tranquilo un momento fuera algo malo.

Oliver volvió a sentir como que se encontraba viviendo un sueño, un sueño de sí mismo, donde no podía hacer nada, pues él como tal no podía responderle o decirle algo, solo estaba como observador viendo como todo transcurría, pero sin poder intervenir ni interactuar.

–Tal vez luego, ahora solo necesito pensar un poco – fueron las palabras que salieron de su boca.

¿Pensar sobre qué? Se preguntó el mismo, pues seguía sin recordar ni la mitad de todo todavía, ¿es que había pasado algo? ¿Algo importante, algo impactante? De nada servía que indagara en eso, pues por mucho que se esforzara en pensar, nada podía recordar.

–Vamos, es la última celebración antes de que salgamos, no sabemos cuánto pueda durar la siguiente expedición, según Joseph, deben ser al menos unas varias semanas, como mínimo –Volvió a insistir la chica– ¿no quieres aprovechar este momento? Es como la calma antes de la tormenta.

–Sí, creo que, de momento, prefiero quedarme solo con la parte de “calma” –respondió algo burlesco Oliver– gracias de todas formas, Rose.

–Sí, como sea, ustedes se lo pierden – dijo antes de ir a perderse entre los bailes y gritos de los demás.

Oliver seguía sin reconocerlos, pero al menos sabía que aquella chica se llamaba Rose y que alguno de los hombres era Joseph, que sin duda tenía que ser el más alto, no lo sabía con certeza, pero podía sentirlo.

La oscuridad había tomado todo otra vez, poco a poco, hasta quedar en una profunda oscuridad, la cual fue cambiando a gris, para finalizar en blanco, estaba en una sala perfectamente cuadrada, que por donde sea que se mirase era puramente blanca, dando el efecto de ser infinita, un vacío blanco y en silencio, poco a poco, en medio de la sala se empezó a vislumbrar una silueta, un extraño ser, que parecía humanoide, pero no poseía pies como tal, se encontraba flotando en medio de la blanca sala, era indistinguible, no podía saber a ciencia cierta que era, pero era algo, algo importante, Oliver lo sentía en el corazón, una sensación que ese ser desconocido le emitía, sentía como si estuviera ante algo mítico, algo digno de respetar y admirar, en medio de sus cavilaciones se dio cuenta de que aquel ser le estaba apuntando con algo que parecía ser su brazo, o así se sentía. ¿Por qué? Podía sentir que aquel ser desconocido le hablaba, que se trataba de comunicar con él, pero no podía entender ninguna palabra de lo que decía, como si hablara en un idioma antiguo nunca antes escuchado, era inútil tratar de distinguir alguna palabra, pues cada sonido sonaba como algo imposible de describir, era impresionante, nunca había experimentado nada así, estaba tan concentrado que ni siquiera pudo dedicar sus fuerzas en pensar el poco sentido que todo esto tenía, era nulo, nada se relacionaba entre sí, su pueblo, el dragón, aquella gente, este ser, nada se relacionaba dentro de su cabeza, pero ahí estaban, aquellas visiones que vivió en carne propia, contándole sin palabras una historia sin sentido, una historia sin inicio y sin final, su propia historia.

Oscuridad, oscuridad y silencio, ya no se sentía en un sueño, se sentía diferente, se sentía aplastado, sentía un peso sobre él, sentía un olor, un olor fuerte, el olor de la tierra y la humedad, entonces lo comprendió…

『2. El despertar』

¡Había sido enterrado vivo! A penas esa conclusión llegó a su mente empezó a sentir la falta de aire, la sofocación hacía efecto, trató como pudo de desenterrarse, se sacudió y usó sus manos para cavar, no lo cubría mucha tierra, parecía como si lo hubieran enterrado a la rápida, pero ¿quién? Y ¿por qué?

Al salir del agujero de tierra en el que se encontraba enterrado encontró una cueva oscura y húmeda, había presencia humana en todas partes, una fogata apagada, antorchas gastadas e igual de inertes que la cueva misma, todo era un silencio, solo interrumpido de vez en cuando por sonidos de gotas y algunos ruidos extraños, posiblemente causados por el eco de alguna criatura encontrada dentro de esos túneles, era imposible deducir a qué profundidad estaba, todos los lados de aquella oscura cueva se veían iguales, sin rastro alguno de luz más que el brillo de unos pequeños hongos luminosos.

Ahora, ya en calma, sintiendo como poco a poco su corazón se calmaba, empezó a pensar, empezó a hilar las muchas ideas que pasaban por su cabeza, todo eso que acababa de ver antes de despertar no pudo ser un sueño, no, se sentía real, podía ver, escuchar, sentir y oler, era imposible que fuera un sueño, entonces pensó, fueron recuerdos, sus propios recuerdos, todo eso, lo había vivido, el ataque a su pueblo había ocurrido hace ya cuatro años, ya no era el mismo Oliver de dieciocho años, ya tenía veintidós, tuvo cuatro años para curtirse. La junta de su grupo antes de ir a explorar, posiblemente a esa misma cueva y aquella visión, eso sucedió hace poco, pero no podía decir cuando, no sabía hace cuanto iniciaron la expedición o cuanto llevaba ahí enterrado, seguía lleno de lagunas mentales, ¿por qué razón lo habrían enterrado? Cómo es posible que llegase a ese punto, no tenía sentido, pero no podía quedarse ahí a pensar para siempre, tenía que salir.

Empezó a revisar aquella cueva, se acercó a las cenizas de la fogata, estaban frías, hace tiempo que se habían ido, en una esquina había una cruz hecha con dos palos atados por una cuerda roñosa, en la cruz estaba colgada una pechera de hierro, un escudo y apoyada en la cruz, una espada que ya había empezado a oxidarse culpa de toda la humedad de la cueva, estaban ahí como esperándolo, como si las hubieran puesto ahí esperando su llegada, o tal vez… como memorial, esa simple idea hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo. Se puso la pechera, luego tomó el escudo, lo miró un momento, tenía un símbolo, lo observó por un momento y lo recordó, era el símbolo de aquella gente, su grupo, sus amigos, varios recuerdos atravesaron su mente, Rose, Joseph, los gemelos, los demás, todos estaban ahí en esos recuerdos recién desbloqueados, estaban entrenando, pasando tiempo juntos, yendo de expedición a lugares misteriosos, cuevas y junglas, pero el más impresionante de todos era el vago recuerdo que tenía de un gran pilar de piedra negra, del cual solo recordaba su fachada. Eran muy unidos, eran como una familia. Luego tomó la espada, con solo sentirla en sus manos los recuerdos cayeron en su mente, igual que con el escudo, cientos de combates, cientos de victorias y derrotas, cientos de horas de práctica, entrenamiento y esfuerzo, vio a Joseph enseñándole técnicas con el arma, era el mayor de todos, el sabio maestro de todos los demás, era como el padre que velaba por el bien común.

Ya se disponía a seguir avanzando por los túneles de aquella cueva cuando vio una extraña manta en una de las esquinas, estaba tapando algo, algo que no paraba de moverse, era un bulto relativamente pequeño, Oliver se acercó con precaución, entonces, cuando estuvo lo suficientemente cerca, hizo un veloz movimiento y en menos de un segundo había removido la manta de su posición dejando al descubierto lo que se encontraba ocultando… Una niña, una pequeña niña la cual se encontraba temblando abrazada a sus rodillas, tal vez por frío, tal vez por miedo, tal vez por ambas, al ser arrebatada de su única protección en aquella cueva, la niña, sin decir una palabra miró directamente a los ojos de Oliver, no era más que una niña perdida, abandonada por cualquier suerte, sola en una cueva oscura, fría y húmeda, no podía solo dejarla ahí, tenía que llevarla fuera de este lugar, tenía que ayudarla, lo sintió a penas la niña dirigió sus ojos a él, tenía que protegerla.

– No te preocupes, vamos a estar bien, saldremos de aquí– le dijo Oliver a la niña, la cual recién empezaba a pararse de aquella esquina donde se encontraba reducida.

–¿Cómo fue que llegaste aquí? – preguntó Oliver, sin respuesta alguna. – ¿Acaso te dejaron aquí abandonada? – volvió a insistir, la pequeña sin decir ni mitad de palabra ya se encontraba frente a Oliver, mirándolo a los ojos desde abajo.

– No eres de muchas palabras eh, pequeña – dijo esbozando una pequeña sonrisa que pronto volvió a ser una cara neutra al ver una indiferencia total de parte de la niña, todavía callada como una roca, casi tan silenciosa como la cueva, incluso más.

– Bueno, será mejor que empecemos a movernos de aquí sí queremos salir.

#bocadillo

Etiquetas: fantasía medieval

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