Prólogo
En Portofino, un pequeño pueblo italiano lleno de magníficos paisajes, se encontraba la familia Larossa. Para muchos eran el sinónimo de perfección, sin embargo, la realidad era otra.
Enzo era el jefe de una reconocida empresa en la ciudad y mayormente vivía fuera. Siempre tenía un aspecto pulcro de pies a cabeza. Por otra parte, la señora Alessandra, su esposa y madre de sus 3 hijos, era la esposa modelo del pueblo, puesto que, hacia donaciones junto a su esposo a la iglesia para ayudar a los desafortunados, realizaba servicios comunitarios junto a sus hijos y les brindaba a estos una excelente educación.
Lo que a muchos les parecía perfecto, en realidad era todo lo contrario, ya que debajo de toda esa fachada se encontraban negocios ilegales, tráfico de personas y demás cosas
Capítulo 1
— Ara, svegliati ragazza mia, farai tardi…
Me levanté de golpe y me senté al borde de la cama. Mientras asimilaba que eso no fue real sino un sueño, mi teléfono comienza a vibrar.
—Hola — Digo mientras mi cabeza da vueltas.
—Buongiorno, signorina
—Oh scusami, Buongiorno
—Temo di avere brutte notizie per te.
—Uhm, ¿con chi sto parland?
—Con Alessandro, sorella
—Podrías hablar en español
—Claro, ¿otra vez despertando de mal humor?
—No, no he dormido bien. ¿Podrías decirme a qué se debe esta llamada tan temprano?
— Siempre tan directa, bueno, iré al grano. La empresa está en quiebra.
—Dime que es otra de tus bromas. Alessandro
—Lamentablemente, no. Desde que te fuiste, todo ha cambiado por acá.
—¿Tan mal están?
—Vuelve y verás el desastre en el que estamos
—Sabes que tengo prohibido volver allá
—Nadie te prohibió nada, te fuiste sin darnos una explicación coherente.
—No volveré a Italia— La última vez fue un desastre.
—Solo serán unos días.
—No
—Vamos.
—Alessandro, tengo que cortar, es tarde y debo ir a trabajar
—Ambos sabemos que solo es una excusa para zanjar el tema.
—No es una excusa.
—Ara, acá son las 5:55 am, por lo tanto, allá sigue siendo de noche.
—No, recuerda que ya no estoy en Venezuela, por lo tanto, no hay diferencia horaria.
—No me habías comentado que te mudaste otra vez.
—Cierto, ya te pondré al día
—Está bien— Escucho como suspira al otro lado de la línea— Ne parleremo più tardi, sorella
—Ciao, buona giornata
Me levanto de la cama con flojera y voy directo a la ducha, ya pensare después que hare con el tema familiar.
O no
Genial, ahora hablo sola
Me necesitarás luego.
No lo creo.
—¿Ahora, qué haces? —dijo mi compañera de cuarto Adeline.
—Oh, no me había fijado de que estabas aquí, disculpa.
—Tía, creo que hoy estás como una cabra, jajajaja —
—No me parece gracioso, Adeline —suspiro. — Hoy no he tenido una buena mañana, en fin, me voy al trabajo; llámame si ocurre algo.
—Buena suerte en el curro—
—Aun no me acostumbro a tus expresiones.—
Ambas sabemos porque Ara
Oh, tu cállate
Mientras subía al auto para marcharme al trabajo, mi teléfono comenzó a sonar…
— ¿Hola?
—…
—Otra broma de mal gusto— digo en tono bajo— Voy a cortar.
—¿Ara?
— ¿Con quién hablo?
— Non pensare solo a te stesso e per una volta nella vita abbi delle responsabilità-
Umm, esa voz me resulta conocida…
—¿Francesco?
—Sì
—¿Por qué me llamas?
—Necesitamos que vuelvas.
Ya van 2 veces en el día.
—¿Para qué he de volver? Sabes perfectamente que el negocio de mi familia no es legal y va contra mi moral.
—Non avrei dovuto sostenerti nel lasciare l’Italia.
—Era lo mejor para mí.
—No, debiste quedarte y apoyar a tus padres-
—Non mi piace la mafia di Francesco. Odio vedere come le persone si fanno male. –
—Pensé que no volverías a hablar italiano —casi pude ver su sonrisa del otro lado del teléfono.
—Deja lo sínico Francesco.
—Volverás?
—¿Si te digo que lo pensaré me dejarás tranquila?
—Posiblemente la mia vita
—En ese caso hablamos luego; debo ir a trabajar.
—¿Trabajas?
—Claro, como crees que me mantengo, nada es gratis. Francesco.
—Claro
—Adiós
—Abbi cura di te, non lavorare troppo
—Bene
*Corto la llamada.
Hay demasiado tráfico, no llegaré a tiempo.
Debiste salir más temprano.
No eres de mucha ayuda.
Solo te digo lo obvio.
Ya que duraré aquí un buen rato… ¿Debería de volver a Italia, vocecita rara?
Primero, no soy una vocecita rara, soy tu subconsciente y segundo, te aseguraría que si vas todo estará mejor.
No lo sé, odio el negocio familiar.
Aparte, sería una buena excusa para volver a ver a tus amigos.
La mayoría se encuentra en la ciudad.
Tal vez él sigue ahí.
Fingiré que no sé de quien hablas.
20 minutos más tarde pude llegar al trabajo. Me llevé un regaño de mi jefe y el día se me hizo demasiado largo.
Capítulo 2
—Después de las llamadas de ayer me quedé toda la tarde pensando y… he decidido volver a mi hogar. —Esa última palabra hizo que mi garganta ardiera
—Espera, Ara, ¿Cuáles llamadas? –
Pensé que era más lista.
Y yo pensé que lo había notado.
—La llamada de mi hermano y de un antiguo amigo.
—¿Tienes un hermano?
¿Es lo único que le interesa?
—Sí, pero no me gusta mucho hablar de mi familia.
— ¿Problemas familiares?
Ojalá fuera eso
—No, que va
—Entonces, ¿por qué no hablas de ellos?
—Tengo mis razones.
Si te vas del país, jamás menciones de dónde eres
—¿Podría preguntarte algo?
—Dependiendo de que sea
—De donde eres realmente? Sé que has viajado a diversos países, pero jamás me has dicho de que país eres.
Ough no, piensa rápido.
—De Italia, pero me encanta viajar.
Papá te matara
No, sino se entera
—Diré que te creo.
— ¿Es tan difícil de creer? — Es cierto que he adoptado expresiones de otros países, pero aún conservo las mías
—Por tu forma de expresarte y tus gestos yo diría que eres latina, además jamás me has dicho algo en italiano.
—Porque no me entenderías.
—A ver, dime algo.
—Ciao, amico, credimi.
—Eso lo sacaste de Duolingo.
Ouch, eso dolió
—Está bien, no me creas. Me largo
—¿Ahorita?
—Tu qué crees
—Te obligaron ¿cierto?
—Algo parecido.
—Deberías de contarme más acerca de tu vida
—Lo haré cuando vuelva
Si es que vuelves
Gracias por darme ánimo.
Al terminar de meter las cosas en mi maleta decido enviarle un mensaje a mi hermanito.
-—Alejandro, sei occupato?
— Sì, ma dimmi
— Pensé que no responderías.
—Estoy en el trabajo, apúrate.
—¿Siguen viviendo en la misma casa?
—Mamma e papà sì, mi sono trasferita 3 mesi fa.
—Oh
—Porque preguntas?
—Curiosidad
—Vuelves a casa, cierto.
—Si
—Esto será interesante.—Musita en voz baja
—¿Alonzo aún vive allí?
—Ara, él todavía es menor de edad; no puede irse de casa.
—Yo me fui a los 17.
— ¿Y fue fácil?
—Para nada.
—Ciao
—Bonita manera de cortar la conversación.
—Te dije que estoy ocupado.
—Ok
Una conversación normal en la familia Larossa.
20 minutos después ya me encontraba en el aeropuerto esperando mi vuelo. Aún no sé cómo pude conseguir el boleto.
Suerte
Tal vez
En ese momento recibo un mensaje de un número desconocido.
—Poi la ragazza torna in Italia.
—…
—Sono Parce, ¿ti ricordi di me?
Ya era hora.
—Ciao idiota
—Non hai cambiato nulla
—No, ¿posso chiamarti?
—Sì
Capítulo 3
«Al igual que la luna, experimentamos fases de vacío para sentirnos llenos nuevamente».
—Mi scusi, signorina, ma non può usare il cellulare sull’aereo.
—Oh certo, non preoccuparti, lo spengo.
Durante la llamada con mi mejor amigo me enteré de que mi familia estaba en peligro, ya que hicieron una mala inversión con una de las familias más poderosas e influyentes del pueblo. Siendo sincera no creo que haya sido buena idea volver a casa, pero no puedo abandonarlos en este momento tan crucial.
Realmente no sé en qué momento me quedé dormida, porque el sonido del avión aterrizando me pego un susto tan grande que casi me caigo del asiento; por suerte tenía el cinturón puesto.
Ohhh, Italia, quanto tempo è passato dall’ultima volta?
mmm è una mía idea o profuma di pizza?
—Signorina, lascia che ti dica che stai delirando a causa della fame.
—¿Eh? — No era la primera vez que decía en voz alta lo que estaba pensando, pero sí es la primera vez que alguien me responde.
—Oh, disculpé mi atrevimiento, como la escuché hablar en italiano pensé que entendía el idioma a la perfección.
Al voltearme, me encuentro con un chico, el cual me atrevería a decir que es un metro más alto que yo, con unos ojos color miel, tez pálida y labios tan rojos que a primera vista parecían maquillados. En cuanto a la ropa, vestía muy formal; parecía todo un empresario.
O un mafioso igual a papá…
Como sea, tú nos metiste en esto, así que cállate un rato.
El chico me miraba con cierta curiosidad, como si tratase de leer mis pensamientos o como si buscase algo en mí. Como sea, me estaba poniendo nerviosa; cada que se mordía el labio me incitaba a hacer lo mismo. Hasta que por fin habló otra vez.
—No eres de por aquí, ¿cierto?
—Emm, técnicamente sí, nací aquí, pero me fui al extranjero hace un buen tiempo, ¿por qué?, ¿se nota mucho?
—Sí, un poco. Por tu forma de hablar diría que has visitado varios países de Latinoamérica.
—¿Por qué tanta curiosidad de repente?
—Solo digo
—Mmm ya.
—Desconfías de un extraño que compartió el mismo vuelo que tú.
—Por obvias razones sí.
—A ver, ¿cuáles razones?
—Primero que nada, estamos en un país donde abunda la mafia y negocios ilegales, la droga y demás.
— ¿Te preocupa que sea un Consigliere mafioso italiano?
—No solo eso, ¿qué tal si eres un criminal que han mandado para matarme?
—Jajajaajajaajaj— Mientras reía todo su cuerpo se relajó.
Su risa era ronca y varonil, pero al mismo tiempo contagiosa.
—¿Te crees la reina de Inglaterra o la hija de algún magnate italiano?
No sé porque, pero sonreí tontamente y me mordí levemente el labio.
—Te diré un pequeño secreto.
—Soy todo oídos
—Pongámoslo así, soy una pequeña golondrina rica y poderosa que se ha metido en un lío tremendo y por eso huyo de Italia, pero ahora el destino me jugó mal y me terminó trayendo nuevamente al mismo lugar.
—Quizá desde tu punto de vista sea algo malo el regreso a Italia, pero para mí significó algo más —su boca se curveó en una sonrisa.
—Ah sí —digo tratando de conservar la compostura.
—Si
—¿Puedo preguntar que significa desde tu punto de vista?
—¿En serio quieres saber?
— Si
— ¿Conoces el significado de la palabra serendipia?
— No, ¿qué significa?
—Es el descubrimiento o hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o de destino.
—¿Crees que el destino quiso que nos encontráramos?
Ara, ¿te estás escuchando? Por Dios, cálmate, mujer.
—Quizá ha sido el destino o solo una agradable casualidad.
—Mmmm, posiblemente
—¿Podrías darme tu número?
—Te recuerdo que acabo de llegar hoy y no tengo número italiano.
—Pues entonces te acompaño a comprar uno.
—Preferiría no involucrarme mucho con este país.
—¿Tienes teléfono por lo menos?
—Si
—Préstamelo para anotar mi número, tal vez luego cambies de opinión.
—Claro, déjame buscarlo, está en mi maleta.
Mientras me agacho para revisar mi maleta, noto sus ojos clavados en mí.
— Listo, aqui tienes
Mientras anota su número lo veo fruncir el ceño una y otra vez hasta que sonríe como un niño pequeño y me extiende el teléfono.
—Listo, cuando compres el móvil me escribes.
— Ok
—¿Cómo sabré que eres tú y no una mafiosa que quiere secuestrarme?
Ok, al repetir lo que había dicho yo anteriormente, si sonó muy torpe. No pude contenerme más y comencé a reírme como loca.
—Lo siento, de verdad me ha causado bastante gracia.
—No te disculpes —dice sonriendo— tu risa es contagiosa.
Nos quedamos observándonos un rato hasta que mi teléfono sonó y vi cómo se alejaba poco a poco.
Antes de que fuera muy tarde y de que me arrepintiera luego, lo llamé.
—¡Oye desconocido!— Al ver que giro, prosegui: —Al menos dime tu nombre.
Vi que se acercaba apresuradamente y cuando estuvo frente a mí (demasiado cerca para ser sincera) me susurró en el oído con voz ronca.
—Mattia, me llamo Mattia.
—¿Volveremos a encontrarnos?
—Si el destino hizo que nos conociéramos, volveremos a vernos en otra oportunidad.
—¿Y si solo fue una casualidad?
—¿De verdad crees en las casualidades?
—Pues tú crees en el destino.
—Es diferente, nada sucede por casualidad, querida; el simple hecho de que estemos hablando ahorita es parte de un propósito.
—Aun así, no me convence.
—Cree lo que tú quieras, pero en el fondo sabes que tengo la razón.
Justo en ese momento suena una bocina.
Qué alegría, se han acordado de nosotras.
Es eso, o nos quieren secuestrar.
Eres demasiado exagerada; nadie aparte de nuestros hermanos sabe que estamos aquí.
Deja de hablar como si fuéramos dos personas diferentes.
En ese momento Mattia tocó mi hombro.
—Oye… ¿Estás bien?
—Emm si por qué?
—Es que te has quedado estática cuando escuchaste la bocina.
—¿En serio? No lo note.
—Mmm, ¿conoces ese carro?
—Posiblemente sea mi hermano.
—Iré contigo para asegurarme de que no te vayan a secuestrar.
Aww, que lindo, Ara, no lo espantes como a…
Mejor cállate, vocecita.
Como quieras aburrida
Aunque realmente agradezco que Mattia se haya ofrecido a acompañarme, no quería ir sola.
—Gracias
—Por lo menos podrías decirme tu nombre, pequeña misteriosa.
—Ah, cierto, soy Ara. Un gusto conocerte.
— Un placer Ara— Le besa la mano — Andando.
Me sonroje de inmediato cuando me tomó de la mano, pero lo deje que me guiara hasta el coche misterioso.
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