Las fotos desperdigadas sobre la mesa la observaban; su pasado la miraba de frente. Rostros sonrientes, polvo, fechas escritas a lápiz. 

Tomó una de las instantáneas: su abuelo paterno, cigarro en mano y camisa desabrochada, la sostenía en brazos. Ella apenas contaba tres años. Vestía un chándal de dos piezas, blanco y verde con cremallera, zapatos con hebilla manchados de tierra, cucurucho de fresa en mano. 

Una lágrima le humedeció la mejilla. El tiempo se había esfumado y con él las personas de su misma sangre a las que nunca conoció realmente. Mueren ellas, así como sus historias, vivencias y secretos.

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