Sentada frente a su ordenador, engullía patatas fritas de bolsa y daba copiosos tragos de vino tinto (su ansiedad se lo agradecía), mientras en voz alta, leía el texto a pie de foto:
“Todo lo que das el universo te lo devuelve multiplicado”.
Reflexionó sobre aquella frase hecha y en apariencia espiritual que, según su criterio, necesitaba alguna que otra coma.
No pudo evitar sorprenderse al ver cómo alguien con la inteligencia de un mosquito y el alma de un demonio podía compartir, con total impunidad, semejantes lecciones de vida en su perfil público, y por ende sentirse la reina del universo.
Estaba segura de que el mundo se había vuelto del revés y que la especie humana estaba abocada al fracaso y a una extinción segura y necesaria.
Levantó la copa, sonrió y dijo:
“Chin chin y buena suerte, reina. La vas a necesitar con todo lo que el universo te devolverá”.
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