No vengas tan pronto (XVIII)

—Pensé que te lo dije, ¿no? Que no tuvieras prisa en venir.

Gabriel se había quedado solo en la Escuela Superior de Hechicería, frente a él tenía dos entes que apenas y había visto una vez, se trataba de los arcángeles de La Torre y El Diablo. Con la mera presencia de aquellos dos, Gabriel lo sabía, no se podía comparar con enfrentar el poder de las cartas del Tarot en manos de hechiceros apenas experimentados.

—¿Ustedes de dónde vienen? —preguntó Gabriel, recubría su cuerpo con una armadura formada de su energía ritual.

—No lo comprenderías —dijo Diablo—. Tu entendimiento está fuera de ese lugar, pero cuando lo traigamos aquí, tal vez tus amigos puedan intentar entenderlo.

La armadura recubrió el cuerpo completo de Gabriel, sin embargo, no era visible. Dai no se había ido con el resto del grupo destinado a sacar a Niko de ahí, ella volvió a la escuela, se quedó en la entrada, veía la escena. Quería ayudar, pero su cuerpo no respondía para poder hacerlo.

—¿Qué tal si nos vamos a casa y hacemos esto otro día? —dijo Gabriel, pero en sus palabras no había ni un intento de convencer a los arcángeles—. Debí cenar una pizza. ¡Creación de territorio!

—Técnica de manifestación del espíritu —dijo el arcángel Torre—. Desgracia divina.

El territorio de Gabriel ni siquiera pudo expandirse, todo el alrededor cambió. Ya no era la escuela que se anidaba en los comienzos de la luz matutina, ahora era un lugar destruido, los escombros no tenían ninguna forma y parecía que ni siquiera podrían volver a su forma original. Había fuego por todas partes, cadenas que enganchaban piedras que se encontraban en el cielo y, por supuesto, una torre de la que no se distinguía final en el cielo.

—Mía me habló de eso —susurró Gabriel—. Me pregunto si…

Frente a la torre, su arcángel, Gabriel había perdido de vista a Diablo, pero esa no debía ser su mayor preocupación para ese momento.

—¿Manifestar el alma? —preguntó Gabriel.

—Es una técnica que, digamos, aprendí —respondió Mía—. Ese sello fue realmente raro.

—¿Cómo era? ¿Un plano físico o algo mental?

—Era un bosque enorme, no tuve dificultades de sobrevivir para serte sincera. Mi magia verde fue de mucha utilidad; para cuando me di cuenta que poseía las técnicas de La Sacerdotisa empecé a relacionar un poco todo lo que ocurría. Cuando Jenna me liberó, aún guardaba esos recuerdos, al ver que todas mis nuevas técnicas eran iguales aquí, me di cuenta de que no lo soñé.

—Vaya —dijo Gabriel y le dio un trago al té—. ¿Cómo funciona? Pensé que los territorios eran las técnicas máximas.

—No conozco bien las especificaciones, pero sé algo. Debes tener control total de tu técnica y consciencia de ti mismo en el mundo.

—Suena demasiado filosófico.

—Es porque lo es, ¿no lo crees?

Gabriel se encontraba en aquel nuevo entorno, se había acostumbrado a ver territorios que cambiaran el medio físico, como los territorios de Mikashi, pero algo a ese nivel, en el que sentía que podría correr kilómetros y se seguiría extendiendo.

—No todas las técnicas fuertes cambian el entorno o crean comodidad para el hechicero —dijo Mía, quien continuaba con su explicación a pesar de sentir que Gabriel no la entendía—. Muchas de ellas hacen al entorno estar cómodo con el usuario. Antes de ser sellada lo descubrí, mi técnica máxima fue fusionarme con propiedades de plantas, no lo volví a usar. La única vez que lo hice fue bajo presión, demasiada; además, me dejó demasiado dañada y sensible, lo suficiente para ser sellada sin poder impedirlo ni un poco.

—Que el entorno esté cómodo contigo —repitió Gabriel, como si decirlo en voz alta lo ayudara a entenderlo mejor—. No entiendo del todo cómo eso es posible, el hechicero se dedica a cambiar su alrededor para no cambiar él.

—Bueno, más te vale quitar esa resistencia al cambio de tu mente.

Gabriel se encontraba más en sus pensamientos y recuerdos que en la batalla que enfrentaba, uno de esos pensamientos era: “¿Ellos podrán cambiar?”.

—¿Vas a quedarte ahí parado? —preguntó Torre mientras veía con inferioridad al hechicero—. Los humanos huyen o se quedan paralizados con la mínima muestra de que no son los mejores.

—Es que estaba reflexionando —dijo Gabriel, se decidió por mostrar una sonrisa y palabras llenas de confianza—. Digo, ¿cómo puede ser que seas tan poderoso y lo mejor que hagas sea un territorio?

Torre sonrió, le agradó la repentina actitud que había tomado su rival. Con un movimiento de su mano el suelo se fracturó, comenzó un terremoto.

—¿Sabes qué significa La Torre en el Tarot?

—Perdón —dijo Gabriel mientras se esforzaba por mantener el equilibrio—. No estoy muy metido en la magia.

—Significa Calamidad, incluso invertida, en ese caso sólo empeora la calamidad. Qué mal que tengas que pelear conmigo.

Dai veía todo desde detrás de unos escombros, sin darse cuenta tenía a Diablo a su lado.

—No te alarmes —dijo Diablo—. También veré, se ve que será una buena pelea.

Aún intranquila, Dai se limitó a ver la pelea, lo mismo que el arcángel a su lado hizo.

—¿Cuánto llevabas enamorada de Ino? —preguntó Gabriel.

—¿De qué hablas? —dijo Dai nerviosa, su rostro comenzaba a sonrojarse—. Él era un muy buen amigo, es todo.

—¿Debemos creerle? —preguntó Vanesa—. Digo, se veía que tenías unas ganas de besarlo.

—Bien, sí me gustaba —dijo Dai—. La primera vez que lo vi se me hizo lindo que tuviera rasgos tan finos, casi de una mujer, pero después de conocerlo, quería saber más de él.

—¡Ya confesó! —gritó Vanesa como celebración.

—¿Ustedes desde cuándo son novios?

Gabriel y Vanesa miraron con seriedad a su amiga, no podían creer que haya preguntado eso.

—No somos novios —dijo Gabriel—. Personalmente, tiene todo lo que no me gusta de una mujer, es mentirosa, se peina feo y es demasiado bajita.

—Ni que tú fueras tan alto —dijo Vanesa molesta—. Dai, me ofende que creas que me gusta Gabriel, es mi amigo, pero si no hubiésemos vivido lo que hemos vivido juntos, me daría asco.

—Gracias, Vanny —dijo Gabriel con amabilidad.

El primer ataque directo de Torre ocurrió tras apuntar sus dos brazos hacia Gabriel, mientras dos cadenas salían disparadas al hechicero, el aspecto del arcángel cambiaba, ya se veía como un civil cualquiera que ignorarías pasando la calle. Su cabello gris, sus ojos que combinaban con el mismo, rasgos delgados y marcas grisáceas por todo el rostro y brazos, un aspecto delgado, casi desnutrido, piel blanca y colmillos en lugar de dientes, ese era probablemente el aspecto real del arcángel. Sus ropas ahora constaban de una túnica larga sin mangas, color blanca con líneas doradas que iban de los hombros hasta la parte inferior que era más larga que la distancia a la que estaban sus pies. Las cadenas impactaron a Gabriel, lo tomaron por los hombros y lo sometieron al suelo, Dai se levantó para acercarse, pero fue tomada de la muñeca por Diablo, a punto de atacarlo, se detuvo al ver su cara de fascinación al ver a Gabriel.

—Suéltame —le dijo Dai.

—Mira —dijo Diablo—. Todos mueren cuando las cadenas los tocan, él sigue vivo.

Incluso Torre estaba emocionado, más cadenas de los alrededores se dispararon a Gabriel y lo sujetaron de brazos y piernas.

—Cambia —dijo Gabriel—. Las cadenas no están cómodas conmigo. Técnica ritual, devorador de energía.

La armadura que usaba Gabriel, formada de su propia energía ritual, se expandía lentamente por las cadenas que lo sujetaban. El hechicero se ponía de pie, las cadenas debilitaban su fuerza, no se debía a que fueran controladas por él, sino que perdían la energía ritual que Torre les había imbuido por el mero hecho de existir en su territorio.

—Gracias, amigo —dijo Gabriel, las cadenas cayeron al suelo y lo soltaron—. Creo que descubrí algo.

El hechicero apunto su dedo índice a Torre, fingió disparar, incluso Torre se cubrió, pero no ocurrió nada.

—¿Qué haces? —preguntó Torre.

Cuando bajó su cubierta se encontró al hechicero a pocos centímetros, ni siquiera él pudo ser capaz de esquivar uno de sus golpes. A pesar de recibir un golpe de Gabriel con energía ritual de por medio, Torre permaneció quieto, el golpe le había causado daño, pero no lo movió.

—Te veías más frágil —dijo Gabriel—. Hasta tuve miedo de romperte.

Un sonido que era desconocido por Gabriel provino del cielo, cuando levantó la mirada vio una figura con alas acercarse a toda velocidad, no era un animal normal, debía medir al menos seis metros. Gabriel retrocedió, la criatura bajó y se interpuso entre él y su rival. Se trataba de un cuervo gigante.

—Bien —dijo Gabriel—. Creo que hoy no debo limitarme. ¡Técnica ritual!

Torre señaló a Gabriel y el cuervo se lanzó hacia él. Cuando llegó fue cortado por la mitad al instante.

—Espada del penitente —completó Gabriel.

En sus manos poseía una espada con una hoja de un metro de largo, totalmente formada de su energía ritual.

—El problema de tener una técnica fuerte es que no puedes usarla contra otros hechiceros, todos insisten en que debes ser amable y aunque sea dejar el cadáver. Pero tú no eres un hechicero, ¿o sí?

Torre aplaudió una única vez, bloques del suelo se disparaban al aire aleatoriamente, Gabriel corría hacia su rival mientras evitaba pisar un bloque que se elevara, cuando se le cruzaba uno como muro lo partía con facilidad con su espada. Torre notó lo cerca que estaba ahora su contrincante, ahí fue cuando Gabriel no pudo hacer más que levantar la mirada. Torre había desplegado dos alas a su espalda, eran grises y llenas de plumas, cada una debía medir lo mismo que su cuerpo, las movía para mantenerse en el aire.

—Miedoso —dijo Gabriel.

El chico se sostuvo de uno de los bloques que se elevó al cielo al enterrar su espada, al estar a la suficiente altura se soltó y cayó en dirección a Torre para cortarlo. Cuando el arcángel lo vio ya no tenía la espada en las manos, caía en su dirección dispuesto a golpearlo. Frente a él, abrió su mano, la espada se formó de nuevo y se enterró en una de las alas de Torre, mientras caía la desgarró. Gabriel volvió al suelo, pretendía elevarse y cortar a su rival.

—Eso fue sorprendente —dijo Torre, su ala se regeneraba—. Pero mientras no dañes mi alma, no lograrás nada.

Torre juntó sus manos lentamente, dos pilares de piedra aplastaron a Gabriel.

—¡Feliz cumpleaños!

Gabriel y Vanesa encendieron las luces y dispararon cañones de confeti a Adrián cuando entró a su habitación, en la mesa principal había una caja de regalos.

—Gracias —dijo Adrián—. ¿Para mí?

—Obviamente, ábrelo —dijo Gabriel.

Adrián se acercó a la caja de regalo y la abrió, dentro había una caja de un videojuego en su edición coleccionable y una caja con cartas.

—¿Edición coleccionista? Deben estar bromeando —dijo Adrián mientras revisaba la caja con emoción.

—Más te vale que saques todos los logros —dijo Vanesa—. Estuvimos usando a Rubén para espiarte con sus territorios y que nos dijera lo que te gustaría.

—Estas cartas son personalizadas, cada paquete tiene diferentes diseños —dijo Adrián—. Creo que nunca se me acabarán las cartas en batalla ahora.

Torre permanecía en el aire, su posición hacía parecer que se encontraba sentado en las alturas.

—Creo que terminó —dijo Torre, se notaba la decepción.

Dispuesto a desactivar su técnica, Torre se elevó un poco más. Algo llamó su atención, los pilares se habían unido el uno con el otro al instante. Antes de desactivar su técnica, destruyó los pilares con los que había atacado a Gabriel, no había ninguna señal de que hubiera muerto.

—Técnica de manifestación del espíritu, molde del alma —dijo Gabriel, se encontraba detrás de Torre y su cuerpo parecía ser totalmente de energía ritual, incluso había formado alas en su espalda—. Cambia tú, cambia el mundo.

Torre se apresuró a usar la Torre a espaldas de Gabriel para formar picos que lo atravesaran, pero el hechicero desapareció entre ellos.

—¿Era necesario? —preguntó Ino—. Que te quedaras solo.

—Vi el futuro, amigo mío —dijo Gabriel—. Lo que pasará frenará a los arcángeles que persiguen al resto, además, les daré esperanza.

—¿Esperanza?

—De que los humanos podemos ser los que matemos a los dioses.

El estado en el que Gabriel se encontraba no le dejaba existir en el plano físico, sólo su alma existía, pero él podía elegir cómo y dónde manifestarla.

—¡Torre! —gritó Gabriel, se encontraba frente a él, su imagen era un cúmulo de energía ritual que emulaba su forma física—. Empecemos la ronda dos.

Una espada del penitente apareció en cada mano de Gabriel, por su parte, Torre recubrió sus manos con una armadura que parecían escamas. El primer golpe de la espada de Gabriel fue frenado por el impacto con el guantelete de Torre.

—Están hechos con las escamas del Leviatán —dijo Torre—. Del verdadero, no del mediocre que usaron esos hechiceros de segunda. Son indestructibles.

—Entonces me vienen perfectas —dijo Gabriel.

La forma de sus espadas cambió, ahora parecían estar hechas del mismo material que los guanteletes de Torre. El segundo impacto de la espada fracturó el guantelete con el que fue frenado su golpe. Torre y Gabriel se encontraban en igualdad de condiciones. El arcángel tomó una posición más ofensiva, Gabriel daba golpes con las espadas en aperturas precisas y Torre procuraba esquivarlos para no dañar los guanteletes, también intentaba golpear en las aperturas que veía. Diablo veía fascinado la batalla, Dai quería intervenir, pero se sentiría más con un estorbo que Gabriel tenía que proteger que como una compañera de utilidad.

—¿Sabes algo? —dijo Gabriel—. No sé por qué no lo he hecho.

Gabriel cerró los ojos, podía ver segundos en el futuro y, sin necesidad de ver, lidiaba con los ataques de Torre. Fue en un intercambio donde ambos optaron por atacar la apertura en vez de esquivar, que ambos lograron dar un golpe. Torre golpeó a Gabriel en el abdomen, a pesar de ser energía ritual, en esencia, un alma, podía dañarlo gracias a su conocimiento del alma. Por su parte, Gabriel enterró su espada en el pecho de Torre y abrió el cuerpo hasta el hombro.

—Tonto —dijo Torre—. Yo me curaré.

Pero no lo hizo.

—Tenía razón —dijo Gabriel, quien se alejó unos metros y sostenía su abdomen—. Un alma daña a otra alma.

Los alrededores comenzaron a destruirse, Diablo protegió a Dai para sorpresa de ella, a su vez, Gabriel esquivaba los objetos que le eran lanzados, la mayoría de ellos eran cortados.

—¿Qué eres? —preguntó Gabriel al ver a la entidad formada delante de él.

La torre permanecía intacta, pero en su interior albergaba un ser que constaba de un filamento largo como un gusano en el que se formaban rostros y del que brotaban cuervos, esa era la forma de arcángel de Torre, la forma que usaba en la pelea. Gabriel cortaba todo lo que se le atravesaba, sin embargo, le parecía imposible poder acercarse. Los rostros se estiraban hacia él, tenían un cuello que medía metros. No todos los rostros eran humanos, algunos tenían una forma combinada con cuervos o búhos.

—Qué asco —dijo Gabriel.

El hechicero volaba a través de los escombros, se dedicaba a cortar a los cuervos que intentaban atacarlos y, cuando se le presentaba, cortaba por el cuello los rostros que salían del arcángel, cuando cortó el primero se dio cuenta, nacían dos más.

—Tenías que ser así de maldito —dijo Gabriel, su prioridad había cambiado a esquivar los rostros.

—¡Apertura!

Todos los rostros hablaron al mismo tiempo, en cada roca se formaron pequeños portales de los que salían más rostros, el suelo se encontraba plagado de aquellas formas desagradables para la vista. Gabriel sabía que no tenía más energía ritual para usar, sus espadas y la forma que mantenía habían consumido toda, si seguía así, se desvanecería sin poder terminar la pelea.

—¡Pacto! —gritó Gabriel.

Sólo pocos hechiceros conocían los pactos, todos ellos los hechiceros que sobrevivían de alguna forma del pasado. Quien le había transmitido ese conocimiento fue Mía.

—Todo lo que tengo y todo lo que tendré, ¡dámelo ahora con tal de terminar con este ser! Después toma mi vida.

Sus peticiones fueron escuchadas, Gabriel sintió su cuerpo lleno de energía ritual, sabía qué uso debía darle.

—Primero comprobamos —dijo Gabriel.

Convirtió parte de su energía ritual en electricidad, misma que se condujo por las escamas creadas en su espada, posteriormente se lanzó directo al cuerpo de Torre, cuando una cabeza se acercó, la cortó desde el rostro hasta la base de donde crecía su cuello, no se regeneró. En ese hueco donde se supone crecería el cuello enterró su espada, la deslizó mientras se elevaba por el cuerpo de Torre hasta ser frenado por una cabeza de cuervo.

Gabriel se quejó, el brazo que sostenía la espada que enterraba había sido comido, era un daño al alma, así que no podría regenerarse, pero él sabía que no tenía tiempo si quería terminar con el arcángel. Tomó la otra espada y la enterró, del lugar donde debería estar su brazo emanaba electricidad y pequeños fragmentos que se enterrarían en lo que se acercara para dispersar la electricidad con más facilidad. El corte llegó hasta la cabeza principal de Torre, misma que le arrancó el otro brazo a Gabriel.

—El daño en el alma no se cura —dijo Gabriel—. Todo mi daño será al alma.

Los brazos que temporalmente formó con electricidad no podían sostener nada, las espadas que poseía habían caído al suelo, su única alternativa era ir directamente por el arcángel.

—¿Morimos juntos? —dijo Gabriel.

El arcángel se dispuso a soltar una mordida a Gabriel para devorarlo por completo, pero el hechicero disparó electricidad que se condujo por todo el cuerpo de Torre y lo hizo partirse en pedazos. Los fragmentos que previamente soltaba no sólo se enterraban en lo que se acercaba, sino también en el cuerpo de Torre. La técnica desapareció, Gabriel bajó al suelo y se acostó.

—Impresionante —dijo Diablo, chasqueó los dedos, era su forma de comunicarse con el resto de arcángeles, ahora todos sabían que Torre había muerto.

Dai corrió a Gabriel, entre más se acercaba menos podía contener las lágrimas en sus ojos, cuando llegó con él lo vio tirado en el suelo viendo como el amanecer terminaba y el cielo dejaba ese color único en esa hora del día.

—Perdón —dijo Dai llena de lágrimas—. Debí ayudar.

—No —dijo Gabriel, tenía una sonrisa en su rostro—. Esto iba a pasar, era el mejor resultado. Ahora, toma esto.

Del pecho de Gabriel salieron dos orbes, uno era azul y el otro era verde, Dai sospechaba de lo que se trataba.

—El azul es el residuo del alma de Ino, o su técnica. El verde es mío. Haz lo que quieras con ellos.

Dai los tomó, vio a Gabriel, quien se acercó a su oído y le susurró algo. Dai suspiró y se puso de pie, vio la figura de Gabriel desvanecerse lentamente en pequeñas partículas de luz. Cuando Dai se giró a ver la posición de Diablo, lo vio parado detrás de ella.

—No pretendo pelear —dijo el arcángel—. Me entretuve, por ahora los dejaremos en paz, pero creo nos volveremos a ver.

Dai no iniciaría una pelea, sabía que no contaba con la capacidad ni experiencia para ganar. Se limitó a ver a Diablo irse, pronto, Mago y Juicio se unieron a él en su vuelo. La chica salió de la escuela, vio el lugar vacío, era temprano para que las calles estuvieran activas, se tiró en el suelo y empezó a llorar.

—¿Estás bien? —preguntó Moro, quien se acercó a Dai junto a Paola.

Dai se levantó, los vio algo confundida y los recordó por haberlos visto al comienzo del asalto a la escuela.

—Definitivamente no —dijo Dai y apretó sus labios.

—Nuestro coche está cerca —dijo Paola—. Por si quieres que te llevemos a algún lado.

Dai fue llevada a la casa donde los hechiceros se resguardaban, tras verla volver sola, entendieron lo que debía decirles. Los próximos días el silencio gobernó la casa, no la habían abandonado porque temían que los arcángeles volvieran a atacarlos, también tenían que esperar a que Niko despertara, mismo que estaba al cuidado de Mía.

—¿Cómo fue la pelea? —le preguntó Vanesa a Mía.

—Demasiado confusa —respondió la chica y rio ligeramente—. Al final había un gusano del que salían mil cabezas, te lo juro.

—¿Cómo estuviste a salvo?

—El arcángel me protegió, creo que sólo quería ver las capacidades de Gabriel. Después me agradeció y se fue.

—Su amigo murió y se va feliz, ¿enserio?

—Diría más compañero —dijo Dai—. No creo que fueran tan amigos como dices.

—Es verdad.

—¡Pero debes reposar más!

El grito de Mía se escuchó desde el pasillo, pronto, Niko apareció en la puerta de la habitación donde Dai y Vanesa hablaban.

—Perdón —dijo Niko—. No pude salvar a su amigo.

—Pero estabas desmayado —dijo Dai—. No podrías haber hecho nada, no es tu culpa.

—Les ayudaré —dijo Niko—. Les diré todo lo que sé a cambio.

Mía llegó con Niko y la sostuvo por la espalda. Todos fueron llamados a la sala, incluso Moro y Paola que se habían quedado en la casa, querían saber lo que había pasado.

—Creo que jamás había visto tantos hechiceros juntos —dijo Niko, entre los hechiceros presentes se encontraban voces de aquellos impresionados con el aspecto físico de Niko—. Bueno, saben que soy Niko aunque me vea como mujer, también que en el pasado tuve ciertos conflictos de intereses con otros hechiceros, pero al final hice el bien y ayudé a detener a Muerte.

—¿Qué?

—Nos dijeron otra cosa.

Las voces no se distinguían, varios hablaban a la vez ante la revelación.

—Cuando me encontré débil, Olivia usó un artefacto que ella creía me sellaría. Ahora ella está libre y no sabemos dónde, probablemente con los arcángeles.

—¿Qué harán? —preguntó Mikashi—. Espero sepas algo, amiga, todo lo que hicimos, fue por ti.

—Sé mucho, pero creo que deberíamos traer algunos bocadillos y algo de tomar, será una historia algo larga.

El grupo se puso de pie, se dispuso a reacomodar la comida que pretendían dar cuando todos volvieran del asalto a la escuela, volvieron a preparar algunos platillos y acomodaron todo en la sala. Niko se dispondría al grupo todo lo que sabía.

—Pensé que te lo dije, ¿no? Que no tuvieras prisa en venir —dijo Ino.

—Perdón —dijo Gabriel—. Ya sabes que me gusta ser el héroe. A propósito, ¿dónde estamos? Esta casa está demasiado limpia para ser tuya.

—Digamos que es el borde del universo —dijo Ino—. Cuando mueres en los videojuegos vas a un tipo lugar donde esperas a que todo termine, ¿no?

—Entonces debemos esperar.

—Así es, pero encontraremos con qué entretenernos. Quiero presentarte a mi mamá, por cierto, seguro que te regaña como a mí.

—Ino, no podemos volver, ¿cierto?

El chico se negó con la cabeza y con una sonrisa.

—Bien, mejor acepto la idea —dijo Gabriel y siguió a Ino—. Espero que tarden en venir.

Todos los hechiceros estaban sentados, Dai se encontraba a lado de Vanesa.

—Gabriel me dijo algo —le susurró Dai a su amiga—. Dijo que tardáramos en ir, que él nos esperará siempre si se pudiera.

Vanesa sonrió, le dio un abrazo a su amiga. Niko comía su hamburguesa frente a todos, cuando la terminó se limpió la boca.

—Perdón, no había de estas. Siempre fueron mis favoritas -dijo Niko—. ¿Por dónde debería empezar?

El grupo de hechiceros comía lentamente, aún sentían la tristeza en el ambiente por la muerte de Gabriel, sin embargo, tenían la esperanza de que su sacrificio valiera la pena y ahora Niko los ayudara de una forma similar, después de todo, ambos eran los hechiceros más fuertes que había y que alguna vez hubo.

—Bien, ya lo tengo todo —dijo Niko y sonrió—. Toda la historia comienza en el borde del universo, bueno, en uno de los muchos que hay.

Etiquetas: fantasía juvenil

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