El hombre, de unos cuarenta y tantos años, siempre buscó las salidas fáciles, creyéndose el dueño de lo ajeno. No le importó haber pasado más de la mitad de su vida tras las rejas y que ahora esté cumpliendo libertad condicional. Su objetivo esta vez es una vieja panadería donde los dueños, dos ancianos, han dedicado toda su vida al negocio.Por la noche, Charly, como le suelen decir, irrumpe en la panadería. La persiana no fue un obstáculo para él; la cerradura cedió enseguida y, con un movimiento leve, la levantó evitando hacer ruido para que los vecinos o los dueños no se despertaran.Don Checho y doña Clara viven en una vivienda en el fondo del terreno.Charly ya está dentro. Baja la persiana nuevamente y, con una pequeña linterna, busca la caja registradora. La abre y solo encuentra unos pocos billetes y algunas monedas. Todo alrededor es comida relacionada al negocio. Siente bronca, insulta, pero decide seguir buscando. «No me puedo ir con tan poco dinero», piensa. Abre una puerta de madera al final del local, traspasa el umbral hacia la siguiente habitación y encuentra un pan en el centro, iluminado como si fuera un trofeo. Lo mira de cerca sin tomarlo. Al final del cuarto, hay dos puertas. Camina hasta ellas; una está cerrada y la otra no. Entra en la siguiente habitación y la puerta se cierra bruscamente. De repente, empieza a salir gas pimienta que lo hace gritar de dolor. Sus ojos parecieran que van a explotar, apenas puede respirar. Intenta volver a la habitación donde estaba el pan, pero ya no puede; la puerta está cerrada y no tiene picaporte. Sus ojos están inutilizados. Por más que intente ver, no puede. Su respiración es dificultosa, empieza a tener una tos persistente que le dificulta aún más respirar con normalidad. Apenas logra ver con el ojo derecho. Llora involuntariamente, quiere arrancarse los ojos, quiere agua, pero no hay nada. Mira por el ojo derecho lo que la vista le permite y solo hay una nueva puerta de madera. Camina hasta ella y la abre.Nuevamente, un pan en el centro de la habitación y dos puertas.Toma el pan y lo lanza contra la pared, insultando, «¿¡Dónde mierda tienen la plata estos viejos chotos!?» El grito retumba en las cuatro paredes. Sus ojos apenas lo dejan ver. Camina hasta las puertas y, nuevamente, una está cerrada y la otra se abre. Ingresa al siguiente cuarto y la puerta se cierra bruscamente. El mismo panorama donde la abertura carece de picaporte.El gruñido de un perro lo alerta. Sus ojos se enfocan en el animal, muy grande. Al fondo de la habitación, la puerta se mueve suavemente. El perro ladra y Charly, con su mano derecha extendida, quiere evitar un posible ataque del animal. Sus ojos aún no se recuperan, no se ven, pero siente que tiene toda la zona inflamada.El ataque es inevitable y el primer impacto es en el antebrazo. La tela de la campera y de la ropa es rasgada por los colmillos afilados del perro, que se aferra al antebrazo del ladrón y no lo suelta. Charly grita de dolor, intenta golpear al animal, pero es inútil. Poco a poco, se acerca a la puerta, su espalda casi apoyada en la apertura. Con su mano izquierda, intenta abrirla. El dolor de su brazo derecho es muy fuerte. Una patada hace que el animal suelte su brazo y, en un movimiento rápido, abre la puerta y escapa.En una nueva habitación, otro pan en el centro. Esta vez lo ignora y camina hacia las dos nuevas puertas. Una no abre y la que sí lo lleva a unas escaleras que invitan a bajar. La puerta a sus espaldas se cierra bruscamente. Teme lo peor. «¿Y ahora qué?», piensa para sus adentros. Baja las escaleras, su brazo izquierdo cubre la herida del brazo derecho. Todo es desconfianza para él. Una vez abajo, observa el cuarto vacío, con una puerta al final. Camina con mucho miedo hasta que pisa una cerámica que se hunde.Su cuerpo se paraliza. Sabe lo que le depara. Desde el techo, empieza a caer combustible que lo impregna enseguida. Desde las paredes, unas pequeñas antorchas empiezan a acercarse a Charly. Su corazón late alocadamente. Intenta escapar, pero sus zapatillas están pegadas al suelo. Mientras las antorchas se acercan, se quita el calzado y corre hasta la puerta. La abre y cruza hacia el otro cuarto, tratando de recuperar el aliento. Se apaga las llamas de las mangas de la campera que empezaban a arder. La nueva habitación tiene un pan. Charly mira las dos puertas y el panorama es el mismo; una se abre y la otra no. Esta vez decide quedarse y tomar el pan. Lo examina con detalle, le quita un pedazo y se lo lleva a la boca. Se percata de que el alimento es fresco. Lo parte por la mitad y cae un pequeño objeto cuadrado y una llave.Una nota recubre el objeto. La toma y lee: «La persona de esta imagen es quien siempre te hundirá o te ayudará en todo». El objeto es un espejo que, al mirarlo, refleja su rostro. Deja todo donde estaba el pan y, con la llave, abre la puerta cerrada.En la habitación siguiente, encuentra una caja fuerte y, encima de esta, un papel y otra llave.Toma el papel y lo lee: «Dos, cuatro, dos, cuatro». Duda un segundo en qué decisión tomar, pero sus dedos tipean en la caja fuerte y esta se abre. Dentro, está llena de dinero y un pan con un pequeño cartel que dice «conectado con policía». Toma todo el dinero rápidamente, arroja el pan y agarra la llave. Abre la puerta, sube unas escaleras muy ligero. Afuera, se encuentra con muchos autos policiales que ya lo esperaban.

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