I

Siempre andamos juntos. Somos inseparables, como las heces y el mal olor. Somos hermanos: arrojados a través de la sucia concha de nuestra madre y engendrados por los líquidos calientes de los clientes del miserable lupanar en donde por unos pesos se cogían a la más vieja de las suripantas. Como Dios es malvado y caprichoso, operó en dos ocasiones el milagro de la vida y puso en el mundo a dos bastardos hijos de puta que vinieron a darle color y sabor a este infierno terrenal. No creas que brotamos por generación espontánea; nacimos como la hierba que infesta los cultivos: de las semillas que permanecen soterradas en el estiaje y que renacen con las primeras lluvias para continuar eternamente el ciclo de la maldad. A veces, a Ángel y a mí, nos da por discutir si somos hermanos por las dos puntas. Yo siempre le digo que sería mucha coincidencia que el cabrón que llenó de simiente la concha de la vieja haya sido el autor de los dos disparos que nos cristalizaron. Pero Dios bien pudo hacer esta obra milagrosa y duplicar la maldad para encaminar a todos al infierno, porque déjame decirte que todos pararemos allá. Yo creo que no se necesita llevar la misma sangre en las venas para ser hermanos; basta con que alguien se la juegue contigo, en las malas y en las peores, para que sea tu fraterno. Lo que nos hizo hermanos, dice Ángel, es que compartimos el alma negra que alguien nos heredó y el haber sido alojados en el vientre que incubó, en dos ocasiones, a las serpientes venenosas en la que nos convertimos. La verdad es que no sé si hicimos bien mi hermano y yo en aceptar tu invitación a venir a este lugar para platicarte de las atrocidades que hemos cometido en este país de mierda en donde la moda es matar a diestra y siniestra, con la mayor crueldad y refinamiento posibles. Tú lo ves todos los días: asesinatos, decapitaciones, extorsiones, secuestros, y mil infamias más. Pero la gente ya no se altera: ven la violencia como algo normal, como parte de la cotidianidad, con lo que hay que vivir a diario. Creo que se han acostumbrado al mal porque el hombre es el lobo del hombre, algo que en los periodos de paz olvidamos. Dices que eres escritor de historias, algunas inventadas y otras reales. Las que te vamos a contar son reales, crueles, dolorosas. Por eso, te tenemos que advertir que al estar aquí con nosotros corres el riesgo de las malas compañías, pues cuando nuestros enemigos, que son muchos, lleguen no preguntarán quién eres ni que haces con nosotros, solamente nos llevarán juntos a la antesala de una dolorosa muerte. Entonces sufrirás las torturas que nos infligirán hasta que desees que llegue el alivio de la muerte. No te preocupes, eso no pasará porque aquí nosotros somos la autoridad, nadie manda por encima de nosotros. Pero déjanos decirte que nos da gusto que alguien quiera explorar el infierno que hemos construido afanosamente los hijos de puta, todos, no solamente nosotros.

II

La investigación que inicié hace unos meses para documentar una novela que estoy redactando, que pienso publicar muy pronto, está muy avanzada; espero que salga al mercado antes de que se lleven acabo las elecciones para elegir al nuevo gerente de lo que llaman todavía república.

El tema de mi obra literaria es el proceso de construcción de lo que se empieza a nombrar como el Sicariato, la dictadura de los criminales, el sistema de gobierno que ha convertido a este país en un océano de sangre y dolor.

He pactado un encuentro con dos hermanos que se han destacado como brutales sicarios del nuevo sistema que nos gobierna. El encuentro será en el Café y Antigüedades Karime, al que acudo diariamente como refugio para leer, escribir y reflexionar, en medio de objetos del pasado y disfrutando un delicioso café que me prepara especialmente para mi la querida dueña del lugar.

Espero no transcribir en mi libro las barbaridades cometidas por estos rufianes, las que me serán narradas seguramente en el encuentro con ellos. No me gusta la literatura que usa profusamente la sangre en su narración y que excluye la visión humana de la tragedia. Me disgusta ver como en las historias de criminales, los convierten en héroes mientras el país se transforma en un reino del terror. Pero reconozco que narrar brutalidades con lujo de detalle resulta una excelente estrategia para vender historias escritas o visuales. Ya veré como resuelvo este dilema ético en mi novela.

III

A este tipo lo conozco, le digo a la dama que me acompaña en la cama, mientras ella, desnuda e impúdica, lanza su pierna caliente sobre mi instrumento de batalla, en una abierta provocación para volver a la guerra que aún no termina.

La televisión se ha quedado encendida mientras hacemos lo que hemos pactado para que yo descargue los ardores frecuentes de mi cuerpo. Ella recibe mi dinero y yo sus favores sexuales, así de simple, como cualquier transacción comercial entre iguales.

En la pantalla del viejo aparato, un individuo, calvo y con rotúndas mejillas de buen comedor, responde al conductor del programa de entrevistas «De cara a la nación» con una cascada de palabras que ocultan su verdadero pensamiento, en un clásico ejercicio de retórica grandilocuente:

-Qué le hace falta al país para ser feliz?

– Debemos construir ciudadanía para un Estado de Derecho, del que estamos ayunos…la democracia exige sacrificios…la reforma del Estado está en proceso…

Este personaje que habla sin pausas, le digo a la compañera, es en realidad el vocero de lo que la gente ha nombrado los «Chacas del poder», los «Chapos», un pequeño grupo que gobierna de facto este país y que está integrado por los jefes de las poderosas organizaciones criminales que controlan la vida de los habitantes de cada uno de los cinco territorios en los que ellos han dividido al país.

Desde hace meses que he venido realizando una investigación periodística que tiene como objetivo esclarecer quién gobierna realmente este país. ¿Cuándo lo perdimos?, me preguntó todos los días. En este momento, recuerdo la frase de un ex presidente del país, sospechoso del asesinato del candidato de su partido a sucederlo en el cargo: «Mi querido Joaquín, de verdad que todos los días me levantó de la cama y me digo: cómo nos hace falta Luis Donaldo».

Conozco los riesgos de investigar las redes de poder en un país que no está acostumbrado a verse al espejo y que le enfurece como lo ven los otros: violento, incivilizado, salvaje, esquizofrénico, kafkiano.

Una mirada superficial al acontecer diario, nos diría que vivimos en una país democrático, con crecimiento económico y estabilidad política. Eso es lo que se vende en los medios de comunicación oficiales, que son casi todos, para consumos de una población desinformada, inculta, ignara. Pero la realidad es muy distinta: coexisten dos poderes, el formalmente establecido, elegido en las urnas mediante trampas, y el poder real, el del crimen organizado, que manda sobre el poder formal.

He tenido un primer acercamiento con el vocero de los Chapos parar tratar de ahondar en mi investigación pues él conoce a profundidad las cañerías del nuevo sistema de gobierno.

Pero también he decidido emprender un viaje por el país para conocer personalmente la terrible situación que viven sus habitantes.

¿Se ha quedado dormidito el pichulín ?, me dice la damisela mientras le hace carantoñas al orgullo de mi nepotismo, como decía otro presidente de este país, hace ya algunos ayeres, al defender la inclusión en su gobierno de su primogénito. El aludido despierta para continuar la batalla que nunca debió abandonar. Se ve poderoso e imbatible.

IV

Para nosotros, los hijos de puta, la verdad es que han sido buenos los tiempos que vivimos. Mira como hemos cambiado rápidamente en los últimos años, y no me refiero a que hoy todos somos esclavos de los celulares y de las redes sociales. Digo que han cambiado porque las cosas ya no son como eran antes, si no dime tú: ¿Cuándo imaginaste que dos matones a sueldo, como mi hermano Cristian y yo, seríamos visto con admiración, respeto y envidia?

Antes, y no hace mucho de ello, éramos la escoria, la basura, los desechos humanos. Y eso estaba bien, pues correspondía a un estado de cosas; formaba parte de las reglas de un sistema que contenía una parte negativa, reprobable, condenable. Había un lado lleno de luz que contrastaba con el lado obscuro; en este lado siniestro estábamos los que matábamos por encargo, por instrucciones de un jefe.

Pero esa división era definida por los que todo lo tenían y que establecían las reglas de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. En ese viejo sistema era condenable que extrajeras combustible de los ductos de la empresa estatal de forma clandestina pero, por otro lado, era bien visto que los de adentro se robaran la riqueza petrolera e incluso llegaran al extremo de venderse a ellos mismos lo que dijeron por décadas que era patrimonio de todos.

Así eran las cosas antes de que llegaran la rebelión de los excluidos; la revuelta de los que jugábamos como simples testigos de los señorones dueños del balón, quienes decidían si teníamos derecho a tener cosas, a vivir sobradamente, a tener futuro.

Condenados al destierro en nuestra propia tierra, los exiliados buscamos una salida para la sobrevivencia y una puerta hacia el éxito. Y esa oportunidad se presentó de un color afortunado: del verde alegre de la hierba que hace soñar a los miserables y del verde del billete americano. Los güeros del decadente imperio del norte nos pidieron les produjéramos en nuestras tierras la bendita hierba para hacer que sus ciudadanos se convirtieran en maquinas para matar enemigos. Había que hacerlos olvidar que mataban seres humanos, hacerles creer que la patria se defendía con la vida propia, aunque esa patria fuera propiedad de unos cuantos.

Pero la necesidad se les hizo vicio: nuestro producto de exportación les cubrió las ansias de olvidar la tragedia que representa la guerra, pero en el camino se les quedó como imperiosa necesidad su consumo. Y cuando despertaron de sus delirios de grandeza, se dieron cuenta que nuestros dulces eran un peligro para su bienestar y entonces emprendieron su guerra contra nosotros, culpándonos de sus males. Demasiado tarde: el monstruo había crecido enormemente.

Es cierto que nosotros los hijos de puta hemos estado en los grandes eventos criminales en este país; somos los asesinos que damos muerte vil y cobarde a los miserables migrantes en toda su ruta hacia el sueño americano; los que arrojamos cabezas decapitadas como mensajes para nuestros enemigos: los que hacemos explotar granadas en el día de festejo de la independencia nacional; los autores de la desaparición de miles de personas; los que incendiamos casas y negocios; los que asesinamos a las familias de nuestros enemigos, sin tener piedad para los niños y mujeres; los que secuestramos a cientos de personas y a las que asesinamos a pesar de cobrar los rescates pedidos por ellas; los que hacemos del territorio nacional un gran cementerio clandestino.

Pero todas estas acciones han sido necesarias para romper con un orden social fincado en la exclusión de la mayoría de la población, condenada a la sobrevivencia; es la violencia debida que antecede al cambio. Es la destrucción de los viejos arreglos que tienen las élites para dominar y controlar el país.

Cuando este proceso de instauración del nuevo sistema concluya, esta violencia será cosa del pasado y conoceremos las grandes aportaciones para el país de hombres que hoy todavía pasan como bandoleros, como grandes criminales. Figuras como el Señor de los Vuelos, Napo Higueras, Casandra la Divina, Hilarión Medina y el Alacrán Dorado, serán todos ellos reconocidos como los nuevos constructores de la nueva patria. Así será, ya lo verás.

V

Mi novela trata de un periodista que ha decidido realizar una investigación de cómo el crimen organizado se apoderó del gobierno y de la sociedad en mi país. Para ello emprende un recorrido por el territorio, para constatar la presencia dominante del crimen, en donde enfrenta situaciones que ponen en riesgo su vida.

El periodista escribe una especie de diario en donde narra las vivencias que tiene durante la investigación. Hace constar también en él sus aventuras sexuales con prostitutas, como una forma de llenar la soledad que lo atormenta.

Todavía no me queda muy claro la historia de mi novela: tengo los rasgos generales del trama pero no me queda my claro el desarrollo y el desenlace. Pero espero que esto se aclare conforme vay redactándola.

La entrevista con los dos hermanos sicarios formarán parte de mi libro, como una especie de colofón, que muestre como mi novela refleja la realidad violenta del país.

He pensado que otra parte de la novela, no sé si intercalados o al final de la misma, puede ser una serie de relatos breves que ilustran la situación desastrosa en el país, escritos por mí, y que giran en torno a la violencia del narcotráfico en el país. Podrían ser como viñetas.

He resuelto llevar un registro escrito de lo que me pasa durante la construcción de la novela, aunque eso no formará parte del proyecto.Han sucedido cosas muy raras: he descubierto que al abrir el archivo por las mañanas, hay párrafos completos que no fueron escritos por mí en la noche previa, por lo menos no los reconozco de mi autoría.

Espero tener el tiempo y el ánimo suficiente para concluir este proyecto que me emociona casi hasta el llanto. Mi status de divorciado me da el espacio necesario para tan ambicioso proyecto. Que se vaya a la mierda mi ex, no pienso doblegarme a sus acusaciones.

VI

Conseguí, a través de un amigo, una entrevista con un personaje connotado en el mundo de la psiquiatría, la academia y la política. Es un médico conocido como el “Psiquiatra de la Nación”, no sé si la denominación sea un halago honesto o una burla de alguno de su malquerientes. La verdad que el tipo es pagado de sí mismo, un presuntuoso, un pesado, pero creo que conoce a la sociedad de este país como a la palma de su mano. Me recibe en las oficinas del Centro de Estudios de la Identidad Nacional, fundado y dirigido desde hace años por él y un pequeño grupo de colaboradores.

Después de las presentaciones debidas, le cuento de mi investigación sobre el nuevo régimen de gobierno y mi interés de conocer la perspectiva que tienen los intelectuales y académicos sobre el fenómeno social. Le explico que no entiendo todavía la fascinación de la sociedad por el narcotráfico y la violencia. Las expresiones culturales derivadas del fenómeno se han extendido a la literatura, arte, música, cine, televisión.

Vengo, le digo, por respuestas que usted y su equipo seguramente tienen ya elaboradas como estudiosos del ser nacional. Tenemos, me responde circunspecto, algunas, no todas porque usted sabe que las complejidades de los fenómenos sociales y las insuficiencias de la ciencia hacen imposible su estudio a cabalidad; si le agrega usted la complejidad de nuestra sociedad, que se debate entre la tradición y la modernidad, entre el salvajismo y la civilización, entre la miseria y la ostentación, tenemos un objeto de estudio inaprehensible.

Pero nuestro acercamiento al estudio durante varios años -continuó diciéndome- nos han arrojado algunas verdades. En seguida, me hizo un diagnóstico de la enfermedad mental que padece la sociedad actual, que por lo extenso omito trasnscribirlo, pero que quedará reflejado en mi informe de la investigación.

Al salir de las oficinas recordé que las lenguas viperinas decían que el «Psiquiatra de la Nación» atendía a la esposa del presidente de la república por problemas de adicción a estupefacientes. Otros agregaban que se habían hecho amantes. Allá ellos con sus miserias, con las que yo tengo es suficiente penitencia.

SINOPSIS: Un escritor pacta un encuentro con dos sicarios del crimen organizado que gobierna de facto al país. El escritor pretende incluir las confesiones de los criminales en su novela que está escribiendo, como una estrategia de venta de su obra. Pero es sorprendido por el discurso de los sicarios quienes le cuentan, no historias de sangre, sino su visión de lo que está pasando en el país. Cristian, el sicario que abre la novela, narra la vida que han llevado, con un lenguaje descarnado y violento, mientras Ángel explica, desde una perspectiva social, la construcción del nuevo sistema de gobierno. El escritor ignora cuales son los motivos reales por los que los criminales han aceptado su encuentro, lo que se le revelará al final de la entrevista. El personaje central de la novela del escritor es un frustado periodista con una vida sumamente complicada.

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