Cuántas cosas se olvidan, cuando se vive tanto para otros y no quiere decir que eso esté mal, pero olvidar el primer amor puede ser algo nefasto porque cuando se despierta de ciertas situaciones, te desconoces tanto que toma tiempo reconocerte otra vez como un ser y estás tan lleno de vacíos, que el trabajo sobre ti se vuelve una tarea maratónica y desgastante.
Eso le pasó a Estela, venía de un largo trayecto de situaciones dolorosas que le habían hecho perder la confianza en sí misma, en el amor, en otros seres y la desconfianza paseaba desafiante frente a sus ojos.
La locura vivida en su última relación. después de haber tenido un hogar maravilloso, la había llevado a un límite de dolor a tal punto que situaciones mínimas lo único que hacían era echarle sal y ácido a unas heridas que no cicatrizaban aún; en medio de todo ese desajuste emocional luchaba por seguir siendo una mujer amorosa, comprensiva y dispuesta a ayudar a otros.
Cuando decidió separarse después de una convivencia de tres años y medio, ya hacía rato que no sentía ningún tipo de afecto hacia ese hombre que no había desaprovechado oportunidad para humillarla, maltratarla, llevándola hasta un abismo tan profundo en el cual una noche cayó tirada en un rincón de su casa, con las venas de sus muñecas abiertas de par en par y sintiendo que la vida se escapada en cada gota del rojo líquido que teñía el piso frío. El dolor en sus costillas era profundo, no podía respirar…Cómo era posible que una simple pregunta la había llevado a esa situación en la cual su vida menguada por por golpes, palabras soeces y vejámenes pendía de un hilo. Ese día la fiscalía, organismo de investigación, había enviado un funcionario a hacerle unas preguntas muy puntuales sobre «ciertos asuntos» de su compañero. Para Estela fue una absoluta sorpresa la visita del funcionario y aturdida contestó con una verdad absolutamente ignorante respecto a los sucesos, porque desconocía por completo qué estaba sucediendo.
Esa noche cuando «el déspota» llegó, calificativo asignado con una certeza tal que la misma palabra se quedaba corta, ella le comentó de lo acontecido esa tarde y le pidió le aclarara qué estaba sucediendo. El aliento alicorado que no percibió de entrada, porque los saludos afectuosos de bienvenida eran los eternos ausentes, salpicó de una brisa su cara, era el mismo Baco enfurecido quien escupía en su rostro una furia desatada desde el mismo averno; él nunca creyó que su conducta hasta ese momento solapada y disfrazada frente a la sociedad pasaría factura en algún instante del presente e involucraría a personas ajenas y desconocedoras de sus andanzas.
La respuesta no llegó, bueno no es tan cierto, sí llegó en forma de puñetazos, insultos y toda una serie de ataques con los cuales un delincuente descarga su odio cuando se ve sorprendido.
Ya era tarde, despertó en un reguero de su propia sangre y como pudo salió a pedir ayuda. Una vez más guardó silencio, no quería aumentar los problemas, seguro una vez más guardaba la esperanza que el cretino de su compañero iba a cambiar, todo tendría solución y podría encontrar la paz tan anhelada. Qué ilusa, si no había tenido escrúpulos en tratarla de esa manera y mucho menos de auxiliarla, porque cuando despertó estaba sola, seguro ella no le importaba, nunca le había importado, él simplemente había encontrado a una mujer trabajadora que le trabajaba más de doce horas por día, mantenía todo en orden, generaba ideas, había implementado estrategias para la empresa, el mercado se había ampliado, los recursos eran manejados ahora con más efectividad, y se habían pagado una cantidad de deudas…
Todo daba vueltas en su cabeza mientras el médico sostenía sus manos y acariciaba su cabello, dándole confianza para que ella confesara la verdad y poder hacer desde el servicio de salud la denuncia respectiva, que daría lugar a una citación en la cual quedaría asentado frente a la ley, que se trataba de maltrato intrafamiliar y no de un simple accidente en el lavamanos y espejos del baño.
Se negó rotundamente a aceptar que el médico dejara establecido en el informe , que su compañero había atentado contra su vida. Pensaba en su padre, de seguro que si viviera nada de esto habría pasado. Se culpaba, cómo había sido tan tonta para no haber detectado a tiempo a este hombre y haber terminado bajo su mismo techo.
No quiso llamarlo para que la recogiera en la asistencia médica, hasta ese momento estaba desaparecida, pues no había avisado a nadie de su situación, estaba enseñada arreglárselas sola y no pedir ayuda, siempre había sido así.Todo había sucedido la noche de un sábado, y regresó a casa el día domingo con más dolor en el alma que en el cuerpo.
Llegó en silencio, no tenía ganas de hablar ni de comer, escasamente podía respirar. Sacó hielo del refrigerador y aplicó en las partes donde las contusiones eran más graves y evidentes, una sombra morada recorría su ojo derecho desde la ceja hasta la nariz, un moretón en el mentón y su labio inferior completamente inflamado mostraba evidencia de haber sido reventado en su interior…
La aguardaba sentado en una silla mecedora que ella hacía poco le había regalado por su cumpleaños, tenía el computador enchufado al televisor y escuchaba música, latas de cerveza daban testimonio que seguía en estado de embriaguez. Corríó a saludarla, la abrazó, pero ella inmóvil no correspondió su abrazo, tampoco profirió palabra alguna, no quería hablar, además que todavía sentía en su cuerpo el efecto de los sedantes suministrados por sus venas durante la noche. Se acostó y durmió hasta la mañana siguiente…
Qué escándalo, tener que ir a trabajar en semejante estado, porque además el muy cretino era su jefe y siempre le negaba el tomarse una incapacidad médica, en el estado que fuera era obligada a asumir su horario laboral, en muchas ocasiones le había dicho que ella tenía que ser a su lado 24 horas sin derecho a descanso y no estaba muy lejos de ser una realidad, cuando la forzaba a levantarse a cualquier hora a llevarle alimentos a la cama, incluso cuando un domingo a las cuatro de la mañana le decía: «Levántese, lávese el culo y me trae café…»
Montones de ojos se quedaron mirándola esa mañana del lunes, cuando las gafas oscuras que se colocó no alcanzaron a disimular los moretones mal ubicados en toda su cara. Las preguntas no se hicieron esperar y tuvo que inventar una historia que nadie creyó para ocultar la verdad.
Le mandó a preparar un suculento desayuno, flores a media mañana, una sarta de idioteces que muchos observaron callados con miradas escrutadoras, hasta que uno de los niños se acercó y le dijo: » Yo sé que el payaso Crosty, le pegó profe…» En medio de la indiscreta pregunta esbozó una sonrisa y abrazó al pequeño.
Esa mañana un pensamiento la atormentó a cada segundo, a qué horas se había metido en esa relación, era una locura, siempre había detestado los borrachos, y más si no saben controlar sus demonios, son capaces de cualquier cosa. Dio gracias a Dios que su padre no había tenido que presenciar o darse cuenta de ese hecho, seguramente todo habría terminado en una tragedia mayor, porque su padre por ella habría sido capaz de hacer cualquier cosa, había sido la niña de sus ojos y consentida entre todos sus hijos. Le decía muñeca, por el diminuto tamaño que tenía cuando nació, aparte de ser huesuda en extremo.
Las flores se las regaló a la secretaria, el desayuno a los niños y cuando terminó su labor, se fue a sentar en la banca de su parque preferido a alimentar las palomas, hasta llegada la noche cuando con pasos lentos se fue a casa a descansar. Esa noche el dolor en las costillas fue insoportable, casi no pudo dormir, le costaba mucho trabajo moverse para dar vuelta en la cama, pero no se quejó, aguantó callada el dolor pues lo menos que quería era ser ayudada por su verdugo. No tenía ganas de hablar y sólo monosílabos entre espaciosos silencios pronunciaron sus labios.
A la mañana siguiente una tachuela en una nalga levanto al «déspota» de su silla, el alboroto que se armó en la escuela fue horrible, hasta que no apareciera el responsable todo el salón quedaba suspendido sin derecho a recreo y a la hora de salida, nadie se iría hasta que el «vándalo», según sus palabras, apareciera.
Un estudiante había tomado justicia por su propia mano, todos los golpes que le había dado a Estela, colocándole una tachuela en el asiento, eso lo supo meses después cuando al graduarse uno de los chicos la abrazo y con un guiño de ojo le dijo: «Yo fui el que le punzó la nalga a Crosty», soltaron a reírse y le otorgó sin dar explicaciones una medalla por ser el chico más solidario de toda la institución, los aplausos y risas maliciosas estallaron por el recinto y un eterno secreto quedó guardado entre los estudiantes y aquella profesora.
Debía aguantar un tiempo más, su nombre estaba comprometido en créditos bancarios para mejoras locativas y si se iba, nadie le aseguraba que las deudas fueran canceladas en su totalidad, aunque llegado el momento en que partió quedó una, que hasta el día de hoy por venganza se negó a pagar…
Todo en la vida son momentos, para vivir e inclusive hay momentos que se viven muriendo de muchas formas…
Shelore
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