entre líneas prestadas de otros escritores busco la forma de plasmarte en una nota. intento arrancarme del cerebro palabras vestidas de poesía que vuelquen, en tamaño de fuente 14, algún atisbo del tornado de sensaciones que produce tu recuerdo, danzante en mi mente. sin éxito, termino dejando todo a medio imaginar y espero cada noche por una frase para empezarte.
pero es que quizá mi mente no esté lista para escupir míseras y agridulces rimas acerca del amor que te tengo o te tuve. por ahí, en una de esas, me escondo detrás del bloqueo artístico porque dedicarte algún renglón signifique dejarte ir. capaz no estoy lista para soltarte y estamparme contra la idea de que, en realidad, no seas tan magnífico. y que puede ser que el verano y el desierto que se abalanzaba hacia mi cabeza en tu ausencia, te haya dado forma de oasis; yo tan sedienta y cansada, vos tan cómodo y abundante.
me sumergí en el fresco charco de agua que me ofrecías, siendo yo la persona más inútil para nadar. no pude siquiera flotar por inercia, por mera supervivencia. simplemente me quedé en el atlantis escondido en el fondo de tu oscuro y desolado vaso de agua, que ya estaba desbordado mucho antes de que yo me hundiese. manoteé las últimas burbujas de oxígeno buscando por vos, pero vos y tu paraíso desértico se habían evaporado mucho antes de que el verano terminase.
no te culpo. tu cabeza jamás fue algo fácil de descifrar, y tampoco quería que lo fuera. lo más interesante de vos, era que jamás dejabas de sorprenderme. todavía sigo anonadada con tu capacidad de aguantarte tanto. o tal vez tu capacidad de fingir tan bien. yo ya me cansé: me cansé de aguantar, de fingir y de intentar.
sólo espero que tu departamento recuerde mis pies descalzos, helándose para ir directo a los tuyos y calentarse bajo la colcha que te dejé. ojalá que los vecinos de abajo sigan enojados por el ruido que yo hacía cuando movía la silla, desacostumbrada y descuidada de tener gente viviendo debajo. deseo que el sillón todavía huela a nuestra transpiración, esa que mojaba nuestras siestas incómodas, y al aliento de los gemidos que tanto nos gustaban. ruego que la lámpara de tu pieza siga golpeando mi cabeza en el recuerdo de las cuatro paredes que se reían de y con nosotros; que el metal del balcón siga teniendo mis dedos marcados de las veces que lo tanteé para saber si estaba verdaderamente firme. ojalá y el baño todavía tenga mis mechones de pelo escondidos en los rincones de las veces que me bañé y perfumé para después salir a embarrararme de ilusión en un abrazo tuyo; y que tu versión de ese entonces, siga sacandome fotos distraída, mientras pienso si me veo linda con la luz del solcito de la mañana, que encandilaba nuestro desayuno de mate y criollitos. y espero se hayan inmortalizado, en tu departamente, nuestros ojos marrones buscándose, desesperados, entre lo que en algún momento creímos que fue amor.
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