Hay cuestiones que son muy ciertas, como por ejemplo el hecho de trajinar todo el día por la gran ciudad y no tener conciencia de los ruidos. Él vivía en el centro mismo de la metrópoli, donde la urbe no para jamás a tomarse un descanso.

Tan acostumbrado estaba que nunca se había detenido a preguntarse cómo sería un verdadero silencio. Ni siquiera tenía idea de lo que aquello podría significar. Nunca jamás se lo había planteado, apenas tenía ciertas aproximaciones, como por ejemplo, cuando alquilaban sus padres una casita en un balneario en el verano y en las noches podía escuchar el concierto de grillos y ver el cielo plagado de estrellas sin laslunas de luces citadinas interfiriendo la visual.

Puede parecer inapropiado mezclar ambas cosas pero laoscuridad es compañera del silencio y ambos son cómplices de dos conductas que no ocurren al mismo tiempo y no tienen las mismas raíces: el miedo y el placer. ¿Qué puede sobrevenir cuando no se escucha nada? La insonoridad puede ser compañera de una espera complicada cuando se piensa en qué va a pasar. ¿Qué voy a hacer mientras tanto? ¿Y después? ¿Cuándo es el ahora? El ahora está pasando y no puedo hacer nada con ello.

Este tipo de pensamientos estaban ocurriendo en su cabeza. Cuando retumba el eco del propio corazón en los oídos da miedo lo que pueda ocurrir. Por ejemplo: son las 03:58 a.m.; ¿qué pasará dentro de un rato? ¿Cómo saberlo? ¿Para qué me serviría saberlo?

Esto último es lo más certero que se me ha ocurrido esta noche, pensó. ¿Tengo sueño? Ni siquiera lo sé, ya no sé qué cosa es el dormir. ¿Estoy durmiendo realmente o estoy inmerso en una maraña de ruidos que no paran a ninguna hora?

Parecía haber descubierto la pólvora. Se estaba preguntando algo que era tan cotidiano y que nunca había pasado por su cabeza. Recién ahí tomó conciencia que lo que en realidad lo había despertado era el inusitado silencio repentino.

A pesar delotoño fresco salió en piyama al balcón del apartamento para ver qué ocurría. Se encontró con el panorama acostumbrado de autos estacionados, luces solitarias del alumbrado público, un cielo que no se veía, pero todo ello le resultó sumamente raro al constatar que no había gente. Las personas no estaban por ningún lado, mirara para donde mirara, en un lugar en el que estaba acostumbrado a ver a la gente transitar quien sabe a dónde a todas horas. Sabía esto pues alguna vez que otra los hechos lo habían llevado a estar presenciando ese mismo escenario y a una hora similar al regresar de una fiesta.

Al fin vio a alguien en el edificio de enfrente, que al igual que él, estaba en el balcón mirando para todos lados. Pensó en saludarla con un ademán y un grito dado la distancia, pero le pareció que se vería sumamente tonto.

¿Qué pasará que no hay nadie en derredor?, se preguntó.No entendía lo que ocurría y solo tenía la certeza del inmenso silencio que se había creado como de la nada.

El ruido leve del reloj de pared le marcó que un tiempo transcurría y que él no tenía conciencia de cuánto. El infinitesimal tiempo transitaba en medio del silencio. Diferentes figuras del miedo se arracimaban en su cabeza como imágenes de películas de terror que había visto hacía tiempo.

El silencio da miedo por no saber a qué se debe. Pensar qué va a pasar tomando conciencia de lo breve de la vida. Era como si algo hubiera arrasado con la ciudad y solo él y aquella vecina del balcón de enfrentequedaran como testigos.

No tenía a nadie en ese momento para decirle lo que se le agolpaba en la cabeza, ni una novia para despertarla y hacerle ver lo que ocurría. Pensó en los encuentros con distintas mujeres que había conocido. Se dio cuenta que solo una vez se había enamorado y ahora parecía no quedar nadie en el planeta salvo él y aquella persona a la que no se había animado a saludar. Recordó que una compañera de trabajo le gustaba mucho pero nunca se había aventurado a nada más que un saludo mañanero.

Vivía en un pequeño departamento en una vieja torre de las pocas que quedaban en aquella zona de rascacielos modernos en los que la gente se dedicaba a la especulación financiera y a los mercados nacionales e internacionales. Dormitorio, estar- comedor- cocina y baño era su mundo desde hacía un buen tiempo en aquel nido de abejas de las cuales él era una más.

Extrañamente aquel infierno de seres que iban y venían con prisa se había detenido. No pasaban lujosos autos como de costumbre frente a las veredas de escasos árboles. Los hechos del pasado se le atropellaban mezclados en la mente como una tempestad de viento que trae de todo consigo. No tenían un orden los recuerdos y las disquisiciones que hacía sobre su propia vida.

Se presentaba aquello como una angustiosa mezcolanza de cosas ocurridas y que hubieran podido ocurrir si las circunstancias se hubiesen dado de otra manera. También estaban las miles de maneras planteadas de cómo podían haber sucedido de forma tal que le fueran más favorables a sus deseos y necesidades. Pero eso- él lo sabía-, le ocurre solo a unos pocos.

De todas maneras no podía dejar de pensar en qué sucedería si su vida transcurriera en otro ámbito que el de la oficina y en el dos por dos en el que vivía. Imaginaba vuelos hacia el Caribe y estancias en tierras de ensueño rodeado de bellezas y personas que le sirvieran sus gustos como se veía en la televisión por ejemplo. Pero algo no le cerraba respecto a ese tipo de cosas.

En principio su situación real era dependiente de un trabajo en una oscura oficina bajo las órdenes de un oscuro jefe. Sus ingresos apenas le daban para pagar el alquiler del lugar donde vivía y mantenerse. Sus padres habían muerto y no tenía familiares cercanos con quienes contactarse. Todo esto se daba de bruces con los delirios de grandeza que pudiera tener.

Si bien poseer cosas materiales lo impulsaba a tratar de lograrlas, ahora se estaba dando cuenta que no le servían para nada o por lo menos no para saber qué estaba ocurriendo en aquel momento en que no se escuchaba nada.

Tampoco había algo que guiara sus pensamientos, quizás por ello estos se presentaban en tal desorden. El único norte era el silencio que de inocente no tenía nada, pensó, pues no dejaba de provocarle miedo aquello desconocido hasta ahora, al menos para su memoria.

Comenzó todo a evocarle los temores de la niñez. Quedarse solo en un cuarto enorme- por lo menos para su tamaño de aquel entonces- , recordaba que lo había dejado paralizado. No podía precisar la edad, pero si sabía que era muy pequeño.

Se dio cuenta que eran silencios parecidos aquél y éste que se presentaba ahora, parecidos pero no iguales, al actual lo sentía agresivo aunque el monto de ansiedad le parecía mucho mayor ahora.

Se puso a analizar las diferencias entre aquello y esto. La edad sin duda y la ignorancia de las cosas del mundo eran elementos preponderantes. Elucubró que en el transcurso de su vida había aprendido muchas cosas pero tampoco sabía a qué se debía esta repentina situación actual.

Continuó haciendo paralelismos y recorriendo los monstruos que se le asomaban al borde de la cama de pequeño como – por ejemplo-,una ropa colgada en el perchero que descubrió su madre al venir apresurada por sus gritos. Ya más tranquilo le pidió que se fijara en un sombrero sobre una cabeza de maniquí encima del ropero de los juguetes que su progenitora también se ocupó de desmitificar.

Recordaba que aquella cabeza había pertenecido a su abuelo, reconocido en su profesión de sombrerero por más de algún personaje de notoriedad. Quiso recordar porqué había ido a dar a su cuarto y no lo consiguió, sí tenía grabado los miedos que le había provocado.

Nacido y criado en la gran ciudad pero en un barrio periférico en el cual se juntaba a jugar con otros niños en la vereda y donde la zona tenía una cierta tranquilidad pueblerina era un contraste grande con lo que vivía actualmente.

La vida escolar le venía a la memoria con sus sabores y sinsabores. No podía decir que aquel primer año de educación formal hubiera sido una introducción feliz en su desarrollo. Como niño zurdo, su letra no lograba encajar con los cánones que marcaba la maestra encargada del curso hasta el punto de haber recibido una reprimenda traducida en golpe con una regla de madera en la mano que inevitablemente era la más versátil para la tarea.

Su reacción no se hizo esperar redundando en un soberbio puntapié al tobillo de la docente. Fue la primera vez en que tuvo que hacerse presente ante la Directora de la escuela. Debieron venir sus padres a sacarlo del berenjenal en que se había metido sin pensarlo. No salieron tan mal las cosas por cuanto sus padres y la maestra Directora pasaron una reprimenda a quien lo había agredido siendo tan pequeño. Después de todo que explicación había para algo que era naturalmente así como el hecho de que su mano hábil era la siniestra.

Ese es otro tema- pensaba-, el porqué a todos los que tienen predominancia por la mano izquierda se les llama siniestros. La sinistra es en italiano tal como se la denomina. Pero alguien siniestro es aquel capaz de las más viles acciones. ¿Qué relación tiene con el hecho neurológico que provoca que determinada mano sea la hábil?

Le vino el recuerdo del primer amor en la escuela, una chiquilina delgada y de pelo castaño claro muy largo, con maneras tan suaves que lo extasiaban. Cuando ella le quiso presentar a sus padres a la salida de la escuela el salió corriendo despavorido de temor.

En definitiva la soledad era el único nexo con la niñez que iba descubriendo que pudiera provocarle miedo. Está claro que el hecho de estar con alguien y discurrir mutuamente los acontecimientos sería algo benéfico para no estar tan ansioso. Pero, ¿qué pasará en el siguiente instante y qué aparecerá en el espacio de tiempo entre uno y otro momento? ¿Cómo se miden los momentos en extensión, de uno a otro? Eso le provocaba inestabilidad en cuanto a la certeza de lo que ocurría. ¿Qué es lo que define un “momento”? Es algo así como querer identificar un punto en el espacio y determinarle coordenadas respecto a otro punto. Un punto puede ser un planeta o un alfiler, todo depende de las dimensiones de quien lo piensa y de su ubicación en el universo. Esto lo llevó a pensar en las capacidades de la mente y la posibilidad de pensar el mundo. Se daba cuenta que si circunscribiera su mundo tan solo al apartamento pequeño en el que vivía las cosas serían tan reducidas que ni siquiera podría discernir aquel silencio que atacaba por todos los rincones y despertaba su ansiedad.

Recordaba los principios de su adolescencia con el pasaje de la escuela al liceo. Al finalizar el primer año se fue a examen a tres materias con la consiguiente retahíla de su madre. Sus padres hacía poco se habían separado y él no se sentía bien por ello. Aquello le influyó en su rendimiento pero le molestaba que su madre no le tuviera confianza. Al final tomó la mejor actitud, salvó los exámenes de aquellas materias siguiendo para adelante en el segundo ciclo educativo. Pero no dejaba de preguntarse por qué ese comportamientode su progenitora. Era como si por no haberse entendido con el hombre que era su esposo, todos los demás integrantes del género masculino no fueran merecedores de confianza, aunque se tratara de su hijo.

Tenía presente la manera en que sentía la necesidad de exorcizar los acontecimientos futuros con diferentes prácticas que supuestamente le aseguraban que todo saliera como él quería. Por ejemplo, contar los escalones de una escalera antes de subirla sabiendo con qué pie finalizaría el ascenso. O por ejemplo circular por la vereda izquierda porque le traería más suerte para obtener lo que necesitaba ya que su mano hábil era la zurda. Algo de aquello mantenía hoy día desde su adolescencia. Sus maníasse las disculpaba como tales pensando que sus locuras a fin de cuentas eran casi como dice el dicho: de loco todos tenemos un poco, más de poeta unos pocos.

Recordaba haber intentado unos versos dedicados a una compañerita de liceo, su segundo y platónico amor, más sólo le habían salido algunas barrabasadas escritas con aquella letra tan duramente criticada en su primer año escolar.

Tenía memoria de los bailes de adolescentes en los cuales le costaba mucho- al igual que al resto de los varones-, acercarse a las muchachas. La manera de fumar para sentirse como gente grande, tanto de muchachas como de muchachos, lo hacía pensar en lo ansioso que se sentía en aquellos momentos. Claro que eran ansiedades diferentes por cuanto el pasaje a la madurez sexual tenía aquello tan hermoso del aroma femenino y esta ansiedad actual respondía al hecho de no saber qué estaba pasando.

Los acontecimientos son los que definen, pensó. Lo que pasa es que no ocurre nada, es como si un gran pulmón tomara aire y uno estuviera a la grupa de un gigante que hasta ese momento no hubiera tenido resuello por tanto trabajar. Recordaba el llanto que le habían provocado los monstruos de su dormitorio de niño recién sacado del cuarto de los padres. Estar a la grupa de un gigante podría significar que éste de alguna manera te defendiera de lo que pudiera sobrevenir. Sin embargo aquel gigante citadino devoraba a sus congéneres y pensaba que pronto lo devoraría a él si no averiguaba lo que acontecía. Pero cómo hacerlo era algo que lo superaba. En ese momento se dio cuenta que antes de ir a dormir no había apagado la televisión y esta era la que provocaba el único ruido que lo rodeaba. Pensó que si ocurría algo grave lo transmitirían por aquel medio pero nada ocurría salvo programas de entretenimiento y música fútil que en nada contribuía a aclarar la situación. Mientras tanto seguía recordando cosas de su vida agolpadas turbulentamente en su cabeza. Recordaba la cena de aquella noche. Nada en especial salvo lo frugal. El era delgado pero igualmente deseaba mantener la silueta consumiendo verduras y frutas. Tampoco sus ingresos daban para cosas muy exquisitas a la hora de alimentarse. No era muy alto y tampoco muy bajo, su metro setenta de estatura lo situaba en el promedio de la gente. En ese momento le sobrevino el pensamiento acerca de ser promedio. ¿Qué significaba eso? Promedio en inteligencia, promedio en alimentación, promedio en vida. Se dio cuenta que a pesar de lo corto de la vida, destacar no era lo suyo. Salvo en el futbol, pues había sido buen puntero izquierdo cuando chiquilín. Pero nunca se decidió a emprender una carrera como futbolista. Ahora a los treinta años recordaba aquellas épocas. Se le ocurrió que su vida no tenía un porqué ni un para qué salvo ser un oscuro empleado en una firma en la que ascendería con los años y esos años se llevarían la vida. En ese momento se preguntaba por las cosas materiales que había deseado con tanto fervor metiéndose en créditos que le había costado mucho pagar. Y ahora en medio de este silencio se preguntaba para que le sirvieran. Si bien es cierto que lo material hace en parte al confort, no es saludable dejar la vida en pos de ese tipo de cosas. Eso y muchas cosas más le venían a la mente. Como las viejas botellas de leche de cuando era niño de las cuales su abuela extraía la nata y hacía una riquísima manteca que untaba en el pan de la merienda. O aquellas ollas de dulce de leche que su abuela hacía y con las que competían con su abuelo para devorarlas y luego ir a jugar al futbol con sus amigos de la cuadra. Claro que a veces ocurrían cosas extraordinarias como cuando vio el comienzo de la construcción del túnel que haría el pasaje subterráneo entre dos grandes avenidas. Se quedaba extasiado con sus amigos viendo aquellas enormes máquinas trabajar. Ni siquiera recordaba cuánto había demorado esa obra. Si sabía que la había visto hacer. Las escapadas al balneario con sus padres le permitían toda una nueva clase de sensaciones relacionadas con la libertad de manejar su propia bicicleta e ir a donde quisiera, cosa que ahora no podía hacer ni siquiera en bicicleta.

Alguna vez se le había ocurrido la loca idea de juntar dinero y tomar el primer avión que saliera con cualquier destino. Abandonarlo todo y dejarlo todo a la suerte de los lugares que pudiera visitar. El abandonó a la idea y no la idea a él. ¿Qué es la libertad?- se preguntaba en ese momento. Llegó a contestarse que estábamos todos con libertad vigilada, ya fuera dentro de un apartamentito como el suyo o en la calle que desprendía ese silencio que le hacía mezclar recuerdos y meditar. Ni que hablar del trabajo, donde la sensación de presidio le agobiaba.

En ese momento sintióque el enorme silencio-aunque le diera miedo-, lo hacía sentir libre. Era como si saliera de la observación de una cámara tras de la cual nadie sabía quién estaba.

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