Espíritus hambrientos (5)

Espíritus hambrientos (5)

DaelBeek

19/09/2023

El recuerdo de su hermana siendo cubierta por un manto traslúcido de luz dorada se asió a su mente tal cual ancla en el fondo del mar. Ahora, se encontraba en la casa de los Miller; pero a diferencia de la terrenal, estaba sumergida en un aire alicaído, desprovista de colores vívidos. El ambiente también exudaba ciertos matices aciagos, como si se estuviera limitado a sentir una angustia constante.

Oliver buscó con la mirada a su hermana, incapaz de encontrarla, empezó a caminar por el corredor donde había varias puertas cerradas. Al pasar la primera, se cruzó con la espeluznante presencia de una joven de largos cabellos empapados y rostro demacrado. Sus ojos eran unas profundas aberturas ennegrecidas y por sus labios agrietados se lograba escuchar un quejido lacrimoso.

Antes de que le fuera posible intercambiar palabra alguna, el médium escuchó un grito de auxilio proveniente de la siguiente puerta; sin embargo, lo que hizo estallar su cordura fue el haber reconocido aquella voz: era Mallory. Impulsado por la adrenalina y un temor azorado, atravesó la puerta para adentrarse a una nueva oscuridad.

—¡Mallory! —gritaba su nombre sin poder localizar ni sus propias manos—. ¡Mallory!

Su cuerpo temblaba de la desesperación que lo embargaba, pero su voluntad por encontrarla era aún mayor.

—¡Oliver!

Finalmente, la volvió a escuchar, estaba cerca. Siguió caminando a oscuras, tanteando en el aire, hasta que un nuevo grito le ayudó a descubrirla rodeada por una horda de espíritus hambrientos que deseaban alimentarse de su vitalidad.

En el siguiente instante, Oliver extendió los brazos hacia ellos, y con las palmas bien abiertas, aluzó a los muertos con una luz dorada que se propagó con furia.

—¡Aléjense de ella! —bramó con todo el aire contenido en sus pulmones.

De inmediato, los espíritus se marcharon entre lamentos y gruñidos molestos hasta que solo se encontraron los hermanos en esa oscuridad. La luz había desaparecido también.

—Oliver —sollozó Mallory, cubriendo a su hermano en un fuerte abrazo—. ¿Cómo hiciste eso?

—No tengo idea. Ven, debemos salir de aquí.

Sin soltarse, los hermanos salieron por la puerta que ahora se mostraba claramente. Regresaron sanos y salvos -por ahora- al corredor.

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