La espuma se esparcía por el movimiento de las manos. El agua tibia las enjugaba. Con el paso de los minutos se veían limpias pero la sensación no se iba. Nunca se iría. Las sacudió y decenas de gotas de agua cayeron en el espejo que reflejaba su oscuro porvenir. Salió del baño con pasos pesados, agotados, hartos de la carga que ya arrastraba desde aquella madrugada. Ahora soy parte del problema pensó. Soy parte del problema que intento dar solución.
Se desnudó y se tiró sobre la cama. En la oscuridad trató de dormir. Cerró los ojos y volvió a ver a aquellos iris luminosos de color café. Revivió ese momento en el que agotó la luz del alma podrida de ese sucio sujeto que tuvo la osadía de colmar su paciencia. La paciencia de todos. Se puso de pie de un salto. Encendió la luz amarilla de la lámpara que descansaba sobre su mesa de noche y sacó el cuaderno que guardaba debajo del colchón. Tachó el primer nombre de la primera página cuadriculada. La lista crecía cada día, con cada noticia que veía en la televisión, con las primicias de la radio o los reportajes periodísticos que se imprimían en los diarios que leía en el quiosco de la esquina. Era tierra de nadie y él estaba dispuesto a cumplir con esa regla que habían implantado décadas atrás esas sombras descarriadas, aquellos que con cada delito habían perdido la potestad de llamarse gente. Hoy me condené. Escribió su nombre en el último reglón de la última página. Ese era su límite. Esperaba que hubiera un mundo mejor cuando le tocara su turno. Ahora soy parte del problema se repitió antes de secarse el sudor que le escurría por la frente.
Volvió a la primera página. El segundo nombre lo paralizó. Lo conocía bien. Aquel era la razón por la que había tomado la decisión de comenzar la cacería. No empezó con él porque sabía que necesitaba perder la decencia antes de enfrentarlo. Rebajarse a su nivel. ¿Para qué esperar a mañana? Mi niña no tuvo mañana. Se vistió. Un pantalón de jean, una camisa de franela a cuadros, las botas negras y las armas escondidas. Caminó sin vacilar. Caminó sin mirar atrás. Sus noches dejarían de ser oscuras, solo granate.
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