El corazón que entiende

El corazón que entiende

Ema UB

28/08/2023

No fue el exceso de ilusiones o tal vez lo fue, en ocasiones la hipocresía emocional no nos permite aceptar que la ilusión es un veneno del enamoramiento. Esa época en la que la determinación parece inquebrantable y la vida adquiere sabor a algodón de azúcar. Sin embargo, lo dulce no dura para siempre, acaba y la amargura le precede enseguida. Así ocurrió y lo recuerdo como si hubiera sido ayer, todavía me sigue hiriendo el tiempo que gasté, la vida que dejé ir con el pensamiento de días mejores, días de cambio. Luché por el sinsentido, otros no tenían que cambiar, las personas son como son, hay que aceptarlas o alejarse. En este caso la única persona equivocada era yo misma con mis ilusiones, con mis detalles, que al final es uno y sus circunstancias.

Quizá el problema inició por la falta de detalles, detalles que algunas personas consideran propios de la inmadurez del sentimiento, pero siendo yo una persona con cierta cantidad de años, aparentemente sabía lo que quería y me decía con frecuencia que los detalles no importaban mientras hubiera amor, que el amor era algo más. Por esos días otras eran mis expectativas, tenía una fe profunda en la sensibilidad, en esa forma de hablarse tan solo con la mirada. No, no sucedió así, nosotros iniciamos una relación que de arranque iba apagada, no por la falta de sentimientos, por falta de expresión, o eso es lo que pensaba.

Pensé y pensé mucho y sin más me encontré llorando con frecuencia por la soledad que sentía. Situación extraña, tener pareja y sentirse huérfano del corazón y no por falta de amor, por falta de tiempo, falta de ganas, falta de todo, no de los dos, solo de uno; tú. Tú no me rompiste, yo me rompí, me hago totalmente responsable de mis ilusiones quebradas, de esos vidrios clavados en el alma que me causaron dolor.

Se fracturó mi amor por primera vez aquella ocasión en la que olvidaste nuestro primer año de aniversario, pero no reclamé, no tenía sentido discutir por algo que quizá no tenía importancia. No existe ninguna ley que indique que los aniversarios deben ser recordados y festejados, además estabas ocupado con el desarrollo de tus objetivos, en tus progresos y eso te hacía feliz, la persona que ama con sinceridad al otro, respeta y festeja la felicidad del otro, así pensé, así creí y me autoconvencí, pero lloré como recién nacida esa noche de soledad. Escuché música relajante, me dormí y proseguí.

La segunda vez que se fracturó mi corazón, fue cuando algún compañero del trabajo me hizo notar que de vez en cuando las parejas visitan a sus seres amados en el trabajo, aunque sea de saludo. Sumé los días, las horas y me vi contando lo invisible, por más de un año jamás me habías visitado, es más comprendí que ni siquiera sabías en dónde trabajaba. Jamás tuviste la gentileza de esperarme a la hora de salida. En esos días en los que mi jornada terminaba a las diez de la noche, en aquellas noches me vi forzada a rogarle a algún compañero que me acompañara hasta la estación de autobuses. Pero comprendí que no podías, estabas ocupado, así lo decías, estabas lejos del lugar donde trabajaba. No había algún reglamento que indiqué que el hombre de la relación tenga ese detalle con la mujer, me autoconvencí, pero después de aquello un par de lágrimas rodaban por mis mejillas al salir del trabajo y me sentía infinitamente sola.

La tercera vez que se fracturó mi corazón, fue cuando enfermé, sufrí de fuertes dolores en el cuerpo a causa de la infección, pero tú no me visitaste, tu presencia fue totalmente telefónica y por mensajes de texto, a pesar del chusco detalle de que vivimos en la misma ciudad, pero había que entender que yo vivía un poco lejos, pero nunca fue imposible llegar, nunca lo fue, pero había que entender, la inseguridad, la incomodidad, lo que sea que fuera. Esos días no lloré, tenía suficiente con la enfermedad, pero cuando me recuperé me sentí completamente desdichada y supe que mis expectativas eran infantiles y ya no debía esperar nada más, solo continuar.

La cuarta vez que se fracturó mi corazón, fue cuando aquel día catorce pretendí tener algún detalle contigo, compré algún obsequio, armé un cesto con las cosas que te gustaban, compré una pequeña tarta helada y te invité. Nunca llegaste, decías tener algún asunto importante, no te daba tiempo para llegar y ese día la grieta pareció no sanar. Acepté tu excusa, obsequié la tarta helada a algún familiar, le di el cesto de productos a un primo que de vez en vez tenía la bondad de recogerme del trabajo y llevarme a casa y así proseguí, me convencí que el día 14 no tiene nada de especial, es puro comercio, es puro mercadeo, una excelente táctica para lavar cerebros e inspirar compras compulsivas. Yo no sería parte de eso.

La quinta vez que se fracturó mi corazón, fue cuando olvidaste mi cumpleaños, volviste a olvidar el aniversario, lo justificaste diciendo no tener tiempo, diciendo que nunca recuerdas fechas especiales, que para ti todos los días eran especiales, que no te agradan esos detalles. Comprendí y me autoconvencí que ya no había nada por exigir o esperar respecto a ese tema.

La sexta vez, cuando durante una salida, al encontrarte con  tus familiares, tu rostro se sonrojo, corriste a escondidas a saludar y yo me fui del lugar observando lo que ya sabía. Me fui porque es evidente lo que pasa. Es evidente que te avergüenzas de mí.

La octava, la novena, la décima, pero ya no me respondí, ya no me justifiqué, ya no te justifiqué y ya no reclamé, ya no había ninguna esperanza para mi sentimiento. Me condené con mis aspiraciones infantiles, con mis ilusiones de detalles que no nacerían de ti y supe cuál era mi lugar y supe dónde estaba y qué hacía. Comprendí mis anhelos tóxicos, comprendí que es mejor ser feliz por uno, hay que sentirse feliz por la felicidad del otro, pero no regalar la felicidad propia. Hay que desearle lo mejor al otro, hay que dejarle volar a donde quiera volar y hay que llorar por última vez, lavarse el rostro con agua helada, despertar de la ilusión, pisar la realidad y continuar, porque esto es así, después de algunos desaires el corazón entiende, se detiene, piensa y sabe que ya no debe sufrir, solo latir, seguir y vivir en pos de su propia felicidad.

No es que no tenga sentimientos por ti, solo me cansé de sentir en exceso lo que tu no sientes por mí, normalizaré mis latidos al ritmo de los tuyos.

….

Ese día ella volvió a ser la persona que conocimos, callada, serena, con la misma mirada apagada que tenía hace un par de años atrás. Ya no le causaba emoción el amor y nunca más espero detalles de nadie.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS