Los huesos de Jorge

Los huesos de Jorge

Ema UB

15/08/2023

Un enorme escarabajo negro muerto adornaba la entrada y no se trataba de una ironía, se trataba de las representaciones que tiene la vida para hacer bromas respecto a lo que uno puede o quiere interpretar. Aquí no hay nada que interpretar, nada de que espantarse y nada de que quejarse, es más, me parece que no había un mejor adorno para la entrada del cementerio. Eso de colocar enormes estatuas de ángeles con caras afligidas, vírgenes llorosas y alguna osca representación de la muerte quedó en el pasado, ahora la muerte hace decoración de su hogar y eso es justo, cada quien adorna su casa como desee.

Un escarabajo muerto, un gato podrido colgando de una rama de abedul y por supuesto, los siempre dibujos absurdos de estrellas de cinco puntas sobre el piso, muñecos de trapo, mechones de cabello, flores secas y prendas de vestir, todo digno de risa. Risa, los muertos están bien muertos, no tienen interés de contactar, espantar, sofocar, maldecir, perseguir o llevarte arrastrando con ellos. Para ellos el mundo ya no es de esta realidad tangible, para ellos, el mundo es todo lo que nosotros ignoramos y lo ignoramos por estar vivos, así que vale estar muerto para entender. Los vivos entre vivos y los muertos entre muertos.

Después de estas pequeñas reflexiones me senté sobre una lápida vieja de color amarillento que era puerta y resguardo de una bóveda sencilla. Esa lápida tenía las letras del epitafio al borde de la invisibilidad, denotando una vez más que el mundo de los vivos no es amable con el mundo de los muertos. Charlé un par de segundos con el propietario de aquel espacio, diciéndole que; bueno, que no es que yo sea una irrespetuosa, es que me dolían los pies de tanto andar y necesitaba descansar, no es que quería dar entender que me valía culo su hogar y luego me reí con sarcasmo. Yo hablando con un lápida, debí parecer una puto loca, pero que les digo, estoy muy loca, y mucho, solo por estar aquí. Hasta que un par de mirlos se posaron sobre la cripta de mi padre, parecían tener curiosidad, así que para completar la charla con todos los presentes, también los involucré a ellos:

«Hombre, que no me miréis con esa cara de pocos amigos, es cierto que no venía por aquí hace mucho tiempo, pero tendréis que entender que no lo sabía, es decir, que no sabía que Jorge Sáenz estaba muerto. Si yo lo hacía vivo, revolcándose por allí con cualquier fulana, reproduciéndose como un maldito conejo, es más, creía que más de cien almas vagábamos por el mundo con su ADN, pero que lleva diez años muerto, así que disculpad las injurias calumniosas en contra del buen Jorge.  Me parece un bonito lugar para descansar, el gato podrido le da cierto toque especial, el pentagrama, las estrella de cinco puntas, hombre que es un detallazo, seguro intentan contenerle allá en el mundo de los muertos, porque mi padre era de esos tipos que se cogía a todo lo que se moviera, cuidado y preña al diablo.»

Los mirlos me miraron con curiosidad, volaron a una tumba cercana, lo que me dio a entender que ya no querían participar de esa amena charla. Seguramente entendieron que esto es un asunto familiar y los temas familiares no necesitan de terceros. Una foto borrosa, un epitafio elegantemente escrito con letra cursiva y unos detalles muy bien hechos en la lápida, me daban a entender que Jorge tenía buen gusto hasta después de muerto. Miré con detenimiento y me retorcí con casi diarrea al notar que él y yo compartíamos el mismo lunar en el pómulo derecho, la misma cicatriz en el cuello, el mismo color de ojos verdes pálidos y el mismo cabello ondulado. Maldito ADN, era imposible negar que él era mi padre, pero hasta este momento os estaréis preguntando, ¿por qué esta tipa odia a su padre?

No, no lo odio, solo lo trato con sinceridad. No lo conocí, no tengo su apellido, supe por mi madre que negó rotundamente que yo fuera su hija. Nunca me visitó cuando estaba en el hospital y necesitaba sangre de tipo B+, mi madre le suplicó que ayudara con un pequeño donativo del líquido vital, pero el hombre se negó y no por miedo a las agujas, los pinchazos y la sangre. Se negó porque ese día, mientras yo casi moría, él se estaba casando por cuarta vez. No vino cuando gané cierto premio de arte y hasta ese momento, yo tenía la esperanza de que aparecería y me daría una oportunidad como hija, por esos días tenía 16 y a esa edad uno todavía vive de ilusiones y esperanzas. Después de los 16 supe que hay cosas en la vida que no tienen remedio: no tiene remedio querer a quien no te quiere. No tiene remedio exigirle a un padre que sea padre. No tiene remedio esperar que ocurra algo malo para que la persona recapacite. No tiene remedio dejarle al Karma el castigo de las maldades. No tiene remedio esperar y no tiene remedio sufrir por alguien que no conociste.

Si todas esas cosas no tienen remedio, entonces, ¿qué hago yo aquí? ¿por qué me di semejante viaje hasta este cementerio?

La respuesta es simple, mi correo estaba inundado por peticiones de la dirección de cementerios, se me pedía pagar un monto determinado para seguir conservando los huesos de este hombre. Individuo que lleno de maldad dejó dicho que yo era su hija, una hija responsable de sus osamentas. Primero, me llené de ira, tiene 6 hijos legítimos a los que pudo dejar encargados de este asunto, pero no lo hizo, prefirió dejar a quién menos le correspondía. Segundo, se me pedía venir personalmente hasta este lugar para observar si estaba de acuerdo con el estado actual de la tumba, cosa que me llamó la atención. A mi qué diantres me importa el estado de la tumba, supongo que por respeto a los ojos sensibles de los vivos, los huesos deben preservarse en algún lugar, y ese lugar es el cementerio. Tercero, se me pidió pagarle a alguien para que haga aseo del lugar o que lo hiciera yo misma, pero que le pasa a la gente, el lugar está perfecto, el gato podrido le da un toque especial, parece una metáfora de lo que fue la vida del occiso, los pentagramas, las muñecas de trapo, los mechones de cabello y las fotografías de desconocidos, no lo sé y a lo mejor es algo personal, que este hombre no era ningún santo, yo que hago quitando los objetos con intenciones de otros, si yo no tengo nada que ver en el asunto.

Así que después de darle mis saludos al muerto, traté de retirarme. En medio de mi retirada fui interceptada por un individuo que supongo sería el sepulturero. El tipo estaba demacrado, vestía un overol manchado de tierra y le temblaban las manos. Me miró y casi sin pensar me dijo: «debe sacar de aquí los restos de su padre, estoy muy cansado de todo lo que ocurre y ya no puedo lidiar con ello. Le pido encarecidamente que se lleve los restos de su padre, él no debe estar aquí»,

Miré al pobre hombre con cierta ira, le respondí que no, que no quería llevar los restos de mi padre a ningún lugar y que si realmente estorbaban en el desarrollo de su trabajo, podía derribar la tumba y echar a la basura los restos o donarlos a alguna universidad, que yo le daba mi consentimiento firmado. El hombre me miró extasiado de felicidad, un par de lágrimas se le escaparon de los ojos y me agradeció infinitamente.

Nunca lo entendí y nunca entenderé, después de todo el buen Jorge era malvado cuando vivo, pero cuando muerto, ¿qué podía hacer? Por curiosidad le pregunté al sepulturero, qué es lo que pasaba, qué le perturbaba respecto a la tumba de mi padre, se quedó callado por un momento, observó con discreción alrededor, se acercó y casi susurrando dijo: «pensé que ellos se lo habían dicho, pero es obvio que no lo harían, si le hubieran dicho,  usted no hubiera venido hasta aquí. En la tumba de su difunto padre se hacen ritos satánicos. Atrae a gente con intenciones malvadas de todos los lugares y esto es así porque se dice que su padre fue un gran obispo de la iglesia satánica. No entiendo porque lo enterraron aquí, esa gente tiene lugares especiales para este tipo de gente. La cuestión es que desde que lo dejaron aquí no ha parado, aúlla por las noches como un animal salvaje, mata a los animales de las cercanías, bebe su sangre, secuestra mujeres vírgenes para violarlas. Es un horror, todos vienen hasta aquí para decir que el hombre de la imagen de esta tumba es el que los ataca y eso es imposible, pero yo mismo lo he visto… y».

Basta de bromas, el delirio debe terminar con lo que los ojos ven. Me llené de ira, tomé la pala y el pico que tenía el hombre. Rompí la lápida con la punta del pico. Desbaraté el piso, cabé sin parar, hasta dar con el féretro de madera, rompí el féretro con la pala y le presenté al sepulturero una pila de huesos viejos. Le pedí una funda de basura y así acabó el mito. Eso le ocurrieron a los huesos del buen Jorge, ahora sus fanáticos pueden ir a buscarle en algún basural y su alma malvada aullará entre la basura, violará ratas y seguirá hablando con el diablo, todo a causa de su hija mayor, su hija odiada.

Fue pésima idea que mi padre hubiese encargado sus restos conmigo, yo que no soy de alma caritativa. Una persona como yo, una persona poco creyente y más malvada que el diablo al que adoraba.

Etiquetas: relatos

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