Lágrimas en Mondoñedo

Lágrimas en Mondoñedo

Sinopsis

Alfonso, un padre de familia, se entera de la muerte de su hijo y al ver los restos de su cadáver promete que no descansará hasta encontrar los culpables, al mismo tiempo tratará de entender porqué lo mataron con tanta sevicia.

Capítulo I

Estaba en la morgue de medicina legal, en el municipio de Mosquera, habían llamado a su casa el día anterior para decir que se pasara alguien a identificar un cadáver que según las huellas pertenecía a un familiar. Como era un ser muy precavido se llevó una cámara para tomar fotos y analizarlas después, con calma, por si habría detalles importantes. Tenía mucho miedo de enfrentar la realidad, suponía que ese familiar era su hijo pero guardaba la ligera esperanza que no fuera él.

Lo recibió un señor con bata blanca de mediana edad, suposo que era médico pero se limitó a saludarlo mientras sentía un temblor por todo el cuerpo. El hombre le indicó que lo siguiera a una sala donde había varios cuerpos tapados con sábanas, se acercó a uno y lo descubrió. La impresión fue tan fuerte que Alfonso sintió que se desmayaba, se puso pálido y un poco sudoroso, el anfitrión le preguntó:

– ¿Lo reconoce?

Sentía que no se podía tener de pie, pidió un vaso con agua y una silla para sentarse…bebió apresuradamente, tomó un poco de aire y contestó:

– Es mi hijo Jenner Alfonso…

Sin pensarlo y sin proponérselo estalló en un llanto desgarrador, saber que era su hijo y verlo en ese estado tan terrorífico lo desarmó por completo, la persona de la bata blanca no se atrevió a decir nada, simplemente se le acercó y le dio unos golpes cariñosos en la espalda.

Esperó pacientemente que Alfonso se desahogara y le dijo:

– Si le apetece, se puede quedar un tiempo más… Brevemente le hizo un resumen de las circunstancias o suposiciones que rodeaban ese hallazgo macabro. Lo dejó solo y salió.

Pasada la fuerte impresión, se acercó y lo observó con más calma. No podía dar crédito a lo que veía y de repente se acordó que en la maleta llevaba la cámara, la sacó y sin saber, de donde obtuvo la fuerza suficiente, graduó el obturador, el diafragma, enfocó y empezó a disparar una y otra vez…

Luego se secó los ojos inundados por el llanto, un sentimiento de impotencia, rabia y deseo de justicia se apoderaban de él. En medio de la desazón le quedó un espacio en la mente para pensar que le iba a contar a su esposa e hijos.

Salió de la morgue con un paso lento, tenía la sensación de que el cuerpo le pesaba una tonelada y que la cabeza se le iba romper en pedazos como un puzzle. Vivía lejos del sitio y decidió ir caminando un rato para tratar de despejarse, se animó un poco y espero una flota a la salida del municipio que lo acercara a Bogotá. Se bajó en la Avenida Boyacá y tomó un autobús urbano a casa. Todo el trayecto se fue pensando qué decir… le costaba definir las palabras adecuadas que debía utilizar para contar a sus familiares la horrible muerte de su hijo.

En el hogar ya sabían que habían encontrado varios cadáveres y que podía ir una persona autorizada al reconocimiento, entonces decidieron que fuera Alfonso por su estabilidad emocional y coraje. Llevaban ya varias horas esperando y el día se les hacía eterno, al finalizar la tarde cuando el sol se estaba ocultando llegó él con el cuerpo agotado y el rostro demacrado.

Impacientemente le preguntaron que había visto y empezaron las preguntas atropelladas…¿Era él?, ¿Porqué lo mataron?, ¿Hace cuánto lo asesinaron? ,¿Dónde estaba el cuerpo?, ¿Quienes fueron?

Había muchas preguntas que esperaban respuestas y poca información, Alfonso tomando aire les dijo:

– Voy a tratar de responder, aunque todo está en meras especulaciones y la verdad será algo difícil de dilucidar. Se dice que miembros de la fuerza pública arrestaron a cuatro jóvenes, los amarraron, torturaron y asesinaron en el Alto de Mondoñedo…

Le costaba continuar, se le cortaba la respiración y como si le clavaran un puñal en el pecho dijo mirando fijamente a la esposa:

– Uno de los cuatro es nuestro hijo Jenner Alfonso…

No pudo continuar con el relato y estalló en un llanto que contagió a toda la familia. En el ambiente se sentía una gran desolación, agravada por silencios momentáneos y lágrimas que rodaban a raudales.

Pasaron interminables horas, hasta que una de las hijas reaccionó y dijo que tenían que continuar con sus vidas a pesar de lo sucedido, que debían ir a descansar un rato y ya verían al otro día que rumbo tomar y que acciones emprender.

Alfonso no quiso entrar en detalles de la muerte de su hijo para no lastimar áun más si cabe a la familia, pero desde el instante en que vio el cuerpo troceado, torturado y quemado de su hijo hizo un juramento que se le quedó grabado y repite mentalmente:

“No habrá nada que yo deje de hacer para saber porqué me lo mataron de esa manera”.

Por su cuenta y tratando de que la familia no sufriera tanto con la muerte del muchacho, fue averiguando un poco más de los hechos, ayudándose de diferentes fuentes y de la información sobre las otras víctimas.

Una de las primeras conclusiones lo llevaron a determinar que un grupo de agentes de la Dijin adscritos a la Policía Nacional secuestraron a los estudiantes de la Universidad Distrital: Arquímedes Moreno Moreno, Valdimir Zambrano Pinzón, Juan Carlos Palacios Gómez y su hijo Jenner Alfonso Mora Moncaleano. Era un fin de semana de los primeros días de septiembre, exactamente 6 y7 de 1996, fueron conducidos a la Hacienda Fute en la vía que conduce de Mosquera a La Mesa (en Cundinamarca), lugar donde fueron torturados y asesinados con arma de fuego. Acto seguido los descuartizaron e incineraron para luego ser arrojados al relleno sanitario de Mondoñedo.

Se enteró también que por las mismas fechas, otros policías, asesinaron a los estudiantes de la misma universidad: Martín Alonso Valdivieso y Federico Quesada. Todos fueron denunciados, por un miliciano, de ser parte de una red urbana de la guerrilla y que habían perpetrado un ataque a la estación de Policía de Kennedy, en 1995, donde murieron tres uniformados.

Mandó revelar el rollo de fotografías a escondidas de la familia y las guardó en una caleta que hizo en casa. Al verlas detenidamente y mientras sollozaba se decía, a si mismo, que los asesinos de su hijo tenían que pagar ante la justicia, por las torturas y el crimen, así le tocará dar su propia vida.

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