Un pecado ambiental anega nuestra época, un pecado del que somos cómplices y padecientes, un pecado ligado a la palabra Antropoceno.
Desaparición de hábitats y especies, incrementos de los niveles de temperatura y toxicidad del ambiente urbano y rural son la trágica herencia de modelos de producción y gobierno, que nos han conducido a una época de deterioro creciente de los ecosistemas. El carbono y la polución son su mortíferos rasgos, debido a que las irresponsabilidades de nuestra própia existencia la han concebido casi de manera inmediata y brutal.
Pero, a pesar de ser sus creadores aún no hemos terminado de padecer sus implicancias, pues, el panorama más optimista, lejos está de definirse cómo aceptable.
Entonces, innegable es su permancia y nuestro tormento. La época de la contaminación y la industrialización desmedida, con nulos sentenciados por su crímenes climáticos, ha hecho aparición en la historia del hombre «racional».
Ante tanto desmejoramiento del medio ambiente y nuestra endeble política ecologista, ¿seremos capaces de redimirnos?.
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