-¡Cuánta cosa lleva en esa maleta!- me dijo un niño que pretendía conducirme desde la estación del tren hasta el hotel más cercano.

-Déjala- le contesté – Puedo llevarla sin tu ayuda-.

El crío, un poco asombrado, quizá por la costumbre de bregar con la carga de sus clientes, sonrió y tomó la delantera. Después de un rato, volvió la mirada y me preguntó:

-¿Qué lleva usted ahí? ¿piedras?

– No. Llevo mi mapa de regreso.

-¡Pues debe estar hecho de hierro!

– No, está hecho de memoria.

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