Aquel día lleno de despedida, de la que yo no era consciente, me dijo que no se iba. Me dijo que estuviera tranquila, que podría verlo y visitarlo con el alma. Me dijo que solamente tendría que mirar a Venus para viajar a su lado. Aprendí a sentirlo y a verlo de noche y de día. Aprendí a viajar desde mi conciencia tan llena de amor pero todavía, después de 12 años, no aprendí a acostumbrarme a su ausencia aunque viaje siempre a su lado. La esperanza de una nieta salvaje que añora a su abuelo.

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