Episodio I: MARTE
Ratik miró hacia atrás mientras embarcaba en la nave, y lo que vio le hizo pensar que algo así debía haber contemplado la esposa de Lot durante la destrucción de Sodoma antes de convertirse en sal.
Marte, todo el planeta entero, estaba siendo evacuado ante el estallido de las últimas bombas nucleares.
Ya se había excedido el tope, aquello reventaba, no aguantaba mas. Había que desalojar y ocupar el planeta de al lado, Gaia, La Tierra.
Las naves en forma de gota del ejército iban partiendo del planeta como un enjambre de mosquitos, llevando tanto a residentes como a fuerzas del orden en su estómago, mientras la del equipo de Ratik se demoraba aun con los últimos preparativos para despegar.
Su grupo y él habían sido de los últimos en cubrir la retirada, pero aunque su último esfuerzo había salvado algunas vidas de civiles, no había resultado para nada eficaz contra la destrucción de los últimos vestigios de civilización rebelde.
Como resultado al ataque de las hordas de Glador, el autoproclamado nuevo emperador de la parte norte, los cohetes de la facción sur, la de Radik, los que se oponían al mandato de tan sanguinario embajador de la destrucción, respondió de modo automático, tal y como estaba programado para, en caso de perder la última batalla, arrastrar al enemigo consigo: antes muertos todos que dejar a este planeta y los de al lado a semejante dictador.
Esto no era un acto gratuito debido a la cabezonería de haber cual de los dos bandos tenía los esmelmaks mas grandes, como podría pensarse desde fuera. No. Lo habían decidido así bajo referendum mundial entre los no seguidores porque la dureza del corazón de este líder era tan grande, y los medios de transmisión de su ira tan sofisticados, que temían que se extendiese por Venus y Gaia, el resto de planetas habitados, de modo que decidieron sacrificar lo poco que quedaba ya de su planeta hogar por el bien común.
Por fin partió la nave de Radik, y poco después de que él y todos sus tripulantes consiguieran salir de la atmosfera marciana vieron como el planeta se convertía en una bola de fuego debido a la fiereza de las explosiones de dos bombas térmicas, una al lado de la otra.
Cualquier esperanza de volver a casa había quedado destruida para siempre.
Poco a poco, se iban aproximando a su nuevo hogar, aquella enorme bola azul llena de vida y muevas esperanzas tan enorme que los saludaba, no tan lejana, detras de los cristales del parabrisas de la nave.
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