Alguien sabio e impreciso
me contó una vez, tal vez dos o quizá lo soñé,
que las mariposas vuelan al compás de un tango argentino
y que la mentira más grande
viaja dentro de un baúl de historias inapropiadas.
Sin la inteligencia de otros
pero algo más astuta que muchos,
puedo decir con una copa de más
y alguna otra de menos,
que quiero creer que solo eres brisa fresca,
que lo que acaricia mi bello erizado
es tu melodía y no el roce de tu pelo cuando me besas,
que son tus ojos y no los míos
los que derraman versos frágiles,
que es tu boca y también la mía
la que quiere un encuentro fácil,
y que mis cinco sentidos
más el que escondo bajo la almohada
rezan a cualquier santo despierto
para escuchar los acordes del viento
mientras me balanceo por la cubierta del Titanic.
Y así, en veinte segundos y una canción,
busco por los huecos libres de culpa
sin que se juzgue mis roces con la vida.
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