El viejo, y algo siniestro, espantapájaros del huerto del señor Guzmán está a punto de pasar a la historia como pasaron los discos de pizarra. Es una pena porque a mí me gustaba verlo desde mi ventana. La verdad es que las aves le ignoraron desde el día que fue instalado, salvo un jilguero que incluso se permitió anidarle entre las costillas de zarazas que le dan cuerpo, y solo asustó el primer día. No fue a los pajarillos, no obstante, sino al grupo de tres o cuatro críos y crías que el verano pasado cogieron por costumbre saltar la tapia y colarse en el huerto del señor Guzmán al caer el sol para robarle otras tantas naranjas. La primera vez que se lo toparon por sorpresa, a la media luz del anochecer, con sus andrajos deshilachados ondeando a la brisa salieron despavoridos, pero pronto se acostumbraron a verle allí quieto, con su cabeza de paja descolgada y su mirada ciega de botón de pasta. Retomaron su rutina de meriendas robadas, que es cuando mejor saben las meriendas, y la fantasmagórica silueta del espantapájaros, si acaso, solo añadió un toque de emoción más a sus furtivas incursiones.
De todas, formas el señor Guzmán no recogía las naranjas y hasta le gustaba ver a los críos entrar a hurtadillas en el huerto. Lo que sí se comía el señor Guzmán eran las judías y las berzas, lo que a ninguno de los renacuajos ladronzuelos les atraía lo más mínimo pero sí a los pájaros y, ahí, el espantapájaros era completamente inútil. Ya había amenazado otras veces con sustituirle por moderna tecnología pero creo que, como los niños y yo, él también le había cogido cierto cariño.
Pero, claro, una cosa es el cariño y otra el índice de precios al consumo, que se ha puesto por las nubes. Las berzas han subido lo increíble y las judías ni te cuento, así que eso ha debido animar al señor Guzmán a cumplir lo prometido y sustituirle por una tecnología más avanzada porque ahí le veo desarmar el sombrero, la cabeza de paja, los andrajos y las zarzas y colgar en su lugar algo que en su momento fue también muy novedoso y hoy solo sirve para esto; su colección de Cd’s, coplas, tangos, fados y rancheras que su nieta le debe haber volcado al mp3.
Solo espero que, como con los Cd`s, no hayamos perdido todos con el cambio.
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