Convivo con un demonio. Su nombre es Tiziano Carlos Alvarez.
Sus abrazos no son cálidos.
Me deshidratan.
Se alimenta de la poca energía que me queda.
Me succiona la sangre.
No sé cómo llegó, ni porqué lo dejé entrar. Pero ahora me acompaña a todos lados.
No me deja sola ni un segundo.
Convivo con un demonio que no para hasta verme muerta.
Por momentos parece que se desvanece, que ya no está. Pero realmente se está haciendo más fuerte para atacarme con todo otra vez.
Convivo con un demonio.
No es una persona.
Es peor que eso.
Muy pocos entenderán. De hecho solo los que conviven con él.
Vive en mi cabeza y la maneja a su antojo.
Ni siquiera es convivencia.
Las ordenes las pone él. Yo solo obedezco.
Suena a posesión. Tal vez lo sea.
No lo culpo.
Me culpo a mí, por dejarlo entrar.
Intento que se vaya. Pero soy una persona en contra de un demonio diez veces mas fuerte que yo. Salgo perdiendo por donde se mire.
Recuerden su nombre. Si les toca la puerta no lo dejen pasar.
Los que no entiendan, unan sus primeras tres iniciales y tal vez comprenderán.
Háganse fuerte.
Si sos capaz de ni abrir la puerta, no te va a torturar.
Vos tenes el poder.
Yo ya lo perdí. Y aunque algunos me digan que puedo volver a tenerlo, no van a entender jamás lo que es convivir con él.
Las pastillas no son suficientes.
Doctorados en medicina pero muy poca empatía.
No me entienden, no pueden hacerlo.
Qué más da.
No es una persona. Pero sigue siendo real.
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