Lo que pasó a medianoche

Christian seguía llenando su vaso con aquel whisky que le había regalado el dueño del bar, un viejo amigo que intentaba ayudarle a superar sus penas. Christian quería llenar su vacío con alcohol, adormecerse y dejar de sentir. Eso era todo lo que quería: dejar atrás su dolor, su rabia y sus remordimientos que no le dejaban estar tranquilo ni un momento. Había estado tan cerca de conseguir la vida perfecta con la que soñaba, pero él mismo la arruinó con una serie de malas decisiones. En fin, era de esperar. Quizá dentro de unos años tendría otra oportunidad, y entonces haría las cosas de otra manera. Así se tranquilizó un poco y, tras acabarse la botella, dejó unos billetes en el mostrador y se despidió de su amigo. Al salir, el fuerte viento le golpeó en la cara y le refrescó, y con paso tambaleante, caminó hacia un nuevo comienzo.