Soñé contigo, una vez más, me tomaste de la mano y me guiaste a ese recóndito lugar en mis recuerdos. El recuerdo estaba empolvado por el olvido y puesto ahí, al azar, sin significado alguno más allá del que yo le daba: fue ese viaje a ningún lugar, el que no hicimos. Fuimos, en ese entonces, semejantes a los dioses.

Pero ahora solo nos queda la mortalidad, el aire pesado de esta realidad asfixiante. ¿Dónde estás? Solo te encuentro en mis sueños, los que no te cuento, cuando olvido quien soy.

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