Nadie podía detenernos, las bicicletas impulsadas por nuestros pies desnudos corrían a gran velocidad. Esquivábamos cada árbol pequeño y grande, cada piedra, cada caracol.

Pero ahora ya no estás.

¿Quién cuidará los hormigueros del parque?, son muchos y ahora estoy sola.

Yo pensé que los niños no morían.

Etiquetas: cuento corto

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