Me han traído hasta aquí; y ahora estoy perdido. Me votaron como perro en medio de un descampado. Me dispararon en la cabeza; pero más cojudo él o más suertudo yo que solo me voló la oreja. ¡Por mi madre! que casi lleno todo este desierto con mi sangre, si no es porque el muy maricón en vez de revisar que este muerto, salió rápidamente disparado en su carro; esos carros típicos de los taxistas.

Me dejaron amarrado, amordazada y con la cabeza cubierta con un saco; pero en unas horas logré desatarme. Me jode no poder oír bien del lado izquierdo. Cubrí mi hemorragia con una tira de mi camisa. Ahora deambulo por la pampa seca de esta tierra muertísima. Llevo media hora caminando; tengo sed, frío y hambre.

Quién me habrá mandado a matar. No tengo deudas con nadie; tampoco estoy metido en algo ilícito. Solo soy un humilde cerrajero ¡Putamare! Ya sé. Mis hermanos ¡Eso concha sus madres! De seguro esto es por el terreno en Comas. Si papá no les dejo nada: es por malos hijos. Lo dejaron ahí votado. Cuando venían a visitarlo nunca me querían cerca de él. Jajaja. No lograron convencer al viejo ¡HUEVONES ENVIDIOSOS! Ya van a ver. Cuando vuelva, voy a vender ese terreno y no les daré nada. Ya se jodieron esos cojudos.

Pero; quién habrá querido matarme. Quién fue el cojudo que me disparó ¿Un sicario? No, ya estaría muerto. ¡AH! Ya sé Fue Armando ¡Claro! Ese serrano de mierda es el esposo de mi hermanastra: Olga. Con razón no sabía amarrarme bien: ese cojudo trabaja como taxista. De seguro la Olga le ordenó que se encargara de mí, pues. Ese Armando es cojudo, pero fuerte también ¡Armando pisado!

Llegué a una carretera. Al igual que en donde empecé: desierta. Ninguna alma penando en plena tarde. El calor me quitó el frio, pero ahora sudo como gorda. Caminaré a la par con la pista, a ver si así algún auto me ve y me recoge.

Tengo doce hermanos. Yo soy el último de todos. Por eso me dejaron que cuide a papá ¡Putamare! Ese viejo siempre me regañaba por todo; él me odiaba de seguro. Soy su hijo bastardo de parte de mi mamá. Ese fue el último esposo de mi vieja. El pobre nunca le pudo dar hijos. Creo que es por eso que se desquitaba conmigo. Todos nos sorprendimos cuando el viejo me dejó a mí su única herencia: un terreno en comas y quince mil soles. Yo creo que lo hizo por venganza a mi vieja. Ellos no se amaban; siempre discutían. Yo creo que ambos estaban juntos por el dinero. Mi mamá se había quedado viuda dos veces. Mi papá murió cuando yo aún no nacía. Luego se casó con don Lucho. Toda la herencia se la quedó la vieja. Ella siempre nos decía que nos pasaría todo lo que había juntado cuando muriera. Pero, cuando ella murió, resulta que ahora todo estaba en nombre de don Lucho ¿Por qué mi madre hizo eso? No lo sabemos. Desde entonces mis hermanastros le agarraron odio al viejo. Le mandaban víveres cada mes, como de alguna forma poder ganarse su cariño. Ese viejo jamás fue cariñoso con nadie. Tacaño, grosero, intolerante a lo que sea. Siempre encontraba alguna buena excusa por la que quejarse. Y ahí me ves. Dándole de comer, bañándolo, aguantando sus salvajadas. Pero al menos me permitía usar la parte delantera de la casa como mi puesto de cerrajero.

Ya oscureció. Hace un huevo de frio. Me está comenzando a colgar el moquillo de la nariz. Tiemblo como un pichón que cayó de su nido. Debí hacerle caso al viejo- Sal con una chompa siempre; nunca sabes a qué hora llegaras- Ahora mírame viejito. Te estarás riendo hay en el cielito…JAJAJA. De seguro, donde quiera que estés, estarás más caliente que yo.

Como ya dije: somos doce. Siete por parte del primer papá y cinco por parte del segundo; incluyéndome. No sé quiénes estén detrás de esto; pero si llego averiguarlo… ¡Oh! Puedo ver a la distancia de que se acerca un auto. Puedo ver sus dos faros aumentando su resplandor con forme se acerca. Quizá tenga chance de que me vea si alzo mi brazo.

El automóvil parece percatarse de mi presencia y veo una mano salir de lado del conductor. Tiene algo ¡Es un arma! Da tras disparos que afortunadamente pude esquivar tirándome al suelo. Pero el auto sale de la pista y se dirige hacia mí. Yo me apresuro y ruedo. Cuando el auto pasa cerca de mí, logro percatarme de que es el auto blanco de Armando. Me levanto y, a duras penas comienzo, a correr; el agotamiento en mi cuerpo se siente como si cargara dos sacos de papa en mi espalda. Veo que el auto da la vuelta, acelera y avanza rápidamente hacia mí. Doy un pequeño salto para amortiguar el choque a la vez que el auto me enviste y provoca que ruede sobre este hasta caer al suelo con varios huesos rotos.

El auto frena. Baja Armando con arma en mano y avanza lentamente hacia mí. Va a paso lento. Estoy boca abajo. Cuando está frente a mí, espero a que extienda el arma y tomo una piedra del suelo y, en un acto desesperado, desvío el cañón de su arma; esta suelta un disparo, y me abalanzo hacia él. Pongo mis rodillas sobre su muñeca. Aprovechando su confusión le reviento el rostro a piedrazos. Cuando mis últimas fuerzas me abandonaron, tomé su arma y me tendí en el suelo. Miré las estrellas un momento y abracé el calor que generaba mi cuerpo por tanta acción. En ese momento el llanto de un bebé me llama la atención. Provenía del auto. Me acerque con arma en mano sin el menor cuidado. En la parte de los pasajeros estaba mi hermanastra, Olga; sujetaba a su bebé con fuerza mientras lloraba en silencio. Yo le dije que abriera los ojos y que me mirara de frente. Ella volteó y me miró con rabia. Le apunté con el arma y le prometí que no dañaría a mi sobrino. Ella mi corrigió de un grito, diciéndome que yo no era su tío. Le respondí: en ese caso ¿qué me impediría matarlo entonces? Ella quebró en llanto nuevamente y me comenzó a rogar por su la vida de su hijo; al mismo tiempo el pequeño no dejaba de llorar también.

Le pregunté: ¿Quién más está metido en esto? Ella me dijo que todos. Me dijo que todos sabían lo que yo había hecho. Yo no sabía de qué estaba hablando <<No te hagas el loco>> me dijo. Me culpó de que yo había planeado todo y bla…bla…bla. Le ordené que se bajara del auto. Le prometí que no la mataría. Ella no se opuso. Bajó del vehículo y yo retrocedía hacia mi ex cuñado, sin desviar el cañón del arma hacia mi loca hermanastra; revisé su pulso y este aún seguía con vida. Subí al auto, tenía las llaves puestas, me despedí de mi hermana y arranqué.

Horas después, me detuve en un pequeño quiosco en la carretera y compré, con el dinero que había dejado mi hermanastra en su bolso, una caja de cigarrillos, una botella de agua y un sol de biscochos. Cuando me disponía a regresar al auto, me di cuenta de la verdad. Miré al suelo y luego hacia el horizonte y dije <<Muy gracioso, ancianos de mierda>>

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