El mundo piensa que las armas más mortíferas son aquellas creadas en laboratorios o fábricas del ministerio de defensa, pero se equivocan. El arma más mortífera es el engaño, ¡qué! ¿no me crees?, pues el caballo de Troya no dice lo mismo. 

La capacidad de destrucción siempre está en el interior.

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